También es casualidad y
tino, el que yo estuviera preparando un artículo sobre la heladería “Ios
italianos” y la muerte de su dueña, cuando me sale al paso un anuncio de prensa
de esta semana declarando vencedora una quintilla para las Carocas del Corpus
de este año, que hace referencia a esta entidad.
“El concurso de
Quintillas del Corpus se falló ayer y la estrofa ganadora rinde homenaje a
Cecilia de Rocco Pieruz, propietaria de la heladería de Los Italianos,
fallecida el pasado mes de abril a los 86 años. El autor de los versos es
Manuel Miguel Mateo Sánchez. La selección de los textos da el pistoletazo de
salida a los preparativos de la Feria, que se celebra del 10 al 17 de junio”.
“Este año se han presentado
377 quintillas, de las que sólo 20 se expondrán junto a sus carocas
(ilustraciones) en la plaza de Bib-Rambla durante la semana de las Fiestas del
Corpus. Las 20 quintillas seleccionadas serán premiadas con 90 euros cada una de
ellas y la vencedora recibirá otros 90 euros adicionales y será conservada, una
vez ilustrada, como propiedad municipal.
El ilustrador Mesamadero
será el encargado de dar vida gráfica a los poemas caroqueños, con ironía y
gracia como de costumbre, para que luego carocas y quintillas sean expuestas en
la plaza de Bib-Rambla con el propósito de arrancar la sonrisa o la identitaria
malafollá de los paseantes”.
La pequeña historia de Paolo
di Rocco y los helados de “Los Italianos”.
Pero, ¿cuáles fueron los
orígenes de “La Veneciana” (que así se llamaba en origen a “Los Italianos”),
¿quién era Cecilia de Rocco para Granada…?
En la alegre década de los
años 20 Paolo di Rocco Vivía en la Vall Zoldano, un pequeño pueblo alpino del
Véneto italiano, cerca de la frontera austriaca. Estaba felizmente casado con
Italia Pieruz, tenían dos hijas Benita y Cecilia, y se ganaba la vida, como
todos los del pueblo, vendiendo sus propios helados con un carro ambulante por
todo el norte de Italia.
Una vida dura y una competencia feroz en un país en
donde todo el mundo hace helados. Por eso, cuando Paolo heredó la mitad de la
casa paterna decidió quemar sus naves. Se la vendió a un hermano y, con el
dinero fresco en el bolsillo, se decidió a emprender la gran aventura: Montar
un establecimiento de su propiedad en algún lugar de Europa. Pudo ser Alemania,
pero ya estaba llena de paisanos, y finalmente eligió España.
Lo intentó primero en Oviedo
y en Málaga hasta que un día, que estaba limpiándose los zapatos en la calle
Larios, pensó en Granada aunque sólo la conocía de nombre. Dicho y hecho. En un
autobús de Alsina llegó a la ciudad y desde Puerta Real vio las nieves que
blanqueaban la sierra. Se le cayó el mundo encima. Venía desde Italia a las
nieves granadinas ¡para vender helados! Soltó un sonoro taco en italiano y se
fue a la Virgen de las Angustias para solicitar asesoramiento divino. Parece
ser que recibió un consejo tan bueno que desde ese momento no dejó ni un solo
día de hacerle una visita a la Virgen.
Michelle Obama
Todo eso lo recuerda Cecilia
di Rocco, que llegó a Granada con siete años y aquí se quedó en la heladería
que fundó su padre para vender a los granadinos unos helados buenísimos “que no
tienen otro secreto que utilizar ingredientes de la mejor calidad y en la
cantidad necesaria como esas carísimas barras enteras de vainilla que vienen
desde Tahití”.
Paolo di Rocco invirtió
todos sus ahorros para montar un local en la Gran Vía 4, previo traspaso del
estanco que allí existía. Compró una máquina vienesa de segunda mano a un
paisano de Valencia y contrató cuatro dependientas que no necesitaba, porque
“miseria llama a miseria” y, aunque no tenía para malgastar y las ventas no
eran tan grandes, mi padre busco las niñas más bonicas para el mostrador.
Los helados italianos, sobre
todo la cassata que “desde 1936 sigue siendo la especialidad
más vendida y exactamente igual a aquella que mi padre aprendió en Italia”. En
aquellos tiempos Granada sólo conocía los helados valencianos de Monerris, en
la calle Reyes Católicos, por quienes el signore Rocco sentía un gran respeto
ya que “hacía muy bien el helado de turrón”. Y, además del turrón, La
Veneciana, que así se llamaba realmente lo que todos hemos conocido siempre por
Los Italianos, incorporó la elaboración de variedades como la crema tostada y
el bombón helado “que nosotros no sabíamos lo que era y yo lo compraba en
Monerris cuando iba al Cine Regio, sin que mi padre se enterara,
naturalmente”.
Llevaba dos meses escasos
abierta la heladería de Paolo di Rocco cuando estalló la guerra civil española.
La cosa no estaba para helados y don
Pablo se desesperaba al ver sus ahorros en peligro, además de sufrir la
separación de su familia. Por eso Doña Italia se lio la manta a la cabeza y, en
cuanto pudo, se vino con sus hijas a esta España convulsionada. Vivía la
familia en el altillo de la parte trasera del establecimiento donde “mi tío
Hugo, que era muy alto, tenía la cabeza llena de chichones por los porrazos que
se daba”.
A Cecilia di Rocco se le
aguan los ojos cuando recuerda aquellos días y, sobre todo, cuando aflora la
figura de su madre que “se levantaba a las cinco de la mañana para trabajar en
el obrador y aún tenía tiempo para obsequiar con un café a los taxistas de la
calle Almireceros”. Unos taxistas que veneraban a Doña Italia y no querían
cobrarle a Cecilia porque era su hija. De su padre recuerda Cecilia que hablaba
con las eses, “como si fuera de Valladolid” y que, como le
gustaba darle al tinto en las bodegas de la calle Elvira, a veces se pasaba de
dosis y “le daba por cantar óperas de Verdi, lo del vino que tiene Asunción y
remataba el concierto, Asturias patria querida”.
Cuatro hijos tuvieron
Italia y Paolo pero solo una de ellas, Valentina, ha tenido descendencia para
continuar la saga y el negocio. Don
Paolo murió en 1970 de un tumor en del esófago y se quedó para siempre en
Granada. Tuvo un entierro multitudinario donde se puso de manifiesto el cariño
de los granadinos hacia su persona y hacia el negocio que fundó en mayo de 1936
para endulzar y enfriar las gargantas de sus clientes locales y los millones de
turistas que han pasado por los italianos en tantos años de existencia.
No queda huérfana la
heladería más querida de Granada, que queda en buenas manos:
la receta maestra de los postres ideados por Paolo de Rocco pasa ya por la
cuarta generación. Y seguirá escuchándose en nuestras calles aquello de
"ya es primavera, ha abierto Los Italianos".
NITO
BIBLIOGRAFÍA.-
Prensa Ideal de Granada
Granada: Un siglo de
anécdotas de José Luis Entrala
2 comentarios:
Oportuna y refrescante entrada que refleja el popular establecimiento que ya forma parte del tipismo granadino
Oportuna y refrescante entrada, con todo merecimiento para la familia Rocco
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