El
horologio o reloj de candela de la Alhambra
La exposición de ingenios
mecánicos de la ciencia nazarí del Pabellón de al-Ándalus y la Ciencia, de la Fundación
El Legado Andalusí, alberga un curioso instrumento. Descrito por el historiador,
filósofo y poeta árabe Ibn al-Jatib (1313 1324), el reloj de candela de Mohamed
V, tiene un sentido simbólico inspirado en el hermetismo árabe.
En su manuscrito Nufada III, Ibn al-Jatib describe este reloj, minkan, o mankana, que se utilizaba para marcar las horas durante el Mawlid del año 764 de la Hégira correspondiente al año 1362 de la era cristiana. La Hégira designada migración del profeta Mahoma de la Meca a Medina, en septiembre del año 622 después de Cristo. El Mawid es la fecha en la que el Islam celebra el nacimiento del profeta Mahoma aunque el Corán no lo menciona, e incluso, desaconseja esta celebración: “No exageréis con respecto a mí como los cristianos lo hicieron con el hijo de María. No soy más que un siervo temerosos de Alá”.
Algunos teólogos islámicos
se han opuesto a esta práctica a lo largo de los tiempos considerándola ajena a
la religión musulmana. Esta celebración procede probablemente de las influencias
cristianas que festejaban la Natividad de Jesucristo.
A pesar de esta oposición
teológica, miles de musulmanes celebran el Mawlid con cantos y oraciones. En
algunos países se organizan desfiles y, con el tiempo, se ha adoptado la
costumbre de lanzar fuegos artificiales.
La función del reloj de candela de Granada era precisamente marcar las horas de la celebración de la Natividad islámica en la residencia del sultán de la Alhambra Mohamed V (1338-1391), rey nazarí del reino de Granada y el primero en poseer una máquina que marcaba las horas nocturnas. Ibn al-Jatib detalla su funcionamiento en Nufada III: Un mueble o cajón de sección dodecagonal, de madera, de una braza de alto (de 165 cm a 170 cm.) y, en cada uno de sus lados, un nicho en forma de mihrab totalmente cerrado con una ventana con pestillo y recubierto de decoraciones polícromas. En la parte superior había una vela encendida, dividida en 12 partes, una por cada hora.
De cada división salía un hilo de lino; 12 hilos en total, atados cada uno a cada uno de los pestillos, impidiendo que se abrieran. En el tímpano del arco de cada mihrab, un hueco hexagonal, cuya función era dejar caer una bolita de cobre al final de cada hora, servía también para detener una varilla de hierro unida a cada pestillo.
Detrás de cada ventana, la
varilla impedía que la bolita cayera antes de tiempo. Tras cada ventana también
había un personaje sosteniendo una hojilla de papel que contenía un verso,
anunciando la hora. Cuando el fuego consumía la vela y la hora llegaba a su fin,
el hilo del lino ardía, liberando así el pestillo que soltaba la varilla que, a
su vez, permitía a la bolita caer en una de las bandejitas de cobre. Esto causaba un llamativo sonido al tiempo
que caía la hojilla de papel con la hora en verso que el encargado del reloj,
el recitador, declamaba.
A lo largo de los tiempos,
esta máquina movida por el fuego de una vela y por el aire provocado por su
forma hueca despertó la curiosidad de muchos. En cada prueba, tanto su
funcionamiento como la indicación de las horas eran exactos, probando así que
su ingenioso diseño se ha mantenido inalterable hasta hoy.
Simbólicamente, la presencia
del mihrab en el reloj alude al carácter sagrado del tiempo: el mirador es el
nicho en forma de ábside en una mezquita que indica la dirección de la ciudad
Santa de la Meca hacia la que los musulmanes dirigen sus oraciones. Además, las
doce bolitas del reloj son de cobre, un metal asociado por los alquimistas
árabes con el planeta Venus, considerado como el alter ego de la Luna cuyo cuarto creciente es el símbolo del Islam.
Estas bolitas estriadas
simbolizaban pues la Luna, con sus cráteres, iluminada por el Sol, representado
por la vela.
Nos cuenta Antonio
Fernández-Puertas, catedrático de Hª del Arte Musulmán de Granada, que:
“El
horologio no era máquina conocida en la Granada nazarí pues excitó la
curiosidad de los asistentes, la cual se accionaba al quemarse el pabilo del
cirio y su interior hueco expandía el sonido de la caída de una bola. Cada doce
horas se tenía que reponer un nuevo cirio y empezar de nuevo su funcionamiento:
cerrar los mih rjhs, o ta’qas, colocar las bolitas de los platillos en los
huecos hexagonales, y un nuevo cirio dividido en partes por doce cuerdas a las
que se ataban otra vez las cabezas de los pestillos que cerraban el horologio.
Aquella
noche del mawlid del 1362, la del 30 al
31 de diciembre, se leyeron los correspondientes poemas de las sucesivas horas.
Este mismo programa se repitió las restantes noches de la semana. A pesar de lo
primitivo de su mecanismo Ibn al-Jatib especifica que el funcionamiento fue
perfecto, se siguió el paso de las horas, y añade que era ligero de trasladar
al estar hecho de madera hueca. La última bola o piedrecita que cayó, marcó el
momento preciso de la oración del alba.
Es interesante anotar que Ibn al-Jatib debió ver su interior “hueco” desde la escalera que usaría el encargado, porque no tenía tapa horizontal que impidiese el poder trabajar en su interior sin trabas y ampliaba la limpia y clara expansión del sonido de la hora”.
NITO
SE HA CONSULTADO.-
“La Granada Insólita y Secreta”
de César Requesens.
Diario “IDEAL”: Las horas nazaríes por
Fernández-Puertas.
Biombo Histórico Blog: El horologio de
la Alhambra.
Legadonazaríblog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario