miércoles, 31 de mayo de 2023

AYOLA Y LOS CÁRMENES DEL DARRO


"Aquellos cármenes, a los que se refirió Chateaubriand como «asilos de la cansada vida», son una de las más atractivas imágenes de la Granada pintoresca de otro tiempo".

EN esta ocasión les propongo un itinerario caprichoso y sugerente a través del tiempo y del espacio, que nos conducirá al reencuentro con una Granada lamentablemente desaparecida; una Granada donde cada rincón salía al paso no sólo embellecido por legados de Arte y de Historia, sino también por ese inefable color de las cosas añejas, doradas por la pátina del pasado y por la honda sensación de vago misterio que suelen crear muchos siglos de vida, civilizaciones, esplendores y decadencias.


Al mismo tiempo que nos recreamos en este mágico itinerario, reconozcamos el mérito y agradezcamos a pintores, grabadores y  fotógrafos como Ayola, que hizo hermosas fotografías de los 'cármenes y molinos de la Cuesta de los Chinos' entre 1885 y 1890. Este escenario ya había cautivado muchos años antes a los artistas extranjeros del período romántico, aquellos pioneros que buscaban una Granada maravillosa de ensoñación. Desde el final de la Guerra de la Independencia hasta poco después de la mitad del trágico y desastroso siglo XIX español, fue numerosa la relación de viajeros ilustres, ávidos y curiosos escritores y pintores, ingleses y franceses especialmente, que no se arredraron de venir a España, a conocerla, cuando nuestros caminos eran una temeraria aventura y nuestras fondas, posadas y mesones solían ser infectos reductos de todas las incomodidades y desatenciones, por lo general. 


Pero España, Andalucía especialmente y Granada sobre todo, bien merecían aquellas  inolvidables peripecias, que darían lugar más tarde a libros inefables de viajes y a pinturas y grabados bellísimos que expandieron por el mundo el nombre de nuestra ciudad, la ciudad romántica por excelencia. David Roberts fue uno de aquellas visitantes. Con él y con sus compañeros de generación y aventura, Granada tiene contraída una deuda de gratitud extraordinaria. En 1837, este artista inglés, delicado pintor de paisajes y monumentos firmó  y fechó una espléndida fotografía inspirada en semejante  perspectiva  de la Alhambra  y los contornos del Darro.


Nuestro gran cronista Juan Bustos, en su “Granada siempre viva”, nos refería: << Sería justo el sencillo y modesto homenaje de admiración a David Roberts y es justo que nos ocupemos ya de la fotografía de Ayola. Es una vista risueña de los cármenes y molinos que hace un siglo coloreaban el margen izquierdo del río al comienzo de la Cuesta de los Chinos, enclave gravemente afectado en estos tiempos por el nuevo edificio levantado sobre el solar del desaparecido 'Rey Chico'. La imagen de Ayola recoge en todo su esplendor el aspecto luminoso de estos parajes donde, desde antiguo, se alzaban los escasos, celebrados y maravillosos cármenes del Darro. Uno de ellos, a la entrada del camino del Avellano, el carmen de los “Chapiteles”, propiedad del Gran Capitán, que lo ennobleció con sus escudos, había figurado siglos antes entre las láminas del 'Civitatis orbis terrarum', mencionándosele como la 'Casa del Moro Rico'.

 


Otro Carmen que aparece con frecuencia en la obra de Ayola  es el carmen 'del Granadillo', que llegó hasta casi nuestros días. Marino Antequera, el académico y crítico de arte fallecido no hace mucho, nació por cierto en este carmen 'del Granadillo'. Él pudo describir sentidamente este bello panorama de «cármenes y huertos junto al lecho del río, enfrente el cerro de San Miguel, coronado de murallas y cubierto en su parte baja de pitas, chumberas y cuevas».

Al igual que había sucedido con los artistas del período romántico, este carmen y su entorno no pudo pasar inadvertido para un buen fotógrafo como Ayola, a la búsqueda siempre de las más sugestivas imágenes de la Granada pintoresca. Era una construcción del siglo XVIII, transformada en el siglo siguiente, pero conservando las alegres claves estéticas de la primitiva edificación, con sus graciosos tejados, aleros y chimeneas y con su ameno, sencillo jardín, en tiempos adornado con una deliciosa glorieta cubierta de rosales en primavera. «Cuando las flores de los cármenes despiertan  -decía el pintor Santiago Rusiñol- el aire parece emborracharse de aromas». Sensación semejante se disfrutaría a buen seguro en este soñador paisaje, a continuación del cual se encuentran las Chirimías y la iglesia de San Pedro. En los años 60 del pasado siglo, el cármen “del Granadillo” lo adquirió el Ayuntamiento, utilizándolo casi exclusivamente como almacén y vestuario del escenario que era situado sobre el Darro para las actuaciones artísticas de la feria del Corpus, pero un incendio afectó gravemente a la construcción y, en mala hora, se tomó la determinación de derribarlo. Desaparecía así para siempre uno de los edificios que, con su alegre fisonomía y pintorescas líneas, había embellecido esta zona del Darro durante siglos>>.

<<Hay referencias literarias abundantes de la impresión que causaban estos parajes. Como el que aquí recogió la cámara de Ayola. Escritores muy  diferentes evocaron entusiasmados el pintoresco carácter y los risueños vergeles de estos cármenes del Darro, desde donde las puestas de sol debían tener un ímpetu rojo y ardiente, de voluptuosidad y de sangre.

Entre los deslumbrados por el panorama, hemos elegido al azar al comediógrafo y cronista sudamericano Felipe Sassone que alcanzó a conocerlo y disfrutarlo ya bien entrado siglo pasado, hacia 1923. El escritor peruano se maravillaría, al pasear por aquí, de que “allá arriba, las piedras altivas de la Alarmara, parecieran corno recogerse en sí mismas al caer la tarde, dando la impresión indefinible de un velado misterio y una serena melancolía. El viajero terminaba sus impresiones en un artículo diciendo: - “El ambiente eternamente perfumado de los cármenes del Darro se percibe una lejana sensualidad musulmana; se adivina y se goza aquella paz de los antiguos musulmanes más que en ningún otro pueblo enamorados de la vida por el placer de sentirse vivir”.

No hace falta decir que este lugar es hoy irreconocible. Un siglo de negligencia y desinterés se ha bastado y sobrado para destrozarlo. Ello es particularmente penoso si considerarnos que con pérdidas como ésta y como tantas otras que se han venido y se vienen sucediendo, va desapareciendo lo que era uno de los mayores encantos de Granada: su poesía inexpresable. El noble y bello semblante que fue propio de la ciudad durante siglos, y del que formó parte tanto tiempo este escenario florido y alegre donde se levantaban los cármenes y molinos del Darro, está hoy más amenazado que nunca, cuando ha nacido una Granada nueva, cuya estridente fisonomía  arquitectónica la hace no parecerse a la Granada de ayer en lo más mínimo, como si se trataran de dos ciudades diferentes.

  Eugenio Montes escribió cierta vez que había visto, en el escudo de una casa señorial de Castilla, un caldero y un pozo, con el lema siguiente; «Cuanto más doy, más tengo”.  Así es Granada, todavía, aunque no sabemos por cuanto tiempo>>.

Leyendas de palacios perdidos, lágrimas de reyes y una belleza acrecentada con el paso de los siglos…


NITO


BIBLIOGRAFIA.-

Prensa IDEAL. “Los Cármenes del Darro”

EL PAIS. “A la izquierda del Darro”

JUAN BUSTOS. “Granada siempre viva”