Hoy traemos la historia de
este inmueble que, además de responder a los “enigmas” de la charada anterior,
van a ilustrarnos –y muy bien, por cierto- sobre lo que se ha convenido en
llamar “la arquitectura fingida o simulada” en Granada. Tema del que seguiremos
escribiendo en trabajos posteriores.
Nos cuenta Juan Bustos, el
que fuera cronista de la ciudad nazarí, que “El bello paisaje de Granada –que más de una vez recordaría al viajero
diplomático veneciano Andrés Navagiero, “un tapiz de Flandes”-, ha tenido siempre en la pintoresca carrera del
Darro uno de sus lugares de más intenso atractivo.
Siguiendo el sinuoso curso
del río, que por allí discurre, dominado desde la altura por los baluartes de
la Alhambra, esta vía urbana de tan marcado carácter y sabor, permite gozar de
una de las vistas más originales, sugestivas y famosas de la ciudad.
Sí el tráfico consiente al
lector el placer de ir a pie por esta insólita y celebrada calle, podrá disfrutar con esta casa que hace
esquina a Lavadero de Santa Inés y contribuye, con el empaque de su traza y la
calidad de sus elementos, a la fisonomía peculiar de un conjunto arquitectónico
que alcanzó su mejor momento en los siglos XVII y XVIII. El interesante edificio luce pinturas que son
copias modernas de otras antiguas que existieron en la cercana “Casa del Padre
Eterno”, pintadas quizás –anota Gallego y Burín en su”Guía”- por Julio Aquiles y Alejandro Mayner, o por el italiano Antonio Sémini, que vivió en
Granada mientras decoraba las casas de Don Álvaro de Bazán.
La fachada es la propia de
las mansiones nobles granadinas de los siglos mencionados. Un buen alero de
madera, balcón central con ornamentación plateresca -copia también del de la “Casa del Padre Eterno”-,
y excelentes rejas y balcones de hierro forjado, resaltan merecidamente.
En la parte superior,
culmina la construcción una torre en forma de mirador, con arcos, casi todos en
la actualidad cerrados.
En suma, la finca –aún afectada por un comercio en su planta
baja, que rompe la estética general del inmueble- es un notable ejemplar de la arquitectura
doméstica granadina, tan rica y abigarradamente representada en esta carrera
del Darro, que con sus iglesias, conventos y casas señoriales, sigue
presentando una imagen de innegables sabor y fuerte colorido”.
Y para ir contestando a
todas las interrogantes planteadas en la charada, nada más fácil que dejarnos llevar de la mano por
César Girón (“Nuevas curiosidades granadinas”).
“La irrupción del
cristianismo supuso la conversión, de muchos de estos “cuentos” y celebraciones
ancestrales –y de buena parte de la
mitología pagana- a los cánones de la
tradición religiosa. De este modo, la natural llegada de la estación estival,
momento en el que la luz vence a las tinieblas, celebrado por todas las civilizaciones,
fue acomodado a la festividad de San Juan Bautista, quedando el antiguo culto
al Sol reconducido a la jubilosa y mistérica celebración que hoy acontece en la
madrugada de la madrugada del 24 de junio”.
La
casa de muebles Bonal
Dormida durante casi una
década en la que estuvo prácticamente abandonada, sobrevivió a la ruina la
conocida -vulgarmente hoy día, entre el
vecindario del actual bajo Albaicín- como casa de muebles Bonal, situada en la carrera del Darro, que alberga
actualmente un pequeño hotel de lujo al que sus propietarios le han dado el
sonoro nombre de “El ladrón de agua”.
Sin embargo, el nombre
comercial del popular establecimiento de venta de muebles de los años cuarenta
a ochenta del siglo pasado no sirvió por fortuna, para eclipsar el auténtico
nombre con la que fue conocida la casa 13 de la carrera del Darro en algunos ambientes
de principios del pasado siglo: “ La casa de Mitra” o la “Casa del Sol”, en la
que su propietario, el comerciante y coleccionista Nicolás Fajardo Arcos,
estableció un pequeño museo-anticuario en 1920, que perduraría hasta 1936 en que
los avatares de la guerra determinaron
su cierre.
La casa había sido adquirida
por Fajardo Arcos con el importe de la venta al industrial Torres y López de su
primigenio anticuario situado en el número 17 de la Gran Vía de Colón –Nicolás Fajardo Arcos tenía también otro
establecimiento en Madrid, en la Carrera de San Jerónimo.
La
Casa de Mitra
Las pinturas de la fachada
de la casa número trece de la Carrera del Darro, que en 1995 de algún modo
restaurara la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, se encuentra hoy
día, apenas una década después, necesitada de una intervención que las libere,
al menos, del polvo que las cubre. Como
podemos contemplar, son de una gran belleza.
Fueron trazadas –así lo revelan los documentos gráficos que se
conservan- en 1920 y su autor fue el
hijo mayor del propietario, Nicolás Fajardo Vílchez, que copió por encargo de
su padre, las de la “Casa del Padre Eterno”, de la que era también propietario,
y las plasmó en la fachada de esta bellísima casa de la Carrera.
Representan en su motivo
central al dios Mitra trazando los elementos sobre la creación y bajo su mirada cruzada, a sus
pies, la cartela, con el lema advertido: “Deo
Soli Invicto Mithre”.
A la izquierda de Mitra
aparece otra pintura. Representa una figura alada que da muerte a la serpiente,
en una escena que siguiendo la tradición persa llevaría a Satán, el funcionario
celestial acusador propio de la tradición hebrea transformado en personaje
demoníaco por antonomasia: Belcebú, ángel de la muerte que se reveló contra la
creación de la humanidad por el “padre de los padres” –y que luego sería el Iblis coránico-, que
vienen a representar el triunfo de la luz sobre las tinieblas, del día sobre la
noche: el solsticio de verano.
Pinturas
mistéricas
La “Casa del Padre Eterno”,
situada en el número nueve de la placeta del Lavadero de Santa Inés, es un inmueble rodeado de
antiguas y bellas tradiciones creadas en torno a las pinturas que decoran en su
patio –atribuidas a Julio Aquiles,
Alejandro Mayner o al italiano Antonio
Sémini- en las que se contempla al “Supremo Hacedor, el globo terráqueo junto a
sus rodillas dirigiendo su mirada de una manera muy particular hacia un ángulo
de la estancia”.
¿Existe identidad entre las pinturas del Padre Eterno y las de la casa número trece de la Carrera del Darro, la casa de Mitra?
¿Existe identidad entre las pinturas del Padre Eterno y las de la casa número trece de la Carrera del Darro, la casa de Mitra?
Parece que sí, tanto por su
significado como por su origen, en especial de las segundas.
El sentido moral de la
pintura de la casa del Padre Eterno es el mismo que el del culto a Mitra: la
esperanza en una redención, que suponían en el más allá, una vida puramente
espiritual, razones por las cuales fue el mayor rival del cristianismo durante
los primeros siglos.
Hay que señalar obligatoriamente que el estudio de estas pinturas del siglo XVI –el cinqueccento granadino- aún está por estudiar y valorar en su justa medida.
Piénsese por ejemplo la gran
importancia que le otorga en la historia del Arte Universal a las pinturas
sobre Mitra existentes en la Gruta Sagrada,
en Roma, como las halladas en otros lugares cercanos, como Ostia. Éstas, las
granadinas, que de no ser por un golpe de suerte a buen seguro habían
desaparecido, son únicas por su concepción y cronología, además de por su
ubicación en España.
Casa del Padre Eterno
¿Sociedad secreta?
Responder la pregunta de si
la casa número trece de la Carrera del Darro, la casa de Mitra, fue sede de la
sociedad secreta, no es tarea fácil. Por la comparación de los documentos
gráficos que se conservan se sabe que las pinturas y la reforma del inmueble,
que hunde sus raíces en el siglo XVI, se llevó en torno a 1920, momento en el
que este tipo de sociedades, con una tradición en las décadas anteriores,
estaban presentes en Granada.
El propietario que efectuó
tales reformas fue, como ya se ha dicho, el industrial granadino Nicolás Fajardo
Arcos. A este le seguirían su segundo hijo Germán Fajardo Vílchez, que viviría
durante toda su vida en la cercana Casa del Padre Eterno, en la placeta del
Lavadero de Santa Inés, situada justo o a la espalda de ésta de la carrera del
Darro, con la que como vemos, guardaría aún más estrecha relación.
Según cuentan quienes les conocieron,
ambos tuvieron una especial predilección por las cuestiones esotéricas y las
reuniones cultas que celebraban en su casa, por lo que las pinturas de la
fachada de la casa número trece de la Carrera del Darro, no serían una mera
casualidad. Sus descendientes señalan que tanto Nicolás Fajardo Arcos como sus
hijos, además de conocidos republicanos, fueron muy dados a la masonería.
Y justo es concluir ahora,
que si alguien en tiempos del régimen franquista hubiera recalado en lo que las
pinturas de su fachada representan, habrían desaparecido inmediatamente, puesto
que junto a la representación de Mitra, el dios persa del Sol, “el padre de los
padres” en la mitología de Oriente Medio, aparecen claros y destacados símbolos
masónicos: el compás, el triángulo, el libro sagrado o el globo terrestre, y un
pergamino, con el glorioso lema: “Al
invicto dios sol Mitra”.
NITO
2 comentarios:
Hola de nuevo, Nito. Gracias por esta fantástica entrada. Quería consultarte una duda que me surge al leerlo. ¿Qué quieres decir con eso de que al parecer Nicolás era hijo de la viuda? ¿A quién te refieres exactamente?
Gracias y un saludo.
Publicar un comentario