Existen varias versiones de
esta leyenda, pero la más original y con la gracia “granaína” innata que le
caracterizaba, es la de Francisco Izquierdo en “El apócrifo de La Alpujarra Alta” -1969- contada por el
maestro del pueblo de Bubión:
“EI castaño era alto como el Alto de la Cañada
de las Majaíllas y recio como treinta bueyes cogidos por el ronzal. En sus
ramas cabían todos los jilgueros y todas las alondras del Magalite. Por el
otoño, cuando se le iban las hojas, éstas, puestas unas sobre otras, subían una
docena de varas, rojas como la sangre y olorosas a canela húmeda.
En tiempos, en la copa del árbol vivió un águila imperial y su corte de alcaudones, quinientos pájaros de presa con el cuello negro y la mirada redonda como el brocal de un aljibe. En tiempos, en el hueco del árbol hubo una aljama y en ella se reunían hasta veinticuatro moros importantes. En tiempos, el castaño fue telar para tejer lienzo y vivían en él diez muchachos y su madre, la hilandera. La enramada cubría un marjal y resguardaba del sol y de la lluvia a la mujer, a sus hijos y a todas las madres y sus hijos de Bubión. EI castaño era templo, plaza, alegría, velatorio, fiesta, guerra.
El castaño, además,
tenía poderes únicos: convertía en veletas a las serpientes que reptaban el
tronco en busca de pájaros; durante las tormentas, el castaño transformaba las
chispas eléctricas en arcos iris; sus sombras sanaban a los lisiados de la
guerra, a los leprosos, a los estériles; su corteza, en tiempos de hambre, se
hacía pan de higo. Dicen que el castaño, en la noche de San Juan, se
metamorfoseaba en legión de sarracenos y cabalgaba las cumbres de Sierra Nevada
con la algarabía y el estropicio de los mejores tiempos de la sublevación
morisca. ¡Ay del que tropezara con el castaño convertido en animal bélico…!
-Y eso, ¿cómo puede
ser? preguntó el feudal.
-Pues siendo, -¡ea! respondió su secretario.
-Mira, tú, manda
razón y que le busquen averiguaciones.
Hechas las
averiguaciones y vistas las referencias se cayó en la cuenta de que el árbol
era, aparte su madera y sus cobijas irracionales, “una cosa mala con ánima”.
-Que se le juzgue por
antinatural.
-Sí señor.
-Y por brujería.
-Sí señor.-
Y por planta vegetal
que es demonio.
Fueron necesarios
seis consejeros y dos escribanos, todos expertos, amamantados por la
Inquisición, cultos en el arte de las averiguaciones, duros como el pedernal y
católicos desde cien generaciones. Al castaño se le puso juicio una tarde de julio,
con la calor fuerte, y los jueces y los escribanos y el público se cocían al
sol, pero no dejaron que las sombras del árbol les tocara el cuerpo.
-Preguntamos si has
consentido y creído que Cristo no sea Dios.
“La planta no
responde”, susurró un escribano.
-¿Por qué no
responde? -indagó el presidente.
-No lo sabemos, señor presidente.
-Segunda pregunta -señaló
el juez mayor.
-Preguntamos si,
aparte las dudas sobre la fe de Cristo, como dicho y confesado habéis por el
silencio, tuvisteis fe y creísteis en la secta de Mahoma.
Se hizo por segunda
vez la segunda pregunta.
“El árbol no
responde, señor juez”, repitió el escribano correspondiente.
-No responde, ¿eh?
-No, señor.
-Mal, muy mal. Échale
otra interrogación.
-Preguntamos si
tenéis alguna inteligencia con espíritu maligno de los que suelen traer y
convocar a lugares negros y en formas diversas.
Un golpe de viento
agita las hojas del castaño y de su enramada desciende un frescor a sombra y
dulzura. Los presentes se apartan vivamente para que no les toque el aire impuro.
-¿Es una
respuesta?-quiere saber el juez mayor.
-No creo, señor.
Parece voluntad de Dios Nuestro Señor al mover el viento entre las ramas de una
de sus criaturas.
-Hazle una última
pregunta y si no contesta, decidiremos.
-Preguntamos si
tenéis relación directa o indirecta con Zaquiel.
-¿La tenéis?-insiste
el segundo escribano, impaciente.
-¿Qué dice?
-No dice nada, señor
juez.
-¿Cómo es posible?
-Tampoco lo
entendemos nosotros-agregan los consejeros.
-Mal, pero que muy
mal -el juez sacude la cabeza.
Bajo el calor
tremendo del día de julio, los del tribunal deliberan, pero no mucho, que la
sentencia era clara. EI Comendador, bajo sombrilla, que para eso es amo y
señor, atiende a los justicias.
“No responde, no
responde”, condenan los consejeros.
-¿Hacen falta más
pruebas? -pregunta el amo.
-Creemos que no, señor.
-Pues haced justicia.
En su silencio hallaréis la culpa. Quien calla, otorga.
Fue sentenciado a la
hoguera. Por brujería, por tratos con el Maligno, por rebelión ante la
justicia, por desprecio al Comendador de Castilla. Tardó en arder completamente
dos semanas justas, y en el último día de su tronco enorme, surgió un pajarraco
negro que huyó a los montes blasfemando horriblemente.
-¿Qué gritaba el
pájaro? -pregunta el cronista a Salvorico Bu, que asiste a la historia sin
pestañear.
-Era una urraca.
-Pero, ¿qué gritaba? -insiste
el cronista.
-” ¡Voto a Satanás,
que me quemo!”.
BIBLIOGRAFÍA.-
Tomado de www.aldearural.com
NITO
1 comentario:
Maravillosa y mágica leyenda.
Neni.
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