El arquitecto, Leopoldo Torres
Balbás, de ascendencia montañesa-andaluza será quién suceda a Modesto Cendoya en el puesto de conservador de la Alhambra. Se trataba de un profesional de
extraordinarios conocimientos formado en
las filas progresistas de la Fundación “Francisco Giner de los Ríos” y de la
Institución Libre de Enseñanza. La
acogida, al principio, no pudo ser más fría.
Todavía algún periódico de
la fecha, recordaba el “atropello” del cese de Cendoya. El mismo que decía: “Ni cumplo lo legislado ni me creo en el
caso de cumplirlo”, dicen que le había dicho Modesto Cendoya a un ministro. No es extraño
que asi fuera. Encajaba en el talante
del discutido conservador de la Alhambra.
Pero esto no arredra en
absoluto al recién llegado, que empieza sin demora a conocer la situación y los
problemas más acuciantes del valioso recinto histórico, planteándose posibles
soluciones. Torres Balbás, científico de alto nivel, ya de prestigio notable en
aquella España progresista, millonaria de horizontes nuevos, destinada a morir
con la II República, va a desarrollar en la Alhambra sus grandes conocimientos
de arquitectura hispanomusulmana.
Don Leopoldo Torres Balbás
Igual que Cendoya y su etapa han tenido un excelente estudioso
en Álvarez Lopera, Torres Balbás y su obra lo han tenido en Carlos Vílchez Vílchez.
Su libro “La Alhambra de Leopoldo Torres
Balbás”, en indispensable para conocer la labor desarrollada en el recinto monumental,
por este conservador que duraría trece años en el cargo. “Debemos afirmar -Dice Vilches- que sin ningún género de dudas,
la Alhambra actual, de valores universales para el arte, arqueología y
arquitectura, y la más auténtica, desde el punto de vista histórico, fue la de
Torres Balbás”.
El nuevo conservador no
quería engañar a nadie y, desde el primer momento, anunció públicamente su punto
de vista conservacionista, “criticando duramente la teoría restauradora de los
que han querido devolver a los palacios árabes su estructura medieval”.
Ajustándose fielmente, a este ideario, torres Balbás empezó enseguida la
inteligente y admirable labor que realizó en la Alhambra y el Generalife. No
hubo, durante su etapa, patio, escalera, mirador, jardín, torre, muralla,
aposento, fuente, que no fuera debidamente atendido por el conservador. Ni
tejados, techos, cubiertas, decoraciones o restos que pasaran sin atención y
tratamiento correcto.
Ya sabemos que en Torres
Balbás había un apasionado de las tesis conservadoras. “Siempre había estado preocupado
por la mala conservación de nuestros monumentos –subraya Vilches-, pero sobre
todo por la pésima restauración que se seguía en España”. El mismo criterio
aplicó a los jardines. Después de los estudios necesarios, puso en marcha una
operación de plantaciones, eligiendo siempre las especies indicadas en cada
punto, en cada perspectiva: Cipreses, cedros, laureles, sauces, adelfas, pino,
rosales. A la vez, se ejecutaban trabajos largo tiempo aplazados, de reparaciones,
cimentaciones, limpiezas…
EL PENSAMIENTO DE BALBÁS
“Las obras que
realicé en la Alhambra durante catorce años fueron de estricta conservación y
de máximo respeto a todo lo antiguo, con un criterio: Conservar y reparar casi
siempre, restaurar tan sólo en último extremo y de tal manera que la obra
moderna se distinga claramente de la vieja, huyendo de toda falsificación y
superchería, condenable por lo inmoral, anticientífica y nunca artística”.
En apenas Díaz años, la
huella honda, poderosa, del estilo “Torres Balbás” es ya visible, no ya en la
Alhambra, sino en el resto del patrimonio artístico de la ciudad, del que es
igualmente responsable como arquitecto-jefe de los monumentos de Andalucía Oriental
y Murcia. Igual que se suceden, numerosas y afortunadas, sus actuaciones en los
solares alhambreños: el palacio de Comares, la Plaza de los Aljibes, Lindaraja,
el Mexuar, el Partal, también, al cabo del tiempo, serán decisivas y correctas
las intervenciones de Torres Balbás en la recuperación de otras piezas
arquitectónicas valiosas. Por ejemplo, el hermoso y nostálgico palacio de Dar-al-
Horra, que se encontraba en estado francamente ruinoso. El Corral del Carbón,
adquirido por el Estado oportunamente –estaba a un todo de ser derribado- y
encomendado a torres Balbás, que realizó en el interior y, sobre todo, en la
espléndida portada, el trabajo que exigía garantizar su pervivencia sin alterar
su genuina decrepitud. También pone en práctica Torres Balbás una feliz
iniciativa: Trasplantar a los bosques de la Alhambra el antiguo Arco de las
Orejas, de la plaza de Bibarrambla, derribado en una de aquellas “operaciones
de higiene pública”, al que tan aficionados fueron los españoles del siglo XIX.
Sin olvidar la consolidación y mejora del antiguo Convento de San Francisco
“convertido luego en el actual Parador” donde la II República instalará una
residencia de artistas
En 1935, cuando Torres
Balbás decidió suprimir la cúpula de sabor bizantino del Patio de los Leones,
colocada casi un siglo antes, se verá envuelto en una de las polémicas más
violentas, borrascosas y agresivas de la historia de nuestro siglo xx. Se
levantó enseguida un clamor de indignación popular que dejó estupefacto al
propio arquitecto conservador, convencido de haber tomado una determinación
correcta en escenario tan importante. “No fue una intervención irreflexiva –dice Carlos Vilches-, sino adoptada con un
profundo conocimiento de las artes musulmanas, mientras que el intento de Pugnaire
había carecido de cualquier garantía científica”. Pero ningún razonamiento
científico –y los hubo semejantes en aquel momento- bastó para calmar la tensión
de la polémica.
Se trataba de haber
devuelto al célebre patio su imagen auténtica, sin añadidos de más que dudosa
propiedad. Y eso era lo que había hecho Balbás. Ningún razonamiento fue
admitido. Los granadinos, hábilmente trabajados por los adversarios del
arquitecto, se mostraban iracundos por haber perdido la imagen pintoresca y
exótica de aquella cupulilla de escamas vidriadas, “que era la de siempre”, la
que habían visto ellos y sus padres toda la vida. En 1934 y 1935, los años de
la discutida reforma, empezó una escandalosa operación “anti Torres Balbás”, en
un necio empeño de descalificar su más que probada autoridad científica y de
acusarle de desinterés por la Alhambra, puesto que la compartía con funciones
docentes en Madrid. Como separada por una profundísima la zanja –que ya
apuntaba otra zanja mortal muy cercana-, Granada se dividió en dos. Contra lo ejecutado
por Torres Balbás se alzaban las voces de los sectores inmovilistas de siempre.
“Será la Granada pseudointelectual, la que provoque una de los mayores daños
morales y profesionales a Torres Balbás cuando desmonta la cúpula del templete
oriental del Patio de los Leones”, dice Vílchez.
A favor de la reforma
realizada estaban los hombres relevantes del arte y de la cultura de la época,
Gallego Burín, García Gómez, Prieto Moreno. En el fragor del estruendoso enfrentamiento,
hasta Manuel de Falla tomó partido y se pronunció a favor de lo hecho por el
arquitecto conservador. Pero el músico, asustado del encono y hostilidades
personales que avivara la hoguera permanente de los periódicos, tertulias y
reuniones, se retiró prudentemente de la refriega. Gallego Burín y su grupo,
siguieron ponderando aquella transformación que había devuelto al famoso Patio
de los Leones su auténtica fisonomía.
Todo esto, absolutamente
indigno porque enmascaró turbiedades muy propias de la política de aquellos azarosos
años, inició el declive de Torres Balbás en Granada. Vilches denuncia lo
acontecido: “ El largo episodio que condujo al rechazo de la labor realizada por
Torres Balbás en la Alhambra desde 1923 a 1936, es sólo parte de la
manifestación de desagradecimiento de nuestra sociedad granadina, que tantas
veces ha sabido, y sale, de las cavernas de la conspiración tanto política como
cultural”.
La guerra incivil, un año
después de la polémica, hizo lo demás. Torres
Balbás fue sustituido en sus funciones. Viviría hasta 1954, realizando lo mejor
del resto de su obra en la recuperación de la Alcazaba de Málaga, que hubiera
desaparecido a no ser por su intervención. Aquel profundísimo conocedor de las artes
hispano musulmanes y del Norte de África, no volvió a poner su mano en la
Alhambra.
NITO
8 comentarios:
Muy bueno el articulo de este gran personaje y que nos descubre cosas que alguno desconociamos.
Muchas gracias, Watamacanus, por su comentario. Ese ha sido nuestro anhelo: Dar a conocer pequeños datos de nuestra historia local.
Perdone: ¿le conozco personalmente...?
Señor Nito: Si hoy tenemos Alhambra, se lo debemos a Torres Balbás gracias a una labor inteligente a la par que titánica. Después de soportar tres depuraciones por el anterior régimen político (por desafección), murió atropellado por una moto en Madrid. Yo he oído que, el pobre, estuvo a punto de "caerse" desde un avión sobre el mar de Alborán. ¿ Sabe algo al respecto...?
Un abrazo.
ERMITAÑO BEBEDOR
A Hermitaño Bebedor.-
Algo sabemos de esto, pero no existen testimonios ni pruebas. Y sin ellas, todo son conjeturas y ciencia-ficción en las que no podemos caer.
Un abrazo
Buen trabajo para un hombre que no se debe olvidar.-
MANUEL ESPADAFOR
Muchas gracias queremos ir y nos será de utilidad :) Un abrazo.
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