El Cobertizo de Santo
Domingo, es una estrecha calle que discurre por el lado izquierdo de la Iglesia
de Santo Domingo. La denominación “cobertizo” o “pasadizo volado”, son elementos arquitectónicos que unen dos
edificios fronteros por su parte más alta, con el fin de facilitar la
comunicación entre ambos, normalmente de un mismo propietario.
Su origen se remonta, normalmente, a las ciudades andalusíes de calles laberínticas, curvos trazados, arcos, recovecos y adarves o callejones sin salida. En 1530 se promulgó una ley que prohibía construir nuevos balcones, saledizos y pasadizos, para evitar la falta de higiene o de luz que pudieran causar, y la fácil propagación de incendios entre dos viviendas en las estrechas calles medievales. El origen de esta calle granadina que comentamos hoy, se remonta a finales del siglo XV.
En esta minúscula y enigmática calle encontramos, por
añadidura, elementos tan notables como el Convento de las Comendadoras, y el Convento de Santa Cruz la
Real. Y anejo al Cobertizo de Santo
Domingo, se encuentra el antiguo Hospital y Casa de la Seda. Fundados en 1511,
el hospital atendía al colectivo de los trabajadores de la seda, cuya misión
era pesar, medir y certificar la calidad de la misma. La seda, fue el soporte económico del Realejo durante
los siglos XVI y XVII.
Sin embargo, lo más singular del Cobertizo de Santo Domingo es el tesoro que esconde, y que, por lo general, pasa desapercibido. En el salto que da lugar al túnel abovedado, se ubica el Camarín de la Virgen del Rosario.
Balcón del Camarín de la Virgen del Rosario.
El camarín representa el
barroco en todo su esplendor y está
exuberantemente adornado. Como nota curiosa, cabe añadir, que por esta singular
calle pasa el Camino de Santiago andaluz o Camino Mozárabe, que partiendo de la
calle Seco de Lucena, nos lleva hasta
Santiago de Compostela unos 1.000 km después.
Lugares de Granada como
éste, escribía el cronista de Granada Juan Bustos, invitan a realizar un viaje
a un tiempo ya pasado. A la entrada de este pasaje o cobertizo de Santo
Domingo -uno de los pocos que subsisten
en nuestra ciudad-, debería advertirse al viandante: “¡Cuidado, acaba usted de
entrar en otro tiempo!”.
Quien busque una ciudad de
otra época, quien busque una estampa del pasado, aquí lo consigue plenamente.
En la puerta claveteada, en un buen balcón de hierro forjado, en la portada
hecha en piedra de Sierra Elvira tallada, en la influencia de la composición y
detalles arquitectónicos de Alonso Cano y de la escuela granadina, todo respira
un ambiente de una época ciertamente brillante para recreación de las más
hondas y legítimas claves artísticas y ambientales de la ciudad.
¡Que embalse de eternidad
hay en este palmo de terreno! : Diáfano, como ópalo volatilizado, flota en el
aire y acaricia dulcemente todo lo que existe, todo lo que respira, con su
hálito vaporoso y aterciopelado.
La descripción es exacta
para este enclave de nuestro más viejo callejero, antaño de continuo transitado
por los nobles artesanos del “torcido de la seda”, tan vinculados a la
construcción de la vecina iglesia de Santo Domingo.
Hoy, entre el humo, el
cemento, el ruido y la prisa que rondan el lugar, también es posible escuchar
la calma antigua y los silencios hondos de la vieja Granada, esa alma de Granada
que atrae, que subyuga, que domina y esclaviza.
Cualquiera, con
sensibilidad, puede percibirla, por ejemplo, en la extraña sonoridad de los
pasos al cruzar este cobertizo.
NITO
BIBLIOGRAFÍA:
Blog “Por las calles
de Granada”.
Dialnet “Pasadizo o
“sabat”, un tema recurrente
“Laberinto de
Imágenes y Recuerdos” de Juan Bustos Rodríguez.
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