jueves, 31 de agosto de 2023

VESTIGIOS DEL PASADO: LOS COBERTIZOS DE GRANADA

  


"Quien busque una Granada de otra época la encuentra paseando bajo uno de los cobertizos que aún quedan en la ciudad. Son unos pocos ejemplos de un tipo de construcción que, junto con los ajimeces (balcones de madera cerrados con celosías) fueron muy típicos en las calles de la Granada morisca."



 LOS CINCO COBERTIZOS QUE QUEDAN EN LA CIUDAD.

Cinco cobertizos quedan en toda la ciudad de Granada, nos dice César Requesens, de los cientos que hubo repartidos por sus hirsutas calles. Además del cobertizo del hotelito del Carmen, podemos ver dos más en el bajo Albaicín: uno en la calle San Juan de los Reyes, justo donde se cruza con la cuesta del Chapiz, y otro donde la calle Gloria se encuentra con Carrera del Darro.

 Aún diseminados por la ciudad, encontramos uno más en el Pasaje de Santo Domingo del Realejo y otro en la Alcaicería, antiguo mercado árabe de  la Plaza de Birrambla.

Pero nuestro callejero, nos sigue recordando otros que existieron como el  cobertizo de Gadeo, el cobertizo de Zárate (trasversal a Horno de Marina), y el de la “Botica” (además de los que conectaban la calle Elvira y Plaza Nueva con la antigua mezquita de Hattabín). Todavía la memoria de las gentes recuerda el cobertizo de Darabenaz, en la carretera de la Zubia.


 UBICACIÓN

En un rincón del bajo Albaicín, no sólo se puede ver un ejemplo perfecto de cobertizo, herencia árabe y andalusí, sino el más antiguo de toda Andalucía  oriental ya que data del siglo XIV.

 Escondido y con acceso por una calle sin salida, toma el nombre de uno de los pocos cobertizos de la época árabe que quedan en pie en Granada, un tipo construcción que fue derruida casi en su totalidad al ser prohibida por los Reyes Católicos para evitar revueltas de las moriscos del Albaicín.

En este lugar el silencio corre acompasado por el sonido del agua. Las fuentes lucen con su burbujeo constante en el centro de un patio con columnata que sirve de elemento central de la vivienda, un palacete de estilo renacentista, construido en el siglo XVI sobre unos restos árabes del siglo Xl.

En la segunda planta, las cinco habitaciones abren sus puertas a la luz cenital que cae desde la cristalera superior, un añadido moderno que ha permitido convertir el patio señorial de esta residencia en un salón más de la casa.

La Hemeroteca de IDEAL (Amanda Martínez), nos remite a un artículo de Juan Bustos:  “…quien busque una Granada de otra época la encuentra paseando bajo uno de los cobertizos que aún quedan en la ciudad. Son unos pocos ejemplos de un tipo de construcción que, junto con los ajimeces (balcones de madera cerrados con celosías) fueron muy típicos en las calles de la Granada morisca.

Un cobertizo es un pequeño pasillo elevado que une las fachadas enfrentadas de una calle. Pequeños túneles que podían ser abovedados o adintelados, que estaban cubiertos con arcos de piedra o ladrillo o vigas de madera. Tras la conquista cristiana, la ciudad musulmana fue perdiendo su genuino perfil. El laberíntico entramado de angostas calles fue cediendo terreno al concepto urbanístico del vencedor que, aludiendo a motivos de seguridad y salubridad, obligaba a aumentar el ancho de las calles. Para ello estas singulares construcciones eran un estorbo.


Carlos Jerez Mir, arquitecto y profesor de la UGR apunta en su tesis 'La Forma del Centro Histórico de Granada' algunas de las ordenanzas que obligaron a los derribos de estos pasillos elevados. En 1503, por ejemplo, se facultó al Ayuntamiento para demoler los cobertizos «por ser mucho el número de ellos que ocupan las calles e que algunos son muy peligrosos». Se encargarían de esta tarea equipos de albañiles y carpinteros dirigidos por 'alarifes', maestros de obras musulmanes. En 1532, una nueva ordenanza prohibía reparar ningún ajimez o cobertizo sin licencia municipal y una normativa urbanística posterior, dictada en 1538, impedía «que ninguna persona saque aximez ni portal, ni passadizo, ni otra cosa semejante, fuera del haz de su propia pared, en las calles o plaças de esta Ciudad».

Si aún quedaba alguno, la Comisión de Ornato, en 1842 se empeñó en suprimir los balcones de madera, celosías, rejas voladas, guardapolvos y cobertizos que quedaban y todavía vuelven a ser objeto de la picota en el Reglamento de Ornato Público de la Ciudad de Granada de 1847, firmado por el arquitecto Antonio Díez de Rivera.



CALLES DE GRANADA

En su libro "Calles de Granada" 'Calles de Granada', Julio Belza cita la Placeta del Cobertizo, entre la calle Rosal de San Pedro y el Callejón del Aljibe de Trillo, donde debió de haber uno de estos voladizos. El autor guarda memoria de la calle Cobertizo y Faltriquera, entre San Matías y Varela, «quienes aún la recordamos con un apestoso mingitorio adosado a la pared y junto a él un puestecillo donde un pobre hombre bajo el amparo del cobertizo se ganaba la vida vendiendo chucherías a los niños y de noche tabaco y cerillas para noctámbulos». También muchos de los lectores habrán visto en pie el cobertizo que en estado ruinoso se conservó hasta los años setenta en un callejón que desembocaba en Elvira. De él tan solo queda el nombre de la calle, Cobertizo de Gadeo.

La casona de los Zárate debió de poseer otro de ellos y que se refiere el nombre de Cobertizo de Zárate, trasversal a Horno Marina. Muy cerca de allí estuvo la calle Cobertizo de la Botica, que separaba la iglesia de San Justo con el Colegio San Bartolomé que el Ayuntamiento cedió a la Universidad tras el traslado, en 1944, del Gobierno Civil a Gran Vía. Jerez Mir cita varios ejemplos más, como los que conectaban la calle Elvira y Plaza Nueva con la antigua mezquita del Hattabin; y el que en 1924 se demolió para abrir la calle Sor Cristina Mesa en el Realejo que daba acceso a la antigua y tortuosa calle del Corral del Paso.


COBERTIZO DE SANTO DOMINGO

Junto a la iglesia de Santo Domingo hay un pintoresco rincón sombreado por la penumbra de un cobertizo. «Hay mucha historia en pocos metros cuadrados –recordaba Juan Bustos refiriéndose a este lugar– la de los nobles torcedores de la seda, que erigen aquí su casa; la de la hermandad de La Virgen del Rosario, con su camarín de grandeza barroca impresionante». Bustos señala que este cobertizo debió ser uno de los más ricos y decorados de su tiempo porque en su construcción contribuyeron los prósperos comerciantes del gremio de la seda. El cuerpo que pisa sobre la bóveda del pasaje se edificó en los siglos XVII y XVIII durante unas obras de reforma de la Iglesia cuando se construyó el camarín de la Virgen. El pasillo unía el templo de Santo Domingo con la casa de Hermandad.

Villar Yebra, en el 'Boceto' publicado en IDEAL allá por el año 1982 que dedica al Cobertizo de Santo Domingo, cuenta una curiosa historia, perfecta para acabar este artículo: «De noche, la penumbra del cobertizo sobre la solitaria callejuela ha hecho que más de uno de un rodeo por otros trayectos más anchos e iluminados; pensando, sobre todo en estos tiempos abundantes de 'chorizos', que el cobertizo puede encerrar un riesgo desagradable. Un conocido mío, que posee y suele llevar un arma de fuego, no teme cruzarlo; sea la hora que fuere. Y una madrugada, al entrar bajo el arco, percibió unos bultos oscuros, negros, entrevistos por el reflejo de un farol distante. Rápidamente, sacó la pistola e intimidó a los presuntos emboscados a apartarse. Pero aquellas negras siluetas no se movieron. Avanzó, pistola en mano, repitiendo la intimidación. Se oyó un ruido suave, a ras del suelo ¿Un gato o una rata asustada? El hombre, nervioso, apretó dos veces el gatillo; ¡pam, ¡pam!... Asonaron los disparos que el eco redobló en el silencio de la noche. Se oyó un estrépito y los bultos misteriosos se desplomaron crujiendo. ¡Eran dos butacas viejas y apolilladas que alguien había abandonado allí!».



NITO


BLIOGRAFÍA CONSULTADA:

-César de Requesens: "Granada Secreta e Insólita"

-Hemeroteca de IDEAL: Amanda Martínez