Al más puro estilo del Blog “Manuelino-Espadaforiano” (¡Jesús, que palabro acabo de inventar…!), quiero traer hoy a La Murga algunos recuerdos de mi infancia. Y nada mejor para ello que los liliputienses “Cuentos de Calleja”.
Tuve cuando niño bastantes de aquellos tradicionales Cuentos, que me regalaba mi abuelo de su “colección particular”, además de otros que venían en las tabletas de una marca de chocolate muy popular y que yo mismo “juntaba” (lejos de nuestro léxico de entonces el verbo coleccionar). Lamentablemente todos terminaron en la basura, después de que por mi parte los hubiese estropeado más de lo que ya estaban. Pero recuerdo todavía la impresión que causaron. Desde el olor de su papel antiguo, ya viejo y en muchos casos raído, hasta el mismo hecho de las historias que se contaban en aquellas paginitas. Eran historias muy distintas a las que estaba acostumbrado, incluso me daba un poco de grima leerlas. Hace algún tiempo una editorial sacó una colección facsímil de aquellos cuentecillos de Calleja y uno de los números de la colección es el que podéis ver en la foto con su estuchito y todo. No he seguido de todos modos la colección.
Con unos años más, también tuve otros cuentos “grandes y formales” y libros de texto, de Don Saturnino Calleja Fernández y esos sí los atesoro como algo sagrado.
La Editorial Calleja publicó del orden de los 3.000 títulos, no solo de cuentos, sino también –como digo- libros texto y libros de Pedagogía así como literatura clásica (varias ediciones del Quijote , como el que heredé yo de mi padre -y del que me sigo inspirando-, la primera edición completa de Platero y yo, etc., diccionarios como el Diccionario manual de la lengua española ilustrado con millares de grabados, mapas geográficos, retratos de hombres célebres y láminas enciclopédicas), atlas, libros de medicina, higiene, derecho, baile, cocina etc.
Fue muy conocida esta colección de cuentos económicos, baratísimos, al alcance de todos los bolsillos infantiles que tuvieran 5 y 10 céntimos. De esto deriva la expresión "¡Tienes más cuentos que Calleja!". Los elementos folclóricos eran tratados con ciertos tonos instructivos y ejemplificadores, además de resaltar en ellos las notas de un curioso casticismo hispánico que los hacía prácticamente inconfundibles. Sobrenadaba una fina ironía y un juego descarado con anacronismos y actitudes disparatadas que asaltaban cada cierto tiempo. Unos cuantos fueron compuestos por el propio Saturnino Calleja; la mayoría fue elaborada por escritores anónimos asalariados, algunos de ellos importantes; se desconoce la relación exacta porque los archivos de la editorial desaparecieron en la Guerra Civil.
De invención de Don Saturnino es el final de innumerables cuentos de habla hispana: "...y fueron felices y comieron perdices, y a mí no me dieron porque no quisieron."
NITO
1 comentario:
Sabéis la historia del gallo Quirico que iba a la boda de su tío Perico?
Era interminable y el final difuso porque uno caía en un dulce sueño en la cama, que precisamente por eso nos la narraban. Cosas de la infancia.
Otrosí digo: Lo de manuelino-espadaforiano me ha llegado al alma, lo juro.
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