lunes, 16 de junio de 2014

LA CUESTA DEL REY CHICO




Los bandos internos minaban la monarquía de Granada, en el débil  reinado del infortunado Muley Hacen. Parecía como que este adivinaba la próxima pérdida de su reino, y sin fuerzas para contener aquel desastre, preferiría vivir en la molicie y el deleite, antes que con entereza hacer de sus súbditos, un pueblo noble y resistente, que pudiera contrarrestar la desgraciada situación que le amenazaba.

Entregado a los dulces encantos amorosos de su segunda esposa Zoraya, olvidando y aún odiando a su primera mujer, la terrible Aixa, olvidaba también a su hijo Boabdil, que era el encanto de su madre y el arma de que ésta se valía para hacer guerra a su esposo, sólo por el placer de derrotar en su cariño a la renegada que entonces ocupaba el corazón de Muley Hacen.
Conocíalo está, y no pasaba día en que no atizara la rebelión, y excitar a las iras del padre contra el hijo, acusando a este de querer hasta atentar contra su vida.



Boabdil entretanto, vivía en el mismo palacio, sin conocer todo el odio que se estaba sembrando en el corazón de su padre.
Súpolo al fin; receló de los planes de Soraya, y antes de ser víctima de las ambiciones de la segunda esposa de su padre, decidió escapar del palacio, ayudado por su madre, que con el carácter de hierro que la distinguió, supo con cautelosa calma, no excitar sospecha alguna, y cierta noche, cuando más descuidados se encontraban en el alcázar, con sus tocas y las ropas de las camas, descolgó a su hijo querido por un ajimez, y de este modo logró escapar, burlando la vigilancia de los centinelas, por la cuesta que desde entonces tomó su nombre, y marcharse al Albaicín, donde, en el palacio de Darla Horra, propiedad de su Madre, le esperaban sus parciales.


Aixa entretanto, aguardó impasible las iras de su esposo. Éste, no bien supo la huida de Boabdil, comprendió toda la gravedad del suceso, mucho mayor cuando esté, en  el ajimez, vio las ropas que habían facilitado su evasión.
Lo comprendió todo, atribuyó a Aixa lo ocurrido y quiso darle muerte; pero hubo quien la defendiera; acudieron los guardias del rey, y en esta confusión la Madre de Boabdil pudo escapar, reuniéndose aquella misma noche con su hijo en su casa del Albaicín.
Muley Hacen y Zoraya  se consideraron perdidos. En breve la guerra civil se dejaba sentir en las calles y en las plazas, y la victoria coronaba los esfuerzos de Aixa y Boabdil.
El viejo rey y su adorada, huían precipitados a la Alcazaba, y proclamado monarca de Granada Boabdil, entraba gozoso con su madre en la Alhambra, levantándose  del ostracismo sus parciales, y cayendo en la desgracia los secuaces de su padre.
Desde entonces la cuesta por donde escapó Boabdil al ser descolgado por su madre, es conocida con el tradicional nombre de Cuesta del Rey Chico.


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Nota.- El autor de este texto (extraido de “EL LIBRO DE LAS TRADICIONES DE GRANADA”), es el escritor y cronista de la Ciudad Francisco de Paula Villa-Real y Valdivia, que  nació en Mondújar (Granada) en 1848 y murió en 1908.

Después vinieron otros nombres para esta cuesta -y es lógico-, debido a lo dilatado en el tiempo, de su particular historia: Desde Cuesta de los Muertos, que data de 1804, fecha en que quedan prohibidos los enterramientos parroquiales y la creación del cementerio de las Barreras, en el antiguo haza de las Escaramuzas (el actual cementerio de San José), hasta el más reciente de Cuesta de los Chinos, apelativo descriptivo, que hace alusión a su suelo siempre colmado de cantos rodados, caídos de los taludes de las altas terreras que lo delimitan.
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En cualquier caso, la cuesta de este barranco ofrece actualmente, tras el reciente adecentamiento de 2000, un aspecto encantador y mágico digno de su larga historia, capaz de transportarnos por su soledad y entorno a épocas pasadas de la Granada eterna.





NITO