domingo, 27 de junio de 2021

LAS DARRÍADES



Al igual que Las Tiberiades, fiestas romanas organizadas en honor del río Tíber, Granada tenía su Darríades  particular en honor del río Darro. Así lo afirma  el gran maestro que fue Francisco Izquierdo en su obra “La Granada fingida”.

Quién me lo iba a decir a mí que aquellas antiguas celebraciones de las “Pasaeras(clic) del Darro, (la última fue en 1972), con motivo de la festividad de San Pedro, y que es una de las tradiciones más remotas y naturalmente adornado por el vicio del disfraz, son las Darríades. De herencia romana…. Y que justifica un fingimiento histórico más de la Granada insólita.

 

Arroyo de Aceituna (Cáceres). Las pasaderas y cucañas siempre han existido
 en ríos y malecones, pero que fueran fiestas a los dioses y de origen romano...

< Igualmente se producía un burdo simulacro con el divertimento de las pasaderas del Darro, jolgorio competitivo lastimosamente olvidado. En alguna ocasión, no ha mucho, se intentó recuperar el esparcimiento popular que, según Manuel Díaz Cañero, profundo sabedor de la cosa granadina, ingenioso maestro de la cerrajería, coleccionista de almireces y llaves de todas las épocas y vecino de pared por medio con el torreón del Abad, en el Albayzín, según Manolo Mudéjar, digo, las pasaderas tenían su origen en las Tiberiades, fiestas romanas organizadas en honor del río Tíber, durante las cuales, los naturales de Roma trataban de vencer la corriente de agua cruzándola de parte a parte sobre resbaladísimas cucañas.


Y era notable que, después de una pila de siglos, los penibéticos conservaran la costumbre de unos días lúdicos en honra del Tíber, adaptada al humilde Darro. Las pasaderas, piedras colocadas a modo de plintos para atravesar  ríos de poco caudal, eran utilizadas en Granada durante la sanpedrada o fiestas de San Pedro para poner a prueba cachonda a los más osados o jactanciosos, en memoria de la desconfianza del apóstol para echar a caminar sobre la traicionera superficie del lago Tiberíades. Además es la propia relación nominal del patrono de la feligresía y los cantos rodados del lecho del Darro: Pedro/ piedra…>

Fiestas populares de Granada

Quien mejor describe las pasaderas es Antonio Joaquín Afán de Ribera, en su libro Fiestas populares de Granada (año 1885). Con motivo del día de “el Santo de las llaves”, cuenta, los mozos solteros ensanchaban el cauce del Darro, con pozas, a fin de que no pudiera vadearse a saltos y fuese preciso cruzarlo por encima de tablas que tenían por apoyo dos gruesos peñones en los extremos. El misterio consistía en que las referidas tablas habían sido untadas con peguntoso  jabón, haciéndolas tan resbaladizas que, al andar por ellas, era necesaria la habilidad de un equilibrista para recorrerlas. También se utilizaban grandes lágrimas de San Pedro o pedrejones rodados, mondos y lirondos, a distancia de un paso unos de otros, pero embadurnados con grasa. La hazaña consistía en franquear de orilla a orilla las pasaderas, sin caer al agua de pozas y charcos.


“Son las cinco de la tarde, refiere Afán de Ribera, y la concurrencia es numerosísima. Una banda de música hacer oír sus acordes en medio del arrecife, pero los mozos decidores y las lindas muchachas que de los barrios han venido luciendo su precioso talle, sus ojos hechiceros, y su gracia y su limpieza, realzada con los trapitos de cristianar, es decir, la enagua de faralaes, el mantón de Manila y el manojito de claveles en el cabello, esas no tienen otra frase que la de “Vamos al río a recorrer las pasaderas”. Y consistía la gala de las mozuelas, unas a sabiendas y otras ignorantes, en atravesarlo, para beber y descansar en un manantial a que da nombre la Teja, por donde un hilo plateado iba a llenar el rústico recipiente.


 ¡Qué de bulla y jolgorio, cuando alguna forastera, moza de servicio, y más audaz que sus compañeras, intentaba la aventura, dando por postre un episodio de enseñanza libre de robustos cimientos y de ligas más o menos verdes o coloradas! ¡Qué de aplausos si unos pulidos novios, llevando las manos entrelazadas por balancín, salían sanos y salvos…! ¡Pues y cuando un discípulo de Baco quería lucir sus andares y se daba un baño, sirviéndole el refrescón de excelente medicina!  ¡Y la algazara de los chicuelos y gente menuda, que saltando como ranas apostrofaban a las tímidas, y eran el coro de los mozalbetes que con pañuelos llenos de garbanzos tostados obsequiaban a sus parejas, o requebraban a las prójimas que, en bandadas como las golondrinas, saltaban de piedra en piedra, enseñando unas cosas cuyo diseño debe quedarse en el tintero!”

Relata Don Antonio Joaquín la merienda en grupos, las borracheras, los dimes y diretes, incluso trifulcas, “aunque nunca llegaba la sangre al río”, las canciones con la coletilla de “San Pedro, como era calvo, / le picaban los mosquitos”,

A San  Pedro, como era calvo,

Le picaban los mosquitos

Y su padre le decía:

"Ponte el gorro, Periquito,

Que te pican los mosquitos".

Y el regreso a casa rendidos y mohínos. Al final de la descripción de las pasarelas, sentencia: “Pero los tiempos mudan y las costumbres populares tan arraigadas desde hace siglos, se van perdiendo en esta atmósfera escéptica e indiferente que nos rodea, y las antiguas fiestas donde el patriotismo y la religiosidad se mostraban, hoy cuando menos sirven de casos de burla, eclipsando aquellas hermosas luces de la alma, ante los resplandores del petróleo y los embates crecientes de la revolución universal”.

Con la desaparición de las pasaderas hemos echado en saco roto una de las más remotas diversiones populares de Granada y uno de los más antiguos fingimientos locales, ya que siendo un festejo pagano en honor del río de Roma, se cristianizó en homenaje al San Pedro desconfiado que daba trompicones sobre las aguas del lago Tiberíades.

BIBLIOGRAFÍA.

"La Granada fingida" de Francisco Izquierdo

"Miscelánea de Granada" de César Girón

IDEAL. Archivo fotográfico

NITO

.