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Así, del modo más tonto que imaginarse pueda, pero del modo más trágico, se perdieron en 1562 en esta Bahía 25 galeras y 5000 vidas, además de los sueños de Felipe II, por un tiempo, en su política de dominio y control del Mediterráneo.
Los datos fueron recogidos en una tesis y posteriormente en un libro por la profesora María del Carmen Calero Palacios. En marzo de 1990, se colocaba un monumento al "Hombre de la Mar" realizado por el escultor granadino, Miguel Moreno Romera.
Monumento a los hombres de la mar
He aquí el relato: "El domingo 18 de Octubre de 1562, concluidas las operaciones de pasaje y aprovisionamiento viendo D. Juan que comenzaba a correr viento de levante y el mar presagiaba borrasca, sale del puerto de Málaga con 28 galeras. Según la relación de Figueroa, testigo de los hechos, la armada avanzó hasta las puertas de "Vesmiliana" (junto al actual Rincón de la Victoria), donde empezó a correr viento de tierra. En este lugar la galera Caballo de Nápoles embistió a la Soberana de España, el choque hizo saltar el timón de esta última y tuvo que ser remolcada por la Renegada y la Esperanza.
Continuaron la navegación en malas condiciones, agravadas por la aparición de viento Sur, temido de todo marinero. La lluvia comenzó a hacer estragos en galeras y tripulación, al amanecer llegaron a la altura del río de la Miel, cambiando de nuevo el viento a Levante. La situación obligó a batir tiendas y aumentar la boga; al fin tras una noche de remar intensamente consiguieron entrar en la Herradura.
Serían aproximadamente las diez del día siguiente, 19 de Octubre, cuando comenzaron a situarse en la punta de Levante de la bahía. En una hora se dispusieron las galeras desde dicha punta hacia tierra; en primer lugar, la Soberana seguida de la Mendoza y San Juan, a continuación todas las demás. La Capitana, Patrona y Esperanza, estaban en el centro de la escuadra.
El peligro parecía haber pasado; el tiempo aclaró y la Punta de la Mona resguardaba de Levante. Los galeotes herrados pedían la libertad, pues así lo autoriza el Rey en estos casos. Había pasado solamente una media hora de estar anclados, cuando de nuevo tornóse el viento Sur y sobrevino el temporal con tal violencia, que no les dio tiempo a levar anclas y trasladarse al otro lado de la bahía (Cerro Gordo) ni dar la vuelta a la Punta de la Mona. Al cambiar el viento las galeras quedaban batidas abiertamente, habían buscado el refugio del Levante y el viento Sur las empujaba de frente.
El mar creció y la furia de las olas movía las galeras de un lado para otro sin control, pese a que intentaron sujetarlas con dobles hierros, operación que provocó las murmuraciones de la tripulación porque no se solía echar más de uno en estos casos. Don Juan de Mendoza mandó soltar los galeotes y dio voces a las demás galeras de que hicieran lo mismo. La galera Capitana de Nápoles levó anclas pero con tan mala fortuna que fue a dar en las rocas y arrastrada por el mar hasta la playa encalló; el timón de la galera Santangel saltó y fue arrastrada por las olas hasta la playa; la Patrona y Caballo de Nápoles dieron la vuelta sobre sí mismas, e inmediatamente todas las galeras comenzaron a chocar unas con otras, destrozándose o hundiéndose. Los supervivientes se tiraban al mar pero la resaca, maderos y toda clase de objetos flotantes acababan con sus vidas.
Las galeras Brava, Renegada, Estrella y Esperanza, se habían perdido, el número de las hundidas era ya de diecinueve. La Capitana de España, quebró el árbol y fue embestida por las olas hasta atravesarse y hundirse.
A la una del día se acabaron de perder las galeras; a las cuatro de la tarde comenzó a calmar la tempestad, tres horas de tragedia habían bastado para acabar con la escuadra española. De las veintiocho galeras, veinticinco habían quedado en La Herradura. En el fondo del mar, duermen el sueño del paso de los siglos, cubiertos sus restos por bancos de arena"
NITO
2 comentarios:
Me ha resultado un estudio muy interesante y más para un amante de la historia y que además le encantan los temas marineros y lo vinculados a la mar. Sí señor, chappeau.
Antonio Montufo Gutiérrez
Yo lo he contadc de memoria, con muchas inesactitudes.
Los escribanos del marquesado, relatan que aquel dia y en aquella hora un vendaval terrible derribo casi todos los árboles de la zona.
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