El "Puente Verde" sobre el Genil
Casi siempre las
leyendas granadinas introducen sus raíces en su rica historia.
Y son las que más gustan a nuestro pueblo. Una
leyenda granadina nunca empezaría diciendo: “Había una vez un poderosísimo rey de un lejano país…”. –No, no, las nuestras echan el garfio a la historia
conocida y localista, empezando: “En
tiempos del rey moro Boabdil, había un herrero que vivía en la calle
Almireceros…”
Dando por sentado que
la historia, como hecho acontecido, nunca es leyenda; gustamos de ir festoneando, eso sí, entre la historia y la ficción.
Como por ejemplo, hoy tratamos cierta leyenda entresacada de "Leyendas de nuestros pueblos" de José Manuel Fernández, tejida sobre ciertas marcas de canteros observables
en los sillares del Puente Verde del Genil, que como sabe toda Granada, fueron
con anterioridad las piedras que conformaban la torre del Monasterio de San Jerónimo.
El general Sebastiani "el aprovechao"
Cuenta la leyenda que…
Hubo una época, antes
de la invasión francesa, en que había un puente de madera sobre el río Genil, que
por estar pintado de verde se llamó
Puente Verde. Este puente unía la Avenida Cervantes con la Carretera de la Sierra,
que por entonces, ya en plena invasión francesa, debían de cruzarlo los gabachos
con sus pesados trenes de artillería de 8 y 12 libras y demás pertrechos y no fiándose de la fortaleza
de aquel puente de madera, el General Sebastiani tuvo la mediocre idea de
desmontar parte de la torrecampanario del Convento de San Jerónimo y utilizar
sus sillares para construir un puente de piedra más robusto.
Diorama: Tren de artillería pesada napoleónica
No hubo la oposición
adecuada por parte de las responsables autoridades granadinas ante su
descabellada y poco sensible idea, temiendo
que el enfrentamiento con el General franchute, de consecuencias inesperadas,
concluyera en la pena de muerte.
Pero no quedó ahí la
osadía de este general francés, pues también destruyó el Vía Crucis que subía al
Sacromonte para aprovechar las piedras en su nueva construcción; de esta manera
obtenía materia prima sin tener que dar un piquetazo a las canteras
correspondientes, ahorrándose mano de obra, transporte y gastos, construyendo su
nuevo puente a costa de destruir y saquear monumentos emblemáticos de nuestra
ciudad.
El ejército napoleónico en marcha
Estaban afanados en
la demolición de la torre del monasterio cuando uno de los gabachos encontró la tumba del gran
Capitán, Don Gonzalo Fernández de Córdoba, en el altar de la iglesia, dando
conocimiento a sus superiores del hallazgo. Estos, en una venganza sin pies ni
cabeza, como perros en jauría, destrozaron y saquearon la tumba del gran
Capitán, más las cuarenta banderas que ondeaban indicando las batallas ganadas
por este héroe nacional y que lucían en la nave central.
El gran Capitán fue,
en tiempos pasados, el gran azote de los gabachos, ya que en dos ocasiones
logró vencer al rey francés Francisco I y dos veces le perdonó la vida, por
ello despertaba los celos y rencores de los soldados invasores, que en un
alarde villano lograron abrir su sepultura, esparciendo sus restos por el monasterio
de San Jerónimo, profanando su eterno descanso.
Otro diorama sobre la agilísima artillería francesa
Curiosamente, en todo
este triste episodio de locura humana, existió un monje que con mucho sigilo y
prudencia consiguió rescatar algunos objetos de Valor, entre ellos uno de los
regalos más preciados del gran Capitán: un Jaezo de Oro (Jaezo es una manta que
se colocaba como adorno a los caballos en la grupa para engalanarlos en los
desfiles), un regalo personal realizado a modo de respeto a su persona por el
rey Boabdil. Este tesoro que se custodiaba en el monasterio y ante la expoliación
sistemática que estaba sufriendo toda la comunidad religiosa por parte de los
franceses, fue escondido entre los grandes sillares que se estaban desmontando de
la torre jerónima, ocultándolo de la vista de los franceses en un sillar que
previamente había ahuecado un maestro cantero y amigo de nuestro monje, llamado
Lorenzo, de tal manera que en dicho sillar quedaba totalmente oculto el Jaezo
de oro y una serie de marcas que sólo conocían los autores de la idea, dando a
la piedra la identificación suficiente para posteriormente recuperar el tesoro.
San Jerónimo y su reconstruido torreón
Esta piedra con su
rica carga fue trasladada al lugar donde los maestros arquitectos estaban
haciendo el puente sobre el río Genil. Allí, un albañil granadino, Antonio Bretones,
estaba sobre aviso del ardid para salvar el tesoro, esperó a que el carretero
que debía llevar la carga de piedra desde el monasterio hasta el río le dijera
cuál de ellas era la señalada de forma especial, para así poder alojarla en el
lugar adecuado y con posterioridad, recuperar el tesoro oculto.
Pero, como siempre
ocurre, los hombres proponen y Dios dispone y en un descuido del carretero que
transportaba la carga de piedras se confundió de lugar y la llevó a la orilla
opuesta del río donde los franceses vigilaban todos los movimientos de los peones
y albañiles.
Cuando se dio cuenta
de su error, quiso rectificar pero uno de los gabachos le espetó:
-¿A dónde vas
con la carga? –Déjala aquí, cerca de la obra. –Ante la mirada del soldado tuvo
que descargar los sillares en el lugar que le había indicado el militar.
Después de descargar,
quiso el buen arriero apartar la piedra de las otras e intentar transportarla
para llevársela, pero el soldado francés no le quitaba la vista de encima y
viendo cómo corría peligro la misión al levantar sospechas, tuvo que disimular
y salir con su carreta vacía de regreso al monasterio.
Ya de noche, el
monje, el maestro cantero y el carretero se acercaron a las obras para ver si
podían descubrir el sillar marcado, pero cuál fue su sorpresa al ver que éste
se había mezclado con muchos otros que también venían marcados por ser provenientes
del Viacrucis del Sacromonte, quedando perplejos ante tantas señales de unos y
otros.
Así pues, en el
interior de una de esas piedras quedó escondido para los siglos el tesoro del gran
Capitán, en las entrañas del Puente Verde.
Señales en el pretil del puente: No creo que sean de canteros
Dicen algunos
entendidos que la clave de las marcas que nuestros patriotas hicieron en el
sillar camuflado están duplicadas y grabadas en alguna de
las pilastras que existen en los jardines del Aljibe del Rey; La verdad es que se encuentran debajo del puente y que se
pueden ver las marcas desde el río. De una manera u otra, lo cierto es que fue
un destrozo y saqueo lo que los gabachos hicieron en Granada y como recuerdo de
aquella tropelía existe una lápida en la entrada del Monasterio de San Jerónimo
que dice así: “Las torres que desprecio
al aire fueron a su gran pesadumbre se rindieron”…
Placas recordatorias de las vicisitudes del campanario
Y hasta aquí la
leyenda, pero no el suspense ni el final del cuento: ¿Saben lo que hice, en
cuanto leí esta historia? –Una mañana, muy tempranito, tomé la cámara y me
coloqué debajo del puente a escudriñar. No he llegado todavía a conclusiones finales, pero encontré varias señales
enigmáticas. Si algún día me veis millonario, podréis pensar sin duda, que
encontré el “Jaezo de Oro”.
Si pudieras ampliar esta foto, te sorprenderás: el Alfa + Omega.¡La señal...!
NITO
2 comentarios:
Interesantísima entrada y buena investigación, en Granada se tira del hilo de la historia y van saliendo cosas y cosas...
Fantástico. Ayer mismo estuve en el San Jerónimo y tirando del hilo reencuentro tu blog. Gracias por tu trabajo y dedicación
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