Pues resulta que Pedro Soto de Rojas, canónigo de la colegiata de El Salvador del Albaicín, abogado de la Inquisición, y poeta culterano amigo de Góngora, fue el que hizo famoso un carmen -su casa-, el de Los Mascarones, con las premisas recoletas de restricciones líricas "Paraiso cerrado para muchos, jardines abiertos para pocos" que sacó del título de una de sus obras.
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Hasta aquí, todo bien: Ya tenemos un santa-santorum murguero, es decir, una Tertulia culterana o cenáculo a donde acudían sólo los elegidos.
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Pero se duda, (y aquí viene el docto Francisco Izquierdo a joder la marrana), que la casa-jardín fuese claustro de silencio y compás de soledad, pues su íntimo amigo Francisco Trillo y Figueroa, advierte la simulación de "fingidos pensiles y fabulosos elíseos vocingleros".
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O séase, el retiro propuesto por el poeta talar era un cachondeo solapado de colegas, alumnos de las musas y otros compadres entre capullos, rosas, pepinos, higos, (muchos higos), cipreses figuras de Adán y Eva y un montón de artificios bajo el follaje. Escenario ideal para otros juegos florales verdejos y sin posibles mirones.
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Nito
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