martes, 30 de marzo de 2010

EL PUENTE DEL PASO HONRROSO


"Pedal Genil" en el Puente del “Passo Honrroso” sobre el rio Órbigo.-

Durante más de un mes, aquí, en los talleres de La Murga y en nuestro correo interno, no se ha hablado de otra cosa más que de puentes: Que si puentes romanos, que si árabes, escondidos, virtuales, sepultados, a punto de caer, granadinos, rondeños… y cuando parecía que la cosa tocaba a su fin, me presento en Mérida y me embriago con su puente de 60 ojos romano y de postre, para rematar la tarea, con el coloso de Alcántara. ¡Qué larga lista de ellos, vive Dios..!

Pero para mí, y a fuer de sincero, hubo uno que me sublimó, transportándome al séptimo cielo. Lo conocí en 1993 en mi segunda peregrinación en bici a Santiago, y… ¡Mira que vimos maravillas de puentes en el Camino...!

Pasa por ser el más espectacular de la Ruta Jacobea y está asociado a una épica y romántica historia caballeresca que engrandece, aún más, sus diecinueve arcos.

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El puente del Paso Honrroso, en Hospital de Órbigo.

Fue una galopada impresionante de más de 54 kms. en una cegadora y calurosa mañana de Julio, al borde de la misma deshidratación, cuando entramos en Hospital de Órbigo por su famoso puente: El objetivo era descansar y sestear hasta la fresca, para completar la etapa del día, rondando el centenar de kms., pero sobre todo, catar las famosas truchas del Órbigo, que no las hay mejores en todo el reino de León,

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Ante el espectáculo del puente, olvidamos todos los demás objetivos y estando con las fotos, fuimos alcanzados por el grupo ciclista peregrino de Oficiales del Ejército de Zaragoza a los que habíamos batido noblemente dos horas antes, y que no pudieron aguantar nuestro ritmo. Nos felicitaron y mientras nos contaban la historia del puente, nos tomamos con ellos unas cervezas. Luego siguieron su camino.

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Allí estaba el puente todavía en pie, largo, huesudo y quebrado como espinazo de saurio. Y allí se extienden, cubiertas de chopos ceremoniosos y verdes, las llanuras de la ribera del Órbigo, a pocos kilómetros de Astorga y de la propia capital leonesa. Pero, ante esas llanuras y sus chopos verdes, nos asalta una pregunta: ¿Y los peregrinos, que, ajenos a toda lucha señorial, caminábamos o pedaleábamos cansados y confiados hacia Compostela...? ¿Podríamos pasar por el puente sin ser asaltados o descalamonados por los rompedores de lanzas? -Sí. Parece que si no se portaban armas o, en caso de poseerlas, se abandonaban -es decir si se aceptaba no poder defenderse, no ser nadie...con poder– se podía continuar el camino... ¡Qué tolerantes y humanos aquellos caballeros! Pero no mezclemos historias…

A Revolta Irmandiña, Xogo de Rol en vivo, Monterrei


El significado del combate llamado "paso".

.En el Medievo europeo había tres tipos de espectáculos con armas: los torneos, las justas y el paso. El paso prohibía pasar - de ahí el nombre - a todo caballero sin batirse en armas con el mantenedor y sus compañeros. En estos combates sólo se usaban la lanza y la adarga o escudo, amén de la loriga, cota y demás armamento defensivo. Los combates se hacían a caballo, enfrentando al adversario o buscándole en su huida, y, si era posible, persistían hasta lograr romper tres lanzas (esa era la regla común, que se debían romper tres lanzas con cada campeón o aventurero que llegase a la palestra). Si uno de los combatientes sacaba a su adversario de la montura, se daba por rota esa lanza, aunque no se rompiese en realidad.

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En principio podemos decir que el Paso Honroso fue un espectáculo con armas realizado por D. Suero de Quiñones a orillas del río Órbigo, en las proximidades del cruce entre los caminos de Luna y el que iba de León a Astorga. Y además que se desarrolló entre el 10 de julio y el 9 de agosto de 1434, con el "pretexto meramente literario" de honrar a la dama de la que estaba enamorado. Se trata de uno de los más famosos pasos de armas de la Edad Media europea, y es una de las muestras fehacientes del entorno y puesta en escena del Amor Cortés, puesto que los términos del paso quedaron fijados al entenderse el caballero "prisionero" del amor por una dama; y, en consecuencia, su rescate había sido fijado en trescientas lanzas, es decir, que para liberarse de su prisión, Suero de Quiñones, y los caballeros que le acompañaron, como mantenedores, debían participar en cuantos combates fuesen necesarios, en el paso, hasta quebrar trescientas lanzas, pues sólo así finalizaría la "prisión" del caballero, simbolizada mediante una argolla de hierro que Suero de Quiñones llevaba al cuello todos los jueves.

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NITO

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miércoles, 24 de marzo de 2010

LAS LLAVES DE NUESTROS MAYORES

La llave de los abuelos de Charo Martínez
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Relatos de nuestros amigos.

Siempre admiré aquellas historias de nuestro pasado, en que pueblos enteros fueron obligados a dejar el suelo de sus mayores que, como único ajuar permitido, se llevaron las llaves de sus casas, con la esperanza ciega de volver algún día. Son historias desgarradoras ante tanta arbitrariedad e injusticia. Es el caso de nuestros moriscos y judíos sefarditas.

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No sé por qué, pero aunque no exista un paralelismo semejante, nuestra amiga Charo, en una mañana lluviosa en que estábamos, con un grupo de Ofecum, refugiados en “Los Toneles”, me contó una tierna historia vivida por ella de niña, que me emocionó, haciéndome recordar aquellos otros dramas:

El Relato de Charo.

Cuando tenía once años, mis padres y yo fuimos a un pueblo de Sicilia dónde ellos habían nacido. Conocí a mis abuelos maternos por primera vez. Fue una experiencia extraordinaria, ir de la gran urbe de Nueva York, donde yo había nacido, a saborear un ambiente totalmente nuevo para mí: Conocer a parientes nunca vistos antes, vivir durante tres meses en la casa donde había nacido mi madre, andar por calles tan estrechas y ver coches tan pequeños que parecían de juguete.

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Por desgracia, mi abuela murió al año siguiente así que llegue a conocerla justo a tiempo. Muchos años después, en uno de mis viajes a Sicilia, vi una llave grande de hierro. Le pregunté a mi tía, su hija, si ésta era la llave que yo recordaba haber visto en las manos de mi abuela abrir esa puerta de madera de su casa. Me dijo que sí. Le pregunté si podía quedarme con la llave porque tenía mucho significado para mí. Me dijo que no. A continuación le dije que de todas los nietos, yo había conocido a la abuela por muy poco tiempo. Guardaría la llave como oro en paño. Mi tía se lo pensó otra vez y me entregó la llave en la mano. Le dí un montón de besos y abrazos y hasta hoy la llave ocupa un sitio especial en mi casa y en mi corazón como recuerdo de la casa de mis abuelos.

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Charo Martínez.

( Rosalie Cangelosi)

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miércoles, 17 de marzo de 2010

PERAS AL VINO TINTO


Poema de las peras en vino.

Con medio litro de tinto

y un kilo de ricas peras,

suele hacer mi amigo

unas cosas más que buenas.

(Es éste un postre exquisito,

es un postre de primera.)

Debe tomarse bien frío,

por eso se recomienda

que antes de ser servido

lleve un rato en la nevera.

Estos exquisitos versos (por lo dulces), tomados del blog “Alcázar de Venus”, me recuerdan una feliz velada celebrada en el “Califato de Jun”, donde el anfitrión nos obsequió a los postres con este sencillo, pero sin igual, plato.

Este es un postre clásico, ligero y delicioso. Merece la pena, desde luego, usar un tinto de cierta calidad y con cuerpo, ya que es la salsa en la que coceremos la fruta. Pero, para asombro nuestro, su autor, nos confesó haber usado el más humilde de los tintos de mesa que tenía a mano.

Normalmente se aromatizan con vainilla o canela y cáscara de cítricos, pero podemos aportar un toque exótico añadiendo unas vainas de anís estrellado y cardamomo, por ejemplo, o unos clavos de olor.

Ingredientes para 4 personas.

4 peras no muy maduras, 125 gr. azúcar, media botella de vino tinto con cuerpo, una cucharada de zumo de limón, la piel de una naranja o limón, un sobre de azúcar vainillado, pizca de canela molida, 2 clavos, anís estrellado (opcional) y cardamomo (opcional).

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Elaboración.

Pela las peras, que deben ser maduras pero firmes, para que aguanten la cocción. Quedan mejor si se dejan los rabos o pedúnculos.

Prepara en una cazuela de fondo grueso, del tamaño justo para que quepan las peras, un almíbar calentando el azúcar hasta que se derrita, sin caramelizarse. Añade en este punto el zumo de limón, la corteza de naranja y las especias.

Remueve unos segundos, riega con el vino tinto. Coloca las peras peladas en el jarabe y deja cocer, tapado, 30 minutos a fuego lento, o hasta que las peras queden muy tiernas. Comprueba la cocción insertando una brocheta o cuchillo fino, que debe penetrar fácilmente hasta el corazón.

-Deja enfriar en el mismo almíbar.

-Tiempo de preparación: 10 minutos.

-Tiempo de cocción: 35 minutos.

-Dificultad: Fácil.

Tiempo de preparación: 10 minutos.

-Tiempo de cocción: 35 minutos.

-Dificultad: Fácil.

Degustación, consejos.

Guarda en frío, con su jarabe, hasta el momento de servir. Sirve esta receta de peras al vino tinto en un plato de postre, regando con su salsa de vino y especias pasada por un colador o chino. Para rizar el rizo, nosotros, las acompañamos con chupito de “Pedro Ximénez”.

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NITO

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martes, 16 de marzo de 2010

EL EMBOVEDADO DEL RIO DARRO


Las obras de cubrir el río Darro a su paso por la ciudad de Granada duraron muchos años y transformaron radicalmente el aspecto de la ciudad.
Lo que para los viajeros románticos era una fuente de ensoñaciones, se transformaba para la visión de las distintas corporaciones municipales de Granada en motivo de repugnancia, rechazo, incomodidad y preocupación.
Repugnancia ante la existencia de un foco insalubre y de malos olores en el centro de la urbe por los constantes vertidos realizados al río por los talleres de curtidos y tintes. Rechazo ante el demérito que, para el ornato público de una ciudad que aspiraba a convertirse en moderna y burguesa, suponía el mantenimiento de unas construcciones consideradas deformes y ruinosas. Incomodidad para el desenvolvimiento del tránsito interno obstaculizado por la presencia del río y preocupación por el peligro que periódicamente suponían para la ciudad las crecidas del río.
Hubo un acontecimiento que aceleró enormemente la idea de cubrir el Darro y fueron unas terribles inundaciones acaecidas el 28 de junio de 1.835 al formarse un dique en el puente de Santa Ana por los arrastres de las casas ruinosas que hizo que el río se desbordara causando muchos daños en la parte baja de la ciudad, simultáneamente se produce otro acontecimiento que también influirá en la necesidad de cubrir el río y es el traslado del Ayuntamiento de la Madraza a convento del Carmen.
En el año 1836 se realiza el primer proyecto de cubrir el río entre los puentes de la Paja y del Álamo conocida como Ribera de Curtidores por el arquitecto Francisco Contreras pero han de pasar casi dos décadas, hasta 1854 para que el proyecto se reactive definitivamente, después de destacar otras opciones como la de desviar el río por un nuevo cauce de cerca de un kilómetro por encima de la ciudad y que atravesaba el collado de los Arquillos, en Jesús del Valle y llevar las aguas del Darro al Genil sin pasar por la ciudad proyecto hecho en 1837 por el ingeniero Manuel María Chavarri.
Las obras definitivas de embovedado del Darro , y la consiguiente formación de la calle Reyes Católicos, se iniciaron en 1854, durante la alcaldía de Mariano Zayas de la Vega.
El primer tramo en ser embovedado fue el comprendido entre del Puente de la Paja y la zona del Carmen según el proyecto de Antonio León y Lara que conllevó la apertura de las calles San Sebastián, hoy Salamanca y la del Príncipe.
El siguiente tramo fue el comprendido entre la Plaza del Carmen y el puente del Carbón según proyecto de Juan Pugnaire y se concluyó en 1858.
Hubo que esperar varios años para continuar con el siguiente tramo el comprendido entre los puentes del Carbón y el de San Francisco obra de José maría Mellado en 1867 y se terminó en 1877.
En 1878 de amplia el embovedado de Plaza Nueva hasta el puente de Santa Ana y se terminó en 1880.
El tramo siguiente se inició en 1880 y se empezó en Plaza Nueva hasta llegar al puente de san Francisco y lo realizó Cecilio Díaz de Losada terminándose en 1882.
En el patio del Ayuntamiento de Granada hay una estela en la que se lee: "La ciudad de Granada costeó estas obras de embovedado del río Darro. Las que se iniciaron en el año de 1854 y finalizaron en 1884".
Por último el tramo que quedaba descubierto, del puente de Castañeda hasta la desembocadura en el Genil se hicieron de 1936 al 1938 ya en plena Guerra Civil.
Embovedado (sepia)
Bibliografía:
"Colección Granada en tus manos", del periódico Ideal. Volumen 4 Centro Histórico I. Autores José Manuel Gómez-Moreno Calera, José Policarpo Ruiz Cabrera y Ricardo Anguita Cantero.
Antonio Montufo Gutiérrez