martes, 30 de noviembre de 2021

LA ARQUITECTURA FINGIDA O IMAGINADA GRANADINA

                             


La arquitectura imaginada en Granada

 Durante los siglos XVII y XVIII las arquitecturas fingidas, imaginadas o pintadas, así como los trampantojos, ya fueran con motivos geométricos, arquitectónicos, florales o figurativos, o simplemente procurando un resalte de los materiales, fue una solución utilizado en construcciones civiles y religiosas de muchas ciudades y entre ellas, Granada.


Las decoraciones murales, nos cuenta Juan Bustos Rodríguez, fueron abundantes en las edificaciones granadinas de tiempos pasados. De manera especial en la próspera etapa de Carlos III, segunda mitad del siglo XVIII, en que se saneó la Hacienda nacional y se recuperó un tanto la maltrecha economía del país.


Fue tan señalada la abundancia de medios que tuvieron a su alcance de las gentes de posición de aquellos años, que –en nuestra ciudad concretamente- , no contentas con elevar el grado de comodidad de sus mansiones, idearon el embellecimiento del exterior de las mismas, surgiendo, entre otros, el fenómeno atrayente y culto de las más variadas pinturas en las fachadas, pinturas que solían reproducir elementos ornamentales antiguos o clásicos.


Esta novedad permaneció durante bastante tiempo. Recuérdese que cuando Teófilo Gautier, en pleno siglo XIX, visita Granada, se siente sorprendido ante el curioso aspecto de muchas casas decoradas llamativamente. “Son como arquitecturas simuladas -escribe el viajero romántico-, con profusión de adornos y bajorrelieves; todo se vuelven cuadros, rosas, óvalos, amores tripudos que sostienen utensilios alegóricos...”   El sagaz observador concluye diciendo: “Al pronto cuesta trabajo tomar tales cromos por habitaciones serias; parece que marcha uno siempre entre decoraciones de teatro”.


Durante su primera etapa en la Alcaldía granadina, Gallego y  Burín tuvo el acierto, en la plaza de las Pasiegas, por él mismo también reformada, de evocar en aquellas pinturas que fueron consustanciales con el aspecto de la ciudad durante muchísimos años. Y a tenor de su iniciativa se decoraron las fachadas de todas aquellas casas, excepto el Palacio Arzobispal. “Se ponía en marcha así -escribió Julio Juste- un programa de recuperación de una tradición granadina que los viajeros del siglo pasado, y en especial Teófilo Gautier, se habían percatado: el fenómeno de esta arquitectura imaginada”.

La decoración de los pintores Carazo y Palomares, de la llamada  “Casa de los Canónigos”, es el mejor exponente de tan afectada escenografía.



NITO
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