Los bandos internos minaban la monarquía de Granada, en el débil reinado del infortunado Muley Hacen. Parecía como que este adivinaba la próxima pérdida de su reino, y sin fuerzas para contener aquel desastre, preferiría vivir en la molicie y el deleite, antes que con entereza hacer de sus súbditos, un pueblo noble y resistente, que pudiera contrarrestar la desgraciada situación que le amenazaba.
Entregado a los dulces encantos
amorosos de su segunda esposa Zoraya, olvidando y aún odiando a su primera
mujer, la terrible Aixa, olvidaba también a su hijo Boabdil, que era el encanto
de su madre y el arma de que ésta se valía para hacer guerra a su esposo, sólo
por el placer de derrotar en su cariño a la renegada que entonces ocupaba el
corazón de Muley Hacen.
Conocíalo está, y no pasaba
día en que no atizara la rebelión, y excitar a las iras del padre contra el
hijo, acusando a este de querer hasta atentar contra su vida.
Boabdil entretanto, vivía en
el mismo palacio, sin conocer todo el odio que se estaba sembrando en el
corazón de su padre.
Súpolo al fin; receló de los
planes de Soraya, y antes de ser víctima de las ambiciones de la segunda esposa
de su padre, decidió escapar del palacio, ayudado por su madre, que con el
carácter de hierro que la distinguió, supo con cautelosa calma, no excitar
sospecha alguna, y cierta noche, cuando más descuidados se encontraban en el
alcázar, con sus tocas y las ropas de las camas, descolgó a su hijo querido por
un ajimez, y de este modo logró escapar, burlando la vigilancia de los
centinelas, por la cuesta que desde entonces tomó su nombre, y marcharse al
Albaicín, donde, en el palacio de Darla Horra, propiedad de su Madre, le
esperaban sus parciales.
Aixa entretanto, aguardó
impasible las iras de su esposo. Éste, no bien supo la huida de Boabdil,
comprendió toda la gravedad del suceso, mucho mayor cuando esté, en el ajimez, vio
las ropas que habían facilitado su evasión.
Lo comprendió todo, atribuyó
a Aixa lo ocurrido y quiso darle muerte; pero hubo quien la defendiera;
acudieron los guardias del rey, y en esta confusión la Madre de Boabdil pudo
escapar, reuniéndose aquella misma noche con su hijo en su casa del Albaicín.
Muley Hacen y Zoraya se consideraron perdidos. En breve la guerra
civil se dejaba sentir en las calles y en las plazas, y la victoria coronaba
los esfuerzos de Aixa y Boabdil.
El viejo rey y su adorada, huían
precipitados a la Alcazaba, y proclamado monarca de Granada Boabdil, entraba
gozoso con su madre en la Alhambra, levantándose del ostracismo sus parciales, y cayendo en la
desgracia los secuaces de su padre.
Desde entonces la cuesta por
donde escapó Boabdil al ser descolgado por su madre, es conocida con el tradicional
nombre de Cuesta del Rey Chico.
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Nota.- El autor de este
texto (extraido de “EL LIBRO DE LAS TRADICIONES DE GRANADA”), es el escritor y
cronista de la Ciudad Francisco de Paula Villa-Real y Valdivia, que nació en Mondújar (Granada) en 1848 y murió en
1908.
Después vinieron otros
nombres para esta cuesta -y es lógico-, debido a lo dilatado en el tiempo, de su particular
historia: Desde Cuesta de los Muertos,
que data de 1804, fecha en que quedan prohibidos los enterramientos
parroquiales y la creación del cementerio de las Barreras, en el antiguo haza
de las Escaramuzas (el actual cementerio de San José), hasta el más reciente de
Cuesta de los Chinos, apelativo
descriptivo, que hace alusión a su suelo siempre colmado de cantos rodados, caídos
de los taludes de las altas terreras que lo delimitan.
.
.
En cualquier caso, la cuesta
de este barranco ofrece actualmente, tras el reciente adecentamiento de 2000,
un aspecto encantador y mágico digno de su larga historia, capaz de
transportarnos por su soledad y entorno a épocas pasadas de la Granada eterna.
NITO
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