¿Qué habrá de real en todo esto de las crestas de gallos…?
Lo digo porque conociendo al espíritu granadino, tan fantasioso, tan dado a la ensoñación y al enredo, tan dado a confundir lo real con lo imaginario (a lo virtual, diríamos hoy), a las leyendas, a los tesoros ocultos, a los sortilegios y encantamientos, a historias de espeso humo oriental o al agua oculta que llora… Al oro del que cagó el moro y señores, opulentos como sultanes, comedores de grandes platos de crestas crudas de gallos con tenedores cuajados de esmeraldas, sentado en silla de oro macizo…
Confieso que esta historia en principio me fascinó, pero investigando luego con más rigor, nunca sabré lo que de verdad comiera crudo el Sr. Meersemans (aunque me lo imagino y mi sentido del recato me impida decirlo). Yo creo que este prócer, (además de inteligente y gran vividor, como lo demuestra el hecho de hacerse multimillonario a los 30 años, morir soltero viejo y sin hijos y para colmo, arruinado), estaba provisto de un sentido del humor a toda prueba como para poder soportar a un revoloteador García Lorca cerca de sí, creándole leyendas y rimas esperpénticas a lo Dalí y disfrutar de ellas, como este cuento de Don Alhambro, que más adelante os haré llegar. Cuento que, según dicen los versados en el mundo de la Antología Literaria, se tiene por ser el último cuento clásico de la ciudad de Granada.
Lo que nadie cuestiona es que “este gallo” supo sacarle sabor a la vida y que se rodeó de grandes amigos y a la vez, hombres de valía como don Joaquín de Arteaga y Echagüe, el Duque del Infantado al que, una vez arruinado, vendió su casa, el Carmen de los Mártires, por 350.000 pts. y que el Duque, hombre generoso, le permitió seguir viviendo en él hasta su muerte, así como de una pensión vitalicia de 75.000 pts. mensuales pagaderas en oro. Algún día tendremos que hablar de este otro gran personaje.
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NITO
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