miércoles, 30 de octubre de 2013

CUANTO MÁS RICOS, MÁS ANIMALES


 
En esta fotografía de 1904, se puede ver al carruaje mortuorio de primera clase que se dirige hacia la Carrera del Darro y al nuevo camino del Rey Chico hasta el cementerio. De este modo el paseo del Darro pasó a denominarse "paseo de los tristes". (Archivo Giménez Yanguas)
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En un momento en que la celebración de Halloween, inventada por los norteamericanos sobre una antigua costumbre celta más con miras comerciales que otra cosa, causa furor entre nuestra juventud, más que por nada, por convertirse la efeméride en un multitudinario baile de disfraces al estilo Hollywood, propuestas como las del Ayuntamiento de Guadix y de los Hermanos Fossores de la localidad de conmemorar la noche de difuntos con solemnidad, debe ser contemplada con admiración.
Pero eso es una cosa y otra muy distinta es lo que le estoy leyendo a César Girón, en sus "Nuevas curiosidades granadinas". ¡Me ha sorprendido tanto, que no me lo acabo de creer...!

Carmen del Aljibillo

Nuestras tradiciones
“En esto de morirse, dice el erudito Luis Carandell, los pueblos mediterráneos sabemos mucho”. La celebración de la muerte y de su ritual ha sido siempre muy particular en nuestro país, donde las plañideras eran un elemento, sí se quiere, más importante aún el propio sacerdote, en el momento post mortem. “Un entierro sin lloronas, no era ni entierro ni era nada”. Como un entierro sin carruajes, vamos. Enterrar a un pariente sin la presencia de una larga procesión de carros representativos de las distintas y principales estirpes del lugar era poco más o menos que airear a los cuatro vientos, que el finado era un “don nadie”.

Conocido es el dicho popular que corría por Granada durante el siglo XIX y a principios del XX: “Cuanto más ricos, más animales”, en referencia directa a que cuando de un sepelio de un ricohombre se trataba, la sucesión de coches particulares enjaezados sus caballos enlutados era directamente proporcional a su consideración material por el resto de los mortales, que de este modo sin ir o asistir las más veces, participaban en el último viaje, haciendo ostentosa demostración de aflicción, enviando su mejor carruaje con un tiro de caballos empenachados de negro.

Mucho animal en representación de sus dueños

Procesión fúnebre
Formar un sepelio en Granada no debía ser nada fácil. Así se concluye de los numerosos testimonios que pueden hallarse sobre los entierros que de común se celebraban en nuestra ciudad, casi siempre, en torno a la parroquial de Santa Ana, en Plaza Nueva, donde de un modo u otro se iniciaba, se continuaba o se despedía –las menos de las veces- a las procesiones fúnebres de los difuntos granadinos.
Leer la crónica de los sepelios realizados a principales personalidades de nuestra ciudad como por ejemplo Eduardo Rodríguez Bolívar o Manuel Rodríguez Acosta Palacios, pone claramente al descubierto cuan magnificentes debían ser aquellos románticos funerales. Hasta 130 carruajes enganchados a tiros de 6 y 8 caballos  participaron, cientos de sentidas plañideras en su mayoría contratadas en el entorno de las principales parroquias, decenas de veleros –que llegaron a organizarse en una especie de gremio- que alumbraran el cortejo, curas, monaguillos y religiosos revestidos, el director espiritual del finado que había de celebrar el funeral, representaciones institucionales, amigos, parientes, familia cercana, el difunto en su ataúd, descubierto si es posible, colocado sobre un armón de artillería y hasta tres bandas de música –ahí es nada- que abrían el cortejo, se ubicaban enmedio del mismo y tras el finado, para dar solemnidad al fúnebre desfile y sembrar de tristeza el aire de Granada.

Un entierro pasa junto al molino del Rey Chico (grabado de Lewis, 1834)

Estampicas de muerto
Esta particular forma de morirse y "celebrarse" el óbito en nuestra ciudad no era exclusiva de Granada. En todas partes se celebraba en modo similar. Todo comenzaron con los anuncios de una posible muerte que corría de boca en boca y en algún caso llegaron a anunciarse en algún periódico local: -Necrológica- mañana o tal vez pasado mañana, no más tarde, morirá en el manchego pueblo de Valdepeñas, víctima de la cruel  enfermedad que le aqueja, la madre del joven ilustrado, Tomás Capilla Hinojosa, quien lo anticipa sus amigos y conocidos, rogándole una oración por el eterno descanso de su alma, cuando sea necesario. (El Defensor 1894).
Pero lo normal era que tras la muerte decretada, se colocasen, además de en la prensa si se era pudiente, anuncios o proclamas en las puertas de las parroquias y en las esquinas de las calles principales de la colación a la que pertenecía y vivía el finado. Así, con estas esquelas, se enteraba todo el mundo de la desaparición de un ser vivo. Después, como recordarán, hasta hace pocos años, se hacían lo que en Granada se llamaba vulgarmente: “las estampicas del muerto”, que era como una especie de recordatorio de primera comunión, pero en negro, impreso como un esquela de mano, con encintado negro, con cruz fúnebre, oración para el último viaje y en ocasiones con una fotografía entristecida del finado, que eran enviadas por correo o repartidas por los parientes a todos aquellos que se encontraban, tras el entierro del ser querido.

La cuesta de los Chinos o "Cuesta de los muertos"

Hasta el camposanto
Salvo los suicidados a los que se procuraba realizar un entierro discreto, el resto de los mortales en Granada gozaban de un reconocido “paseíllo”. Los sepelios en nuestra ciudad eran conducidos entre otras manifestaciones de duelo hasta el cementerio de San José, en la colina de los Alixares, desde más o menos 1804 que fue el momento en que este camposanto comienza su andadura contemporánea. Pocos eran los cortejos fúnebres que subían por la cuesta de Gomérez y la Alhambra hasta el cementerio. Se debía ser una personalidad muy principal para ello. Lo normal y permitido era que el desfile fúnebre tomarse por Plaza Nueva y la carrera del Darro, hasta el Paseo de los Tristes y tomando el Puente del Aljibillo, se alcanzase el comienzo de la Cuesta de los Chinos, conocida entonces como “Cuesta de los muertos”. Allí lo normal es que el cadáver pasase de los hombros de los seres más allegados a los del personal especializado y pagado, contratado en el quiosco del Rey Chico, que se encargaría del transporte por la empinada cuesta hasta el cementerio, hasta donde corre que te pillo muchas veces, llegaban por distintos medios e itinerarios los que querían estar presentes en el momento de dar tierra al finado.

Grabado de Rocío Fernández

Estampas “granadinas”
Lo normal era que los familiares despidiesen a los asistentes en el Rey Chico, delante del quiosco que allí había en el que los veleros y porteadores recibían sus asignaciones y tomaran una copa de coñac o aguardiente para hacer fuerzas. Era allí donde los familiares formaban y los asistentes les hacían “las manifestaciones de duelo”. Realizado ello, el cortejo fúnebre, claramente menguado, tomada dirección a las alturas áulicas del cerro del Sol.  Durante el tránsito por la cuesta de los Chinos, o de los Muertos, eran cuando se producían las escenas  –no siempre-  más genuinamente “granaínas”.
Sí familiares muy cercanos no habían podido llegar al entierro por vivir lejos de Granada y no se disponía de foto reciente del difunto, era el momento, cuando prácticamente nadie había en el cortejo, de sacar el cadáver del ataúd y tras apoyarlo en la tapia de la Alhambra para tomarle una instantánea, “lo más natural posible”, para que los dolientes tuvieran el último recuerdo del ser querido; era lo que se conocía como “la foto del último momento”. Y sí la noche llegaba, lo que a veces pasaba, dada la complejidad de los funerales, frecuente era que se despidiese hasta el día siguiente a los pocos que acompañarán al cadáver por el barranco del Rey Chico, y el ataúd era “escondido” en alguna de las cuevas de la cuesta, donde debidamente guardado, quedaba en espera de la mañana siguiente, en que era sacado de nuevo y se renovaba “el paseíllo”, siendo llevado definitivamente el finado hasta el camposanto, donde se le daba sepultura como si nada hubiese pasado.





NITO


viernes, 11 de octubre de 2013

EL DESCUBRIDOR DESCUBIERTO

Pidiendo en Granada

No le demos más vueltas: Colón no es catalán, noruego, gallego, judío, mallorquín ni genovés. Colón es castellano y nace el veinte de junio de 1435 en Espinosa de Henares, Guadalajara, hijo de Aldonza Mendoza y Diego Gómez Manrique.

Confieso que esta tesis es la que mejor me cuadra, de entre todas las que he leído y la que me gustaría que fuese cierta (aparte de la tesis mallorquina (bellísima), que dice fue hijo natural del Príncipe de Viana y de Margarita Colom, y que nació en Mallorca en 1460).

Comprendo la dificultad que entraña el enigma para tanto buen investigador, máxime cuando el propio Colón, y sus hijos después, se encargaron de borrar todo rastro relativo al origen de sangre y suelo. Es más,  yo creo que ni el mismísimo Colón lo sabría a ciencia cierta, ya que la madre murió de sobreparto y nada pudo decirle.


Esta  tesis documentada que os traigo hoy la publicó “Ideal” el 7 de Agosto de 2004 y la defiende el investigador e historiador granadino Don Emilio Atienza a tenor de los documentos que así lo demuestran. Además, Atienza desmiente que Colón fuera un corsario, el hijo de un cardador de lana, de un vinatero y defiende, por contra, su condición de noble.

“La Madre de Colón sería la hija de Diego Hurtado de Mendoza, primer Almirante de Castilla, y de María de Castilla, “por lo que Colón estaría emparentado con Enrique I, Enrique II, con Juan I, Juan II, y toda la familia de los Trastámara, de ahí que Cristóbal Colón fuera  primo tercero de la reina Isabel  La Católica”.
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“Todo esto se demuestra a través de una historia enmarañada fruto del contexto social de aquella época”.
“Colón sería hijo bastardo de Doña Aldonza, una Hurtado de Mendoza que habría estado casada en primeras nupcias con Don Fadrique de Castro, quien poseía una de las fortunas más importantes del reino de Castilla.
Muerto don Enrique, y ella en edad avanzada, con 41 años y sin descendientes, entra en relación con Diego Gómez Manrique, y fruto de aquel amor nacería Cristóbal Colón”.

Según el historiador aquella relación se había formalizado de no haber muerto ella en el parto, tras dar a luz a dos niños
“Se trataba del doncel  Don Alfón  y Don Rodrigo, que posteriormente se convertiría en Cristóbal Colón. Doña Aldonza estuvo enferma una semana, y cuando ya veía que se le escapaba la vida decide hacer testamento, y ese testamento es la pieza clave para afirmar el origen castellano de Colón,
Alejandro León y Ricardo Sanz García, investigadores de la historia, han estudiado todos estos acontecimientos. La tesis es indiscutible por el documento de Doña Aldonza”.



El testamento clave

La muerte de Doña Aldonza sin descendencia habría hecho que su gran fortuna hubiera pasado a manos del marqués de Santillana Don Íñigo Hurtado de Mendoza, fruto de un segundo matrimonio de de Don Diego. Precisamente una de las claves de esta historia se encuentra en el marqués de Santillana, quien estaba muy interesado en que Doña Aldonza falleciera sin descendencia.



El marqués de Santillana intentó por todos los medios hacer desaparecer a los hijos de Doña Aldonza, llegando al punto de estrangular con sus propias manos al Doncel Don Alfón cuando sólo contaba cuatro años de edad.
Doña Aldonza, sabedora de los peligros que acecharían a sus hijos, dispone en su testamento dejarlos al cuidado de su criado llamado Cristóbal Colombo Genovés, a quien dota de una gran suma de dinero “para lo que él ya sabe”, según se indica en el testamento.
Cristóbal Colombo Genovés cuidara a Don Rodrigo (Cristóbal Colón) hasta que a la edad de siete años le da sus apellidos y lo acoge en su familia junto a sus dos hijos Bartolomé y Diego.
 Don Rodrigo, a diferencia de su hermano, estará a salvo del marqués de Santillana, quien desconocía que se había producido un parto  gemelar.


La tesis definida por Atienza choca con la del académico Ángel Altoaguirre, quién asegura el origen genovés de Colón. “En Génova –dice Atienza- aparece un Cristóbal Colombo, pero es el Cristóbal Genovés que aparece en el testamento de Doña Aldonza y no el verdadero Cristóbal  Colon”.



El enigma jerónimo

No se puede entender la figura de Cristóbal Colón sin conocer la importancia de la orden de los Jerónimos.
Así las cosas, otro de los protectores de Don Rodrigo será  el prior del  Monasterio de San Bartolomé de Lupiana, Fray Esteban de León, quien figura también en el testamento.
La formación de Cristóbal Colón correrá a cargo de esta orden. Los jerónimos irán moviendo por sus monasterios en Italia y Portugal, para que nadie descubriera el origen de Colón como Hurtado de Mendoza.
De haberse descubierto su verdadero linaje, Colón podía reclamar las heredades y títulos que le había arrebatado el marqués de Santillana, pero el comprende que en el seno de la familia de los Mendoza había buena gente, como el cardenal Mendoza.
Precisamente este cardenal será el que interceda por Colón ante los Reyes Católicos para iniciar la aventura americana.

Catedral de Sevilla

Otro detalle que refuerza la tesis del investigador es que la gran aspiración de Colón, como así se dispuso en las Capitulaciones, era convertirse en Almirante de Castilla y equipararse a su abuelo.
Atienza reconoce que Colón participó en acciones armadas al servicio de René de Anjou y en las luchas por la sucesión al trono de Aragón, en las que se enfrenta  al padre de Fernando el Católico, Juan II. Colón intentará apresar una galeaza en las proximidades de Túnez, pero de repente tienen noticias de que iba muy protegida, cambia el rumbo y se enfrenta a un motín que consigue reducir y al final consigue poner rumbo a Cartagena y dirigirse posteriormente a Portugal, que es donde naufraga.


Otoño de otros tiempos

Los restos de Colón están en Guadalajara

Están buscando la aguja en el pajar equivocado, señala respecto a las investigaciones que intentan determinar la autenticidad de los “supuestos” restos de Colón diseminados entre Santo Domingo y Sevilla, a través de la identificación genética, que lleva a cabo un equipo de expertos dirigidos por Don José Antonio Lorente.
Según el investigador granadino los restos que analiza Llorente no pertenecen al Almirante de Castilla. Estamos convencidos de que las investigaciones que se están llevando a cabo del análisis del ADN no van a conducir a nada, porque los restos analizados no son los de Cristóbal Colón. Colón no está  enterrado ni en Sevilla ni en  Santo Domingo sino en Guadalajara, en una iglesia de la localidad de Cogolludo, y sin lugar a dudas.

¿El "último viaje" de Colón en Granada...?

Entonces, todos los análisis que se lleven a cabo no van a coincidir con nadie. No puede haber una afinidad de secuencia entre Colón y su hermano de leche Bartolomé, porque no eran hermanos de sangre. Habrá secuencia de ADN entre Cristóbal Colón y sus hijos Diego y Hernando, pero para relacionarlos lo primero que hay que tener son los restos verdaderos de Colón. Que no los busquen ni en Sevilla  ni en Santo  Domingo porque los restos de Colón no están en ninguno de los dos sitios.
Antes de 1523 Colón estaba ya enterrado dónde está, en Cogolludo, en la iglesia de Santa María de los Remedios con su Madre, con Doña Aldonza Mendoza, están enterrados juntos, y hay una lápida que lo indica y solamente hay que saber leerla”.



Resumiendo.-  Todo cuadra: Enigmas y misterios por doquier sobre el origen, una inmensa fortuna en juego y títulos nobiliarios de por medio, protección y tolerancia real sin reservas y un lío familiar que a todos conviene ocultar. ¡Tan humano como la vida misma y tan claro como el agua  del océano que domeñó…!
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NITO