miércoles, 17 de julio de 2013

LA CASA DE MITRA



Hoy traemos la historia de este inmueble que, además de responder a los “enigmas” de la charada anterior, van a ilustrarnos –y muy bien, por cierto- sobre lo que se ha convenido en llamar “la arquitectura fingida o simulada” en Granada. Tema del que seguiremos escribiendo en trabajos posteriores.

Nos cuenta Juan Bustos, el que fuera cronista de la ciudad nazarí, que “El bello paisaje de Granada  –que más de una vez recordaría al viajero diplomático veneciano Andrés Navagiero, “un tapiz de Flandes”-,  ha tenido siempre en la pintoresca carrera del Darro uno de sus lugares de más intenso atractivo.
Siguiendo el sinuoso curso del río, que por allí discurre, dominado desde la altura por los baluartes de la Alhambra, esta vía urbana de tan marcado carácter y sabor, permite gozar de una de las vistas más originales, sugestivas y famosas de la ciudad.
Sí el tráfico consiente al lector el placer de ir a pie por esta insólita y celebrada  calle, podrá disfrutar con esta casa que hace esquina a Lavadero de Santa Inés y contribuye, con el empaque de su traza y la calidad de sus elementos, a la fisonomía peculiar de un conjunto arquitectónico que alcanzó su mejor momento en los siglos XVII y XVIII.  El interesante edificio luce pinturas que son copias modernas de otras antiguas que existieron en la cercana “Casa del Padre Eterno”, pintadas quizás –anota Gallego y Burín en su”Guía”-  por Julio Aquiles y Alejandro Mayner,  o por el italiano Antonio Sémini, que vivió en Granada mientras decoraba las casas de Don Álvaro de Bazán.
La fachada es la propia de las mansiones nobles granadinas de los siglos mencionados. Un buen alero de madera, balcón central con ornamentación plateresca  -copia también del de la “Casa del Padre Eterno”-, y excelentes rejas y balcones de hierro forjado, resaltan merecidamente.
En la parte superior, culmina la construcción una torre en forma de mirador, con arcos, casi todos en la actualidad cerrados.
En suma, la finca  –aún afectada por un comercio en su planta baja, que rompe la estética general del inmueble-  es un notable ejemplar de la arquitectura doméstica granadina, tan rica y abigarradamente representada en esta carrera del Darro, que con sus iglesias, conventos y casas señoriales, sigue presentando una imagen de innegables sabor y fuerte colorido”.


Y para ir contestando a todas las interrogantes planteadas en la charada, nada  más fácil que dejarnos llevar de la mano por César Girón (“Nuevas curiosidades granadinas”).
“La irrupción del cristianismo supuso la conversión, de muchos de estos “cuentos” y celebraciones ancestrales  –y de buena parte de la mitología pagana-  a los cánones de la tradición religiosa. De este modo, la natural llegada de la estación estival, momento en el que la luz vence a las tinieblas, celebrado por todas las civilizaciones, fue acomodado a la festividad de San Juan Bautista, quedando el antiguo culto al Sol reconducido a la jubilosa y mistérica celebración que hoy acontece en la madrugada de la madrugada del 24 de junio”.



La casa de muebles Bonal

Dormida durante casi una década en la que estuvo prácticamente abandonada, sobrevivió a la ruina la conocida  -vulgarmente hoy día, entre el vecindario del actual bajo Albaicín-  como casa de muebles Bonal,  situada en la carrera del Darro, que alberga actualmente un pequeño hotel de lujo al que sus propietarios le han dado el sonoro nombre de “El ladrón de agua”.
Sin embargo, el nombre comercial del popular establecimiento de venta de muebles de los años cuarenta a ochenta del siglo pasado no sirvió por fortuna, para eclipsar el auténtico nombre con la que fue conocida la casa 13 de la carrera del Darro en algunos ambientes de principios del pasado siglo: “ La casa de Mitra” o la “Casa del Sol”, en la que su propietario, el comerciante y coleccionista Nicolás Fajardo Arcos, estableció un pequeño museo-anticuario en 1920, que perduraría hasta 1936 en que los avatares de la guerra  determinaron su cierre.
La casa había sido adquirida por Fajardo Arcos con el importe de la venta al industrial Torres y López de su primigenio anticuario situado en el número 17 de la Gran Vía de Colón  –Nicolás Fajardo Arcos tenía también otro establecimiento en Madrid, en la Carrera de San Jerónimo.


La Casa de Mitra

Las pinturas de la fachada de la casa número trece de la Carrera del Darro, que en 1995 de algún modo restaurara la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, se encuentra hoy día, apenas una década después, necesitada de una intervención que las libere, al menos, del polvo que las cubre.  Como podemos contemplar, son de una gran belleza.
Fueron trazadas  –así lo revelan los documentos gráficos que se conservan- en 1920  y su autor fue el hijo mayor del propietario, Nicolás Fajardo Vílchez, que copió por encargo de su padre, las de la “Casa del Padre Eterno”, de la que era también propietario, y las plasmó en la fachada de esta bellísima casa de la Carrera.
Representan en su motivo central al dios Mitra trazando los elementos sobre  la creación y bajo su mirada cruzada, a sus pies, la cartela, con el lema advertido: “Deo Soli Invicto Mithre”.
A la izquierda de Mitra aparece otra pintura. Representa una figura alada que da muerte a la serpiente, en una escena que siguiendo la tradición persa llevaría a Satán, el funcionario celestial acusador propio de la tradición hebrea transformado en personaje demoníaco por antonomasia: Belcebú, ángel de la muerte que se reveló contra la creación de la humanidad por el “padre de los padres”  –y que luego sería el Iblis coránico-, que vienen a representar el triunfo de la luz sobre las tinieblas, del día sobre la noche: el solsticio de verano.


Pinturas mistéricas

La “Casa del Padre Eterno”, situada en el número nueve de la placeta del  Lavadero  de Santa Inés, es un inmueble rodeado de antiguas y bellas tradiciones creadas en torno a las pinturas que decoran en su patio  –atribuidas a Julio Aquiles, Alejandro Mayner  o al italiano Antonio Sémini-  en las que se contempla al “Supremo Hacedor, el globo terráqueo junto a sus rodillas dirigiendo su mirada de una manera muy particular hacia un ángulo de la estancia”. 

¿Existe identidad entre las pinturas del Padre Eterno y las de la casa número trece de la Carrera del Darro, la casa de Mitra?
Parece que sí, tanto por su significado como por su origen, en especial de las segundas.
El sentido moral de la pintura de la casa del Padre Eterno es el mismo que el del culto a Mitra: la esperanza en una redención, que suponían en el más allá, una vida puramente espiritual, razones por las cuales fue el mayor rival del cristianismo durante los primeros siglos.

Hay que señalar obligatoriamente que el estudio de estas pinturas del siglo XVI –el cinqueccento granadino- aún está por estudiar y valorar en su justa medida.
Piénsese por ejemplo la gran importancia que le otorga en la historia del Arte Universal a las pinturas sobre Mitra  existentes en la Gruta Sagrada, en Roma, como las halladas en otros lugares cercanos, como Ostia. Éstas, las granadinas, que de no ser por un golpe de suerte a buen seguro habían desaparecido, son únicas por su concepción y cronología, además de por su ubicación en España.

Casa del Padre Eterno


¿Sociedad secreta?

Responder la pregunta de si la casa número trece de la Carrera del Darro, la casa de Mitra, fue sede de la sociedad secreta, no es tarea fácil. Por la comparación de los documentos gráficos que se conservan se sabe que las pinturas y la reforma del inmueble, que hunde sus raíces en el siglo XVI, se llevó en torno a 1920, momento en el que este tipo de sociedades, con una tradición en las décadas anteriores, estaban presentes en Granada.
El propietario que efectuó tales reformas fue, como ya se ha dicho, el industrial granadino Nicolás Fajardo Arcos. A este le seguirían su segundo hijo Germán Fajardo Vílchez, que viviría durante toda su vida en la cercana Casa del Padre Eterno, en la placeta del Lavadero de Santa Inés, situada justo o a la espalda de ésta de la carrera del Darro, con la que como vemos, guardaría aún más estrecha relación.

Según cuentan quienes les conocieron, ambos tuvieron una especial predilección por las cuestiones esotéricas y las reuniones cultas que celebraban en su casa, por lo que las pinturas de la fachada de la casa número trece de la Carrera del Darro, no serían una mera casualidad. Sus descendientes señalan que tanto Nicolás Fajardo Arcos como sus hijos, además de conocidos republicanos, fueron muy dados a la masonería.
 
Y justo es concluir ahora, que si alguien en tiempos del régimen franquista hubiera recalado en lo que las pinturas de su fachada representan, habrían desaparecido inmediatamente, puesto que junto a la representación de Mitra, el dios persa del Sol, “el padre de los padres” en la mitología de Oriente Medio, aparecen claros y destacados símbolos masónicos: el compás, el triángulo, el libro sagrado o el globo terrestre, y un pergamino, con el glorioso lema: “Al invicto dios sol Mitra”.



NITO

2 comentarios:

Alba Camarelles dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
candel dijo...

Hola de nuevo, Nito. Gracias por esta fantástica entrada. Quería consultarte una duda que me surge al leerlo. ¿Qué quieres decir con eso de que al parecer Nicolás era hijo de la viuda? ¿A quién te refieres exactamente?
Gracias y un saludo.