lunes, 29 de junio de 2009

PUERTA DE BIB-AL-GUDUR O BIBALFARAX

Porta castri Granatensis semper clausa
La llamada puerta Bib-Al-Gudur, Bivalfarax o Puerta de los Siete Suelos fue clausurada tras la salida del sultán Muhammad XII y la construcción del revellín o barbacana en 1.492 fue hecha por los Reyes Católicos; a finales del XVIII fue cerrada a cal y canto para impedir el acceso a la Alhambra de ladrones e indeseables.

Cuando llega a Granada Washigton Irving estuvo viviendo un tiempo en la Alhambra, concretamente en las habitaciones construidas para el emperador Carlos V y recopiló las leyendas populares que circulaban por Granada sobre la torre de los Siete Suelos, una de ellas, para mí, de las más famosas es la del legado del Rey Moro.

La leyenda habla más que de la Torre, de su Cubo, diciendo que tenía unos sótanos en los que se guardaba un gran tesoro.

Pedro Gil, conocido como Perejil, era un aguador gallego, que cogía el agua con su borrico en un pozo de los Aljibes de la Alhambra.

Una noche acogió en su humilde casa a un moro que estaba enfermo, y que sufrió espasmos y murió. Antes de morir quiso agradecer a Perejil su buen corazón y le regaló una caja de madera de sándalo. El aguador y su mujer, para no tener complicaciones con la justicia, sacaron al moro al ser de día y lo enterraron en las orillas del rio Genil. Pero vivía enfrente un barbero cotilla llamado Pedrillo Perugo que presenció toda la escena y a la mañana siguiente lo denunció al alcalde y al alguacil, que fueron a su casa, pero con la finalidad de apropiarse de los bienes que creían que tenía el moro. Finalmente Pedro Gil les enseñó la caja de madera que al arrojarla al suelo salió un legajo escrito en árabe y una vela, que no interesó ni al alcalde ni al alguacil.

Perejil, pensando que el legajo pudiera contener el lugar de un tesoro, fue a enseñárselo a un comerciante morisco del Zacatín que le dijo que había un tesoro pero que necesitaba de una vela, a lo que Perejil le confirmó que la tenía. Subieron de noche los dos a la Puerta de los Siete Suelos y bajaron cuatro sótanos, aunque se decía que había otros tres cerrados por "un poderoso encantamiento". Al oir las señales de las doce encendieron entonces la vela, que esparció un intenso olor a mirra, incienso y estoraque.

El moro empezó a leer de prisa el pergamino. Apenas había acabado, cuando se oyó un ruido como de un trueno subterráneo. La tierra se estremeció y abriose el suelo, dejando al descubierto otro tramo de escalones. Muertos de miedo, bajaron por él y divisaron a la luz de la vela otra bóveda cubierta de inscripciones en árabe. En el centro de la misma había un gran cofre asegurado por siete barras de hierro, y a uno y otro lado vieron unos moros encantados con su armadura pero inmóviles los dos como estatuas, sujetos allí como por arte de magia. Delante del cofre había varios jarrones llenos de oro, plata y piedras preciosas. Metieron las brazos en ellos hasta el codo en el más grande, sacando puñados de monedas, brazaletes y adornos de oro puro y algunos collares de perlas preciosas. Oyeron ruido y salieron apagando la vela y en ese momento de cerró la bóveda.

Quedaron en no decirle a nadie nada de lo vivido, pero Perejil se lo contó a su mujer. Una tarde no se pudo contener y salió a la calle con las joyas puestas y entonces el barbero cotilla, la vio y se lo dijo al alcalde y al alguacil y estos forzaron a Perejil y al moro para que les dijera dónde estaba el tesoro. Finalmete volvieron todos a la torre de los Siete Suelos y entraron y cogieron muchos más oro y joyas, pero el alcalde quería más y más y además el cofre, el moro los acompañó pero cuando estaban dentro de la bóveda corrió hacia arriba y apagó la vela dejándolos encerrados por su ambición.

Para evitar problemas se fueron con sus tesoros: el musulmán a Tánger, y Perejil y su familia a Portugal, donde se convirtió en Don Pedro Gil.

El alcalde y el alguacil siguen encerrados en la torre de los Siete Suelos y dice el autor que "Cuando hagan falta en España barberos mezquinos, alguaciles bribones y alcaldes corrompidos, pueden ir a buscarlos".

Antonio Montufo Gutiérrez

2 comentarios:

Manuel Espadafor dijo...

Antonio ¡Qué lastima que en la Torre de los Siete Suelos no hubieran encerrado a otros responsables del urbanismo granadino!

Nito dijo...

¿Por qué será que siempre habría que encerrar con siete barras de hierro y a siete veces siete Suelos de profundidad - por lo menos- a los "trajinantes" de siempre...?
¡Nunca me cansaré de releer tales leyendas granadinas…!