sábado, 16 de febrero de 2013

LOS LADRONES DE ALHAMA


En la primavera de 1725, iba a suceder en Granada, el episodio curioso del robo, captura y “ajusticiamiento” de los que fueron conocidos como los ladrones de Alhama.

Justo el año en que Felipe V tomó el, por segunda  vez, cetro y el armiño y volvió a dirigir los destinos del más grande de los imperios terrestres. Por aquellas fechas, en la primavera de 1725, iba a suceder en Granada, uno de los episodios más llamativos de su historia contemporánea: el robo, captura y ajusticiamientos de los que fueron conocidos como los ladrones de Alhama, que pagarían caro su fechoría contra el mismísimo Altísimo.


Los galeotes.-
Huidos de las galeras de España, vivían en esta ciudad manteniéndose del robo y del resultado de diversas fechorías, José Ibáñez, conocido como “el Perdido”, natural de Zújar y Alejandro Reguero, nacido en Murtas. De nada les había servido para su enmienda la pena que le había impuesto la Justicia. En prosecución de sus malas artes salieron el último día hábil de 1725 con dirección a la Alhama, con el “sacrílego” pensamiento de perpetrar el robo de las lámparas de la iglesia de los Padres Carmelitas Calzados de dicha localidad, a la que llegaron la noche del día siguiente, 1 de mayo.

Cuando se aseguraron que no podían ser observados subieron un tejado y abriendo con gran sigilo una ventana sin reja que caía al interior del templo, uno de los dos bajó por un cordel hasta la planta de la iglesia quedando el otro arriba para recibir lo que fuese su compañero hurtando.
Teatro Cervantes. Año 1934
El robo.-
Comenzó a hacer el despojo que le sugería su codicia diabólica, como señalan las crónicas: “tomo dos atrileras carmesíes, dos lámparas de plata, una de María Santísima del Carmen y otra de Jesús Nazareno; quitó del candelero el cirio pascual que creyó de gran valor y lo paso todo con ayuda de la cuerda a su compañero que lo esperaba en el exterior. No obstante, no quedó saciada su codicia pues se atrevió a desnudar una imagen de la Soledad para quitarle un guardapié de tela que se usaba para su adorno.


La huida.-
Liados todos los efectos del robo en unas telas los dos malhechores abandonaron Alhama a altas horas de la madrugada con rumbo a Granada, llegando al amanecer al barranco de Agrón, donde se detuvieron y examinaron con detenimiento o los objetos robados y habiendo echado las Sagradas Formas en el Capillo que atándolo, “el Perdido”, lo puso en el interior del bolsillo de su capote. Lavaron el Copón en el río Cacín, haciéndolo después pedazos junto con la patena que le servía de tapa, golpeándolo con una piedra. Seguidamente volvieron a hacer un liote con los efectos y luego que alcanzaron la Vega de Granada, próxima ya la ciudad, segaron yerbas suficiente como para hacer un gran haz, que una vez confeccionado, sirvió para ocultar en su interior los objetos del robo, entrando de esta suerte en Granada, atravesando toda la ciudad, desde el Puente Genil hasta una casa inmediata a la iglesia parroquial de San Idelfonso.
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Ocultaron el santísimo.-
Ningún sitio parecía adecuado como para ocultar las Formas que al final pusieron encima de unos tirantes pero, desconfiando Ibáñez de la seguridad del lugar, decidió liarlas nuevamente y ocultarlas en su bolsillo, donde las mantuvo durante varios días, al menos hasta el día trece del mes de mayo en que alquiló una casa a Doña María Brazuelos de Orejuela, en el lugar donde estuvo la ermita del Cristo Yedra, trasladando hasta ella el divino tesoro que ocultaba en su capote, metiendo en un agujero que tapó después con una piedra. El escondrijos no duró mucho tiempo porque el del 17 de Mayo “el perdido” levantó la sospecha de la justicia cuando salió hasta el campo del Triunfo para vender por un sospechoso “bajo precio” dos caballerías que resultaron ser robadas. El individuo al que intentó venderlas sin conseguirlo lo siguió hasta su casa y momentos después, acompañado de un alguacil y un oficial de pluma, regresó hasta la morada “del perdido” que fue prendido, sin hallare otra cosa que un papel donde tenía liada la puntilla del capillo y la llave de su casa.

El registro.-
Dada cuenta de la actuación al Alcalde del Crimen, Don Juan de Cáceres, de la detención y sospechando que éste pudiera tener efectos robados se dispuso el registro de su casa, donde sólo hallaron inicialmente un aparejo y unas lías. Cuando ya estaban para marcharse, el alguacil vió una piedra tapando un agujero que llamó su atención.
La retiró y descubrió en su interior el Capillo, que a juzgar por su poco peso pensó que en su interior no había nada, sin embargo, tras desliarlo la sorpresa fue mayúscula al encontrarse con las Sagradas Formas, unas enteras y otras quebradas. Intuyendo de lo que podía tratarse con reo aprendido, las condujo ante el juez quien teniendo presente las requisitorias despachadas en Alhama y conocedor de las rogativas que en aquella ciudad y en Granada se hacían por que apareciese la “Divina Alhaja”, concluyó que se trataban de las hostias robadas en el Temple.


La confesión.-
Dio el juez aviso al Colegio de Padres Clérigos Menores, los que sin más pompa que las luces que se pudieron llevar, trasladaron al “Señor” hasta la iglesia de su colegio. A las diez de la noche se dio aviso del descubrimiento al Ilustrísimo Señor Don Francisco de Perea, Arzobispo de esta ciudad, quien mandó suspender el culto público hasta tener noticia más evidente de la identidad de aquel hallazgo. El reo confesó, sin duda por las buenas partes practicadas por la policía y los números de la inquisición, sacando a todos de la duda. En poco tiempo de interrogatorio confesó el sacrílego robo, reconvenido con los demás efectos que se habían encontrado y con la confesión de Andrea Soriano, mujer de Alejandro Reguero, el otro malhechor que sabiendo de la detención de su compañero, huyó de Granada.

El ajusticiamiento.-
Los dos malhechores que robaron las Sagradas Formas fueron ajusticiados, de manera brutal para nuestra mente contemporánea. El mismo día 25 en que el cuerpo del Señor entró en Alhama, José Ibáñez “el Perdido” fue ahorcado, arrastrado y descuartizado su cuerpo, siendo finalmente colocada su cabeza y su mano derecha frente al convento donde se efectuó el robo.
Su compañero, Alejandro Reguero, fue apresado en Lorca, por el corregidor de aquella localidad, Sr. Escolano, quien dispuso su traslado. Confesó su delito dándosele en Granada la misma suerte y pena que a su compañero el día 5 de junio de 1725.

El milagro de las formas.-
Años después las formas permanecían incorruptas. Se hizo la comprobación por el prepósito del Colegio de Clérigos Menores de Granada, el Padre Francisco Cabezas, quien encargó igual experiencia a los dominicos Don Manuel de Armas, Don Juan Díaz y Don Miguel Valverde, quienes declararon igualmente la incorrupción. Informado de ello el prelado granadino, Don Pedro Antonio de Berrueta, ordenó se iniciasen enero de 1764, diligencias para la declaración oficial del milagro.
Realmente interesante esta narración de los hechos del robo del Convento del Carmen en mayo de 1725. Por sí sola, para comprender la forma de pensar y actuar de personas e instituciones a mediados del Siglo XVIII, merece la atención para efectuar un detenido análisis histórico-social de la misma, lo que nos llevará a la mentalidad de personas e Iglesia en ese tiempo en nuestra tierra.
Bastantes años después, sería a mediados de los cincuenta del siglo pasado, las formas incorruptas fueron traídas a Alhama, entrando en la ciudad en un coche descapotable y siendo recibidas por el pueblo entero, en medio de algo realmente sorprendente y sumamente extraordinario por el gentío que había y los cantos y exclamaciones religiosos que se producían.

La historia se repite, que ya es mala suerte.-
Andaba enredado en estas notas, cuando la casualidad quiso que me topase con otras de igual naturaleza de la recientísima historia de Alhama, debidas al Blog de Raúl Gálvez.
En la madrugada del martes 14 de junio de 2011, unos ladrones entraron a la iglesia del Carmen de Alhama de Granada, donde se llevaron un colgante de oro que poseía la imagen de la Virgen de las Angustias y un relicario que había en uno de los sagrarios con formas incorruptas de hace trescientos años.

Los delincuentes pudieron entrar al templo por una de las ventanas que se sitúan en la parte trasera y que comunica con los tajos, esta es de un cuarto de baño que existe en la antigua vivienda que poseían los sacerdotes en la iglesia. Al parecer abrieron la reja y la persona que debía ser delgada y no muy alta, logró entrar por dicha ventana. Al entrar al templo, forzaron la cerradura de la puerta que accede al camarín de la Virgen del Carmen, pero al parecer no sustrajeron nada de lo que había. También forzaron el nuevo sagrario de madera que preside el altar mayor, pero sin éxito.
Los ladrones sí consiguieron sustraer su botín en el camarín de la Virgen de las Angustias, requisando una medalla de oro y rompiendo un buzón donde había dinero de donaciones. Además de lo más importante por el valor histórico y espiritual, un relicario antiguo que poseía formas consagradas incorruptas de hace trescientos años.

Todo el caso se supone que ocurrió en la madrugada del martes, y hasta el propio mediodía, cuando unos jóvenes que frecuentaban la zona de los tajos y se percataron del estado de la ventana, fueron los que comunicaron a la policía la incidencia. Estos se pusieron en contacto con el párroco de Alhama, que se desplazó hasta el lugar. La policía judicial ha tomado las posibles huellas y han recabado toda la información para poder localizar los objetos sustraídos.
El párroco manifestó su preocupación por las formas incorruptas y su valor para los creyentes cristianos, además puso de inmediato en conocimiento del arzobispado tal incidente, que a lo largo de estos días decidirán las acciones ante tal profanación.


NITO

martes, 5 de febrero de 2013

GUSTAVO DORÉ EN GRANADA



Nunca agradeceré bastante que en el hogar de mis padres y en la vieja y raquítica librería, estuviera siempre presente Gustavo Doré dando razón y fantasía a mi niñez desde el Quijote. Creo que fue herencia de mi abuelo. Poco después, cuando pude entender y pedir, me regalaron una Biblia escolar de ocasión, iluminada igualmente por Doré. Eran tiempos difíciles y de carestías raquíticas en aquel aislado Rif…


¡Ay, aquel grabador que hacía innecesarias las pobres fotos en los textos, ¡Aquel dibujante de atormentados cielos, de aquellas luces cenitales misteriosas, del que copiaron miles de artistas románticos…!

Varios lustros más tarde me encuentro inmerso en este revoltillo murguero en mi “inexplorada” Granada. Y como por afortunado encantamiento doy en descubrir que mi ídolo del buril estuvo, como un turista más por estos lares allá por 1860.


Entre los grandes artistas románticos del siglo XIX que se acercan a Granada y se convierten –con sus grabados, pinturas y trabajos- en cronistas de un tiempo y un espacio irrepetibles en trance de desaparición, destaca Gustavo Doré, el genial ilustrador, el supremo decorador de la Sagrada Biblia, de “La Divina Comedia”, del “Gargantúa” y del “Quijote” entre otras obras inmortales.

Cuando Doré viene a España en los años sesenta con el barón Charles Davillier, el prestigioso artista de Estraburgo está rotundamente consagrado en París y Londres. Pero su lápiz magistral alcanzará rasgos de autentico genio con las admirables ilustraciones que hará para el célebre libro “Viaje por España” de su noble compañero de aventura. Y entre todas, las láminas granadinas, captando un mundo impalpable que, gracias a ellas, se salvó de las veladuras del olvido.
Porque Doré tuvo el honor de ser el último artista del gusto romántico testigo de una Granada de calma antigua y silencios armoniosos que desaparecía para siempre. Gustavo Doré llegó oportunamente para escuchar un tiempo que se desvanecía, una historia en suspenso, casi irreal, de poderoso hechizo.

Aquel genio indiscutible del dibujo, uno de los artista mimados por el público, venía a España buscando elementos nuevos para su arte, como antes los había buscado en Escocia o en el País de Gales. En Granada, la inspiración de Doré se dejó llevar por su fuerza natural y logró dibujos de una impresionante belleza y calidad. La Alhambra, el Albayzín, el Sacromonte, diversos escenarios humanos de la ciudad, fueron idealizados y engrandecidos por su buril.
Pero Doré no se olvidó de las gentes, de los trajinantes, de los gitanos, de los mendigos, que pululaban por doquier. A estas gentes desventuradas, el artista las exagera en sus dibujos y grabados, las deforma, las caricaturiza.

Buscando su Oriente, Gustavo Doré (como los grandes artistas que le precedieron: Roberts, Vivian, Lewis…),  fue también un maravilloso turista, andariego, inquieto, incansable... Recorrieron la ciudad, la Vega y el Sacromonte. Llegaron a Sierra Nevada entrando por Güéjar Sierra y por la Loma del Castañar pasaron al valle opuesto, el de Monachil, y por San Jerónimo, la Fuente de los Neveros y  por los Peñones de San Francisco llegaron al Veleta, del que nos dejó dos hermosos dibujos: Un nevero y el Panderón del Veleta. En otras jornadas se encaminaron hacia Almería a través de la Alpujarra.

Fue unn viajero que no necesitó de cámaras ni de objetivos fotográficos para captar el aire de infinita melancolía de una ciudad en la que empezaba a ignorarse la voz antigua de la historia. Pero aún bastaba y sobraba con subirse en una silla  –como decía Fernández Almagro- para ver un paisaje.

NITO
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