La Ribera de la Cañamiel de Granada.
Juan de Dios de la Rada y Delgado (1869), al fin de una exhaustiva descripción de la provincia de Granada, decía: “De caminos vecinales casi no debe hablarse, pues están en un deplorable estado de abandono
¿Les suena la vieja canción? Pues les va a sonar, murgueros. Andaba rebuscando entre mis antiguos recortes de prensa para ver de entresacar algo que llevarme a la tecla, cuando me encontré con el pensamiento del gran Francisco Izquierdo. A pesar de lo antiguo del artículo, a pesar de lo antiguo de las citas que hace, sigue siendo de rabiosa actualidad un viejo problema, ya endémico, granadino y todo a pesar, para nuestro lamento, de la recién rematada autovía que poco o nada nos ha resuelto.
Línea Alameda-El Palo
...Añade, teniendo en cuenta que sólo existía vía férrea de Granada a Loja, “que para llegar a Granada hay necesidad de dar un larguísimo rodeo. Si los granadinos hubieran conocido sus verdaderos intereses, habrían procurado establecer una línea de ferro-carril directamente para la Corte y hubieran hecho otra directamente para alguno de los puertos de sus costas, con lo que éstas habrían tomado toda la importancia a que sus especiales condiciones las llama, y la capital y la mayor parte de las poblaciones habrían tenido vida propia, sin quedar en esta parte tributarias de Málaga”.
Salobreña
De caminos más vale no hablar, sollozaba De la Rada, y así hemos estado más de cien años, lamentando que una distancia relativamente corta hasta el litoral granadino fuese tan enormemente dilatada y difícil por el trazado y la condición de las carreteras. Unos años antes, Miguel Lafuente Alcántara (“El viajero en Granada”, 1843) escribe: “Vergonzoso es, pero necesario decirlo: la provincia de Granada, aunque bañada por el mar, no tiene fáciles medios de viajar ni de conducir efectos a las playas ni al extenso litoral que hay hasta Almería y Málaga. Arrieros, dueños de recuas de burros y mulos, son los que mantienen, al través de caminos ásperos y difíciles, comunicaciones con los pueblos marítimos; hasta tanto que el arrecife de Granada a Motril quede definitivamente concluido, es necesario valerse de cabalgaduras lentas e incómodas”. En esa época, hace siglo y medio, tan sólo los jueves y los sábados existía servicio de viajeros con la Costa y, por supuesto, de correos.
Recalando en el puerto de Motril
En 1893, funcionando ya la línea de Ferro-carriles Andaluces, el enlace con Motril lo explotaba la compañía de diligencias “La Motrileña”, eso sí, con servicio diario de pasajeros, tardando seis horas en la ida y nueve horas en la vuelta, por ser cuesta arriba. “La Motrileña”, además, disponía de carretones denominados galeras para portes en general y de mensajería (carruajes para servicio público discrecional) que, siendo diarios y con rigurosa hora de salida, jamás se sabía cuándo llegaban a destino. Mi madre (perdón por el ejemplo familiar), en 1912, tardó cinco horas y media en llegar a la orilla del mar en coche de “La Motrileña”. El que esto escribe, en 1939, consumió tres largas horas de automóvil en arribar al Varadero.
Azucarera motrileña
NITO
2 comentarios:
No sé de dónde te has inspirado para este artículo pero me parece muy bien expuesto, documentado, bien redactado y sobre todo que llegas a la conclusión de que poco se ha avanzado en las comunicaciones entre Granada y la costa.
Anonio Montufo Gutiérrez
No sé de dónde te has inspirado para este artículo pero me parece muy bien expuesto, documentado, bien redactado y sobre todo que llegas a la conclusión de que poco se ha avanzado en las comunicaciones entre Granada y la costa.
Anonio Montufo Gutiérrez
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