domingo, 15 de febrero de 2009

¿PARÍS EN LA GRAN VÍA...?

El capricho de un granadino

A fines del pasado siglo, los miembros de una naciente clase social granadina, la de los propietarios súbitamente enriquecidos con los bienes de sus fábricas azucareras; aquella burguesía, antes ociosa, que empezaba a sentirse atraída por los negocios, había descubierto París. El París resplandeciente de la era de general optimismo que se llamó “La belle apoque”. El de los grandes modistos, como Worth o como Poiret; el del “Moulin de la Galette”, pintado por Renoir y nuestros Santiago Rusiñol y Ramón Casas; el París de la legendaria “Bella Otero», que se acababa de batir en duelo a espada con otra bellísima “cocotte”, la famosa Lina Cavalieri; y, por encima de todo, el París que determinó los usos y costumbres, las tendencias artísticas y la moda del mundo entero, el prototipo de gran capital, con espaciosas avenidas, amplias calles y desahogadas plazas.
Un nuevo París, despejado, abierto, había nacido al dictado de la voluntad de un alcalde del II Imperio, quien consideró necesario eliminar buena parte de la ciudad vieja, con sus callejuelas retorcidas y sus rincones imprevistos, a fin de privar a los alborotadores de posibles escondites en motines y algaradas.

El radiante y luminoso urbanismo del París de la segunda mitad del siglo XIX, había correspondido más a una medida de policía que a un propósito de embellecimiento de la urbe. Pero el resultado fue aquel París, que se convirtió en espejo de la aparente felicidad del mundo.


La nueva burguesía granadina surgida con el auge de las industrias del azúcar, también peregrinó a París. Ellas, buscando las tiendas de los modistos; ellos, en su mayoría, acababan buscando los cabarets, donde decían que el amor era fácil. El nombre de la capital francesa fue dado en Granada a comercios de alto prestigio, sobre todo en modas y joyerías. Pero hay más. De París se calcó exactamente éste edificio, que todavía -y ojalá que por mucho tiempo- ennoblece y señorea una esquina de la Gran Vía con Reyes Católicos. La magnífica finca, ocupada y bien cuidada por el Banco Central primero, y ahora por La Caja Rural, es una fiel reproducción de otra que se levanta en el “Bulevar de los Italianos” parisiense. (Habría que pedirle a mi amigo Jean Nöel que la localice en París y le haga una foto).

La historia merece la pena. En un viaje a París, un importante anticuario granadino, Enrique Linares García, se quedó prendado de un edificio que había sido distinguido con el Premio de Arquitectura del Ayuntamiento de la capital francesa. El edificio es éste que tienen ustedes delante en cliché de sus primeros años: Porque el bueno del señor Linares, de regreso a Granada, había encargado al arquitecto Ángel Casas que le construyera, aquí, en esta esquina de la Gran Vía, una casa igual que aquella. No puede negarse el buen gusto del anticuario.

Tampoco dudar de la maestría del autor de los moldes de los adornos del suntuoso edificio, un artista carpintero ebanista y escultor, llamado Torres Rada, que tenía su taller en el Callejón del Tinte. La vieja fotografía nos permite disfrutar del golpe de vista de la noble fachada recién construida, cuando la casa empezaba a ser llamada “La Paz Chica”, en Granada aún no había automóviles y las farolas tenían una pomposidad italianesca.

Esta historia está basada en un relato de Juan Bustos.


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NITO

1 comentario:

Anónimo dijo...

Leyendo su blog y agradeciendo su dedicación.
¿París en la Gran Vía?. Sobre esta casa tan emblemática para nosotros, sobre todo los que ya no vivimos ahí.
Buscando en Google Maps en 101 Rue de Richelieu, París, Francia, puede que sea la original.
Un saludo agradecido.Javier