LOS CHUMBOS ANISADOS Y LA PLAYA…
Es hora de ir a por el pan y el periódico, de poner en marcha el café matutino y la intranquilidad de no saber qué hacer con nosotros mismos en una mañana húmeda de playa. Por suerte o por desgracia, yo sí sé lo que tengo que hacer hoy: ir a comprar chumbos. Mientras muchos van a por churros a mí en verano me encanta ir a comprar chumbos, una fruta que es la metáfora del tráfico de nuestra Costa: tienen el poder de atrancar cualquier vía de comunicación.
Y allí estaba, como todas las mañanas. Me echa el brazo por encima y me arrastra junto a la abierta ventana que hace las veces de mostrador del bar…
¡Niño, marchando dos copichuelas de aguardiente…!
¡Ponlo del seco…que tengo hoy la boca más fea…!
Tal parece que la marea no quiere despejar,¿verdad, don Juan…?
¡Maestro! Yaya pelando mientras algunos chumbos.
-Y nos lo arrima aquí al mostrador…
¡Ah, y escójalos de los coloraos y bien maduricos…!
Que me voy a soplar un copaso, con aquí mi amigo…
pa vé si se me va la reuma de la mar.
-Luego contamos las cáscaras, ajustamos y en paz.
Esto pasaba siempre que yendo muy de mañana a comprar chumbos a la puerta del bar Bahía, me topaba con el tío Manué el de la Fonsica.
Lo malo del caso era que se acababa el suministro de los chumbos, pero no el del aguardiente, al que seguía el del coñac, el del carajillo… Y cuando se enredaba con otros parroquianos con las cosas del Madrí, y ya ni me veía, yo, próximo al infarto, tomaba las de villadiego y terminaba la mañana en la playa recostado a socaire del costado de alguna barca, leyendo la prensa del día… y viendo cómo se iba armando el poniente que acabara de levantar la húmeda neblina.
Ya no está Manué, el de la Fonsica. Ya no catará, ni mas higos chumbos ni más aguardiente mañanero, pero… ¡que le quiten lo bailao…!
NITO
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