sábado, 3 de junio de 2017

LOS HELADOS DE “LOS ITALIANOS”



Un texto poético sobre la propietaria de la heladería Los Italianos gana las Quintillas

También es casualidad y tino, el que yo estuviera preparando un artículo sobre la heladería “Ios italianos” y la muerte de su dueña, cuando me sale al paso un anuncio de prensa de esta semana declarando vencedora una quintilla para las Carocas del Corpus de este año, que hace referencia  a esta entidad.


  “El concurso de Quintillas del Corpus se falló ayer y la estrofa ganadora rinde homenaje a Cecilia de Rocco Pieruz, propietaria de la heladería de Los Italianos, fallecida el pasado mes de abril a los 86 años. El autor de los versos es Manuel Miguel Mateo Sánchez. La selección de los textos da el pistoletazo de salida a los preparativos de la Feria, que se celebra del 10 al 17 de junio”.
“Este año se han presentado 377 quintillas, de las que sólo 20 se expondrán junto a sus carocas (ilustraciones) en la plaza de Bib-Rambla durante la semana de las Fiestas del Corpus. Las 20 quintillas seleccionadas serán premiadas con 90 euros cada una de ellas y la vencedora recibirá otros 90 euros adicionales y será conservada, una vez ilustrada, como propiedad municipal.
El ilustrador Mesamadero será el encargado de dar vida gráfica a los poemas caroqueños, con ironía y gracia como de costumbre, para que luego carocas y quintillas sean expuestas en la plaza de Bib-Rambla con el propósito de arrancar la sonrisa o la identitaria malafollá de los paseantes”.



La pequeña historia de Paolo di Rocco y los helados de “Los Italianos”.
Pero, ¿cuáles fueron los orígenes de “La Veneciana” (que así se llamaba en origen a “Los Italianos”), ¿quién era Cecilia de Rocco para Granada…?

En la alegre década de los años 20 Paolo di Rocco Vivía en la Vall Zoldano, un pequeño pueblo alpino del Véneto italiano, cerca de la frontera austriaca. Estaba felizmente casado con Italia Pieruz, tenían dos hijas Benita y Cecilia, y se ganaba la vida, como todos los del pueblo, vendiendo sus propios helados con un carro ambulante por todo el norte de Italia.


 Una vida dura y una competencia feroz en un país en donde todo el mundo hace helados. Por eso, cuando Paolo heredó la mitad de la casa paterna decidió quemar sus naves. Se la vendió a un hermano y, con el dinero fresco en el bolsillo, se decidió a emprender la gran aventura: Montar un establecimiento de su propiedad en algún lugar de Europa. Pudo ser Alemania, pero ya estaba llena de paisanos, y finalmente eligió España.

Lo intentó primero en Oviedo y en Málaga hasta que un día, que estaba limpiándose los zapatos en la calle Larios, pensó en Granada aunque sólo la conocía de nombre. Dicho y hecho. En un autobús de Alsina llegó a la ciudad y desde Puerta Real vio las nieves que blanqueaban la sierra. Se le cayó el mundo encima. Venía desde Italia a las nieves granadinas ¡para vender helados! Soltó un sonoro taco en italiano y se fue a la Virgen de las Angustias para solicitar asesoramiento divino. Parece ser que recibió un consejo tan bueno que desde ese momento no dejó ni un solo día de hacerle una visita a la Virgen.


 Michelle Obama
Todo eso lo recuerda Cecilia di Rocco, que llegó a Granada con siete años y aquí se quedó en la heladería que fundó su padre para vender a los granadinos unos helados buenísimos “que no tienen otro secreto que utilizar ingredientes de la mejor calidad y en la cantidad necesaria como esas carísimas barras enteras de vainilla que vienen desde Tahití”.

Paolo di Rocco invirtió todos sus ahorros para montar un local en la Gran Vía 4, previo traspaso del estanco que allí existía. Compró una máquina vienesa de segunda mano a un paisano de Valencia y contrató cuatro dependientas que no necesitaba, porque “miseria llama a miseria” y, aunque no tenía para malgastar y las ventas no eran tan grandes, mi padre busco las niñas más bonicas para el mostrador.

Los helados italianos, sobre todo la cassata que “desde 1936 sigue siendo la especialidad más vendida y exactamente igual a aquella que mi padre aprendió en Italia”. En aquellos tiempos Granada sólo conocía los helados valencianos de Monerris, en la calle Reyes Católicos, por quienes el signore Rocco sentía un gran respeto ya que “hacía muy bien el helado de turrón”. Y, además del turrón, La Veneciana, que así se llamaba realmente lo que todos hemos conocido siempre por Los Italianos, incorporó la elaboración de variedades como la crema tostada y el bombón helado “que nosotros no sabíamos lo que era y yo lo compraba en Monerris  cuando iba al Cine Regio, sin que mi padre se enterara, naturalmente”.

Llevaba dos meses escasos abierta la heladería de Paolo di Rocco cuando estalló la guerra civil española. La cosa no estaba para helados y don Pablo se desesperaba al ver sus ahorros en peligro, además de sufrir la separación de su familia. Por eso Doña Italia se lio la manta a la cabeza y, en cuanto pudo, se vino con sus hijas a esta España convulsionada. Vivía la familia en el altillo de la parte trasera del establecimiento donde “mi tío Hugo, que era muy alto, tenía la cabeza llena de chichones por los porrazos que se daba”.

A Cecilia di Rocco se le aguan los ojos cuando recuerda aquellos días y, sobre todo, cuando aflora la figura de su madre que “se levantaba a las cinco de la mañana para trabajar en el obrador y aún tenía tiempo para obsequiar con un café a los taxistas de la calle Almireceros”. Unos taxistas que veneraban a Doña Italia y no querían cobrarle a Cecilia porque era su hija. De su padre recuerda Cecilia que hablaba con las eses, “como si fuera de Valladolid” y que, como le gustaba darle al tinto en las bodegas de la calle Elvira, a veces se pasaba de dosis y “le daba por cantar óperas de Verdi, lo del vino que tiene Asunción y remataba el concierto, Asturias patria querida”.


 Cuatro hijos tuvieron Italia y Paolo pero solo una de ellas, Valentina, ha tenido descendencia para continuar la saga y el negocio. Don Paolo murió en 1970 de un tumor en del esófago y se quedó para siempre en Granada. Tuvo un entierro multitudinario donde se puso de manifiesto el cariño de los granadinos hacia su persona y hacia el negocio que fundó en mayo de 1936 para endulzar y enfriar las gargantas de sus clientes locales y los millones de turistas que han pasado por los italianos en tantos años de existencia.

No queda huérfana  la heladería más querida de Granada, que queda en buenas manos: la receta maestra de los postres ideados por Paolo de Rocco pasa ya por la cuarta generación. Y seguirá escuchándose en nuestras calles aquello de "ya es primavera, ha abierto Los Italianos".



NITO

BIBLIOGRAFÍA.-

Prensa Ideal de Granada
Granada: Un siglo de anécdotas de José Luis Entrala

2 comentarios:

Manuel Espadafor dijo...

Oportuna y refrescante entrada que refleja el popular establecimiento que ya forma parte del tipismo granadino

Manuel Espadafor Caba dijo...

Oportuna y refrescante entrada, con todo merecimiento para la familia Rocco