El
día 15 de agosto se conmemora la fiesta de la Asunción de la Virgen, y en
Motril, este día tiene una significación especial. Es el día de su Patrona, la
Virgen de la Cabeza. Su efigie, pequeña y diminuta, recorre en loor de multitud
las calles de Motril siguiendo una tradición arraigada en el tiempo. Fue en
1.635 cuando el cabildo municipal erigió su patronazgo sobre la efigie y el
santuario y, desde entonces, ha celebrado con fervor y devoción su festividad.
La Virgen de la Cabeza de Motril.
NUESTRA
LEYENDA-
"Una
de esas leyendas que se ha transmitido
de generación en generación
quedando plasmada en el sentir
del pueblo de Motril es la de la Virgen de la Cabeza"
Corría
el siglo XVI, cuando una carabela portuguesa, trasluchando en una
horrorosa e intempestiva tempestad, se adentraba en aguas levantinas
de nuestra península.
La
tormenta se levantó con el anochecer, el viento gemía en la jarcia y las olas
rompían con fuerza contra el casco de la pequeña embarcación. El capitán Joao
ordenó maniobrar para capear el temporal que arreciaba por momentos: Pusieron proa al viento y redujeron el trapo a lo imprescindible, aunque ello supusiera
salir de rumbo, Las olas barrían ya la
cubierta penetrando por imbornales y escotillas. Los hombres empezaron a
bombear el agua infiltrada y los más animosos bajaron a la bodega a asegurar la entiba de
la carga.
Hacía
ya más de un mes que partieron de
Corintio en tierras griegas con buena carga para intercambiar por otras en los
distintos puertos de su travesía, haciendo honor a sus orígenes de marineros y comerciantes.
Fue
el puerto de Palma de Mallorca el último del que partieron un hermoso cinco de
junio de 1510, llevados por un viento de levante suave, con una mar tendida y
serena como una balsa: Pronto alcanzarían las costas de Alicante. Desde allí
emprenderían una navegación de cabotaje cerca de la costa para seguir
mercadeando, y que les llevaría a su último destino, su querida Lisboa.
Pero
el mar es caprichoso y a veces sus intenciones no van en la misma dirección que
la de los simples mortales. En el anochecer del tercer día de navegación, desde
que salieron de Palma de Mallorca, una terrible tormenta les atrapó en plena
travesía. Llevaban luchando contra los elementos más de cinco días, los
marineros estaban agotados y sus esperanzas de salir con vida de esta infernal
tormenta eran escasas.
Una
durísima ráfaga de viento les había desarbolado el palo de trinquete y la mitad
de la jarcia correspondiente: El barco, ingobernable, daba bandazos de un lado a
otro. La carga, en la bodega, perdió la concienzuda entiba y se movía a placer,
añadiendo un peligro más, a pesar de los cordeles y tablones que la sujetaban.
El capitán dio la orden de que varios marineros bajasen a asegurarla. Éstos, descendieron sujetándose a lo que podían;
en la bodega del barco los fardos se
aguantaban más mal que bien, sujetos a los cordeles que los mantenía unidos y
equilibrados a ambos lados del barco para no escorar.
Uno de los bultos que estaba envuelto en unas
lonas se había soltado y recorría peligrosamente la bodega barriendo a su paso
todo aquello que alcanzaba. Dos
marineros se apresuraron a recogerlo y hacerlo firme en su sitio, más cuando se
disponían a anudarlo, las lonas que lo envolvía se cayeron al suelo dejando ver su contenido, una magnífica talla de virgen con un niño, de tradición
mediterránea. Los dos marineros se miraron asombrados y como buenos católicos
se santiguaron y besaron los pies de la virgen.
Los
dos pensaron lo mismo y en volandas la llevaron a cubierta a presencia del
capitán, que quedó admirado y anonadado
ante la imagen de la Virgen. Sería por la necesidad de los humanos de agarrarse
a lo divino cuando la vida peligra o por la devoción y compasión que la imagen
inspiraba, el capitán cayó de rodillas y el resto de marineros de la nao
empezaron a rezar para que los librara a
todos de perecer en el mar embravecido...
Al
amanecer del nuevo día una gigantesca ola transportó, como en brazos, al
desmantelado barco que quedó varado, con sus mástiles rotos y las bodegas anegadas,
en una playa arenosa cerca de Motril sin tener que lamentar ninguna pérdida
humana, por lo que los marineros lo
primero que hicieron al pisar tierra fue
poner a salvo la mercancía, incluida la Virgen y depositarlo todo en la arena y
en seco. Diéronle muy emocionados las gracias a la imagen por haberles salvado
la vida.
Curioso
fue descubrir a los pocos días un prado de azucenas que nacía espontáneo junto
a la Virgen y que envolvía con su maravilloso olor a aquel paraje que desde
entonces se le conoce por la “Playa de las Azucenas”
Playa de "Las Azucenas"
El
capitán con unos cuantos marineros se acercaron al pueblo de Motril para pedir
ayuda y provisiones. La gente de Motril siempre hospitalaria, sobre todo con
los necesitados, cargó varios carros de
mulas con objetos de primera necesidad y elementos para reflotar la
carabela.
Tardaron
pocos días los marineros, junto con los
magníficos carpinteros de ribera motrileños, en reparar la nave, dejando en una
semana el barco preparado para volver a surcar las aguas del Mediterráneo.
Se
despidieron de las autoridades y amigos de Motril y se dispusieron a subir la santa imagen a bordo. Una vez colocada en
cubierta, el mar empezó agitarse y lo que antes era un mar tranquilo en
cuestión de minutos se había vuelto tempestuoso con olas cada vez más grandes,
por lo que el capitán suspendió la partida hasta que amainara el nuevo
temporal.
Volvieron a preparar la partida en cuanto vieron
atisbos de calma y se repitió lo que seis días antes tenían previsto, pero en
cuanto subieron a la figura de la Virgen a bordo el viento sopló con fuerza
levantando toros azules de la mar augurando una mala travesía. Así ocurrió
hasta seis veces: Cada vez que la
tripulación de aquel barco portugués quería
hacerse a la mar, este se enfurecía, no sabiendo la causa del comportamiento
tan anómalo de las aguas.
Uno
de los marineros que descubriera la figura de la Virgen en la bodega del
barco, le dijo al capitán:
–Mi
capitán, creo que la Virgen nos manda señales de querer
quedarse en esta tierra, pues no es más que embarcarla y el mar se
alborota de tal manera que nos impide
seguir nuestro viaje.
El
capitán pensó que la idea de su subalterno no era tan descabellada y así dio la
orden de bajar la Virgen a tierra y hacerle una ermita sufragada por todos los
marineros en el Cerro de la Cabeza donde
estuvo el antiguo palacio de la madre de Boabdil.
La
cuestión es que el barco zarpó con toda su tripulación en un mar en calma y
viento favorable hacia su destino; eso sí, algo más ligero pues la figura de la
Virgen con el niño Jesús en brazos se quedó en Motril, en su nuevo Santuario,
donde desde entonces los motrileños la
veneran con verdadera devoción, nombrándola su patrona.
BIBLIOGRAFÍA.-
1/ "Las leyendas de nuestros pueblos" (José Fernández Martín)
2/ Datos históricos de A. López Fernández
3/ ¿En qué se funda la leyenda:
-Madoz (1848)
- Santayo (1848)
- Ilardura (Eco del Litoral, Motril 1905)
- Sexitano (1904)
4/ Domínguez Blanco (1904)
5 /"Vida Nueva" , Motril (1905)
NITO
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1 comentario:
Muy bonita leyenda!!
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