Los palacios de la
Alhambra, que tanto admiramos, sólo son una sombra empalidecida de lo que fue
la eclosión cromática de otros tiempos. De ella sólo restan los paneles de
alicatados policromos rivalizando con el verde profundo de la arboleda
circundante, salpicado de flores, y el cálido rojo terracota de los muros.
Faltan las ricas cortinas de seda, los velos finos y bellísimos que púdicamente
velaban la desnudez de los muros encalados.
Faltan las solerías
de azulejos heráldicos. Las tacas han perdido sus ricos jarros. Tampoco vemos
los grandes vasos ornamentales dorados.
Y hemos de recurrir a
nuestra imaginación para evocar los espléndidos banquetes, como los de la
fiesta del “mawlid”, con las exquisitas viandas servidas en la vajilla más
preciado del mundo islámico, “mezcla de blanco y amarillo intenso, como plata
que corre entremedias del oro”.
.
.
“Su piel deslumbra sus ojos como si fuera
un jardín donde los junquillos se abren ante
las anémonas;
mezcla de blanco y amarillo intenso,
como plata que corre entremedias del oro.”
(IBN ZAMRAK)
"El Azulejo de Fortuny" o de Yusuf III
El oro, simple espejismo
La cuna de la revolucionaria
técnica de la loza dorada, dentro del
imperio islámico, sigue siendo un enigma, si bien hay que situarla en algún
lugar de la hipotética franja que, desde el sur del mar Caspio, cruzando
Mesopotamia, llegaría hasta el norte de Egipto.
Ciudades iraníes como
Cashan, mesopotámicas como Sumarra o Bagdad, o egipcias como Fustat, pudieron tener los primeros hornos de esta
producción, de falsas sugerencias áureas. Tampoco sabemos cómo se inventó o descubrió esta técnica. Tal vez fue por
azar, al sufrir una imperfecta cochura alguna pieza dorada con óxidos de cobre.
Una fortuita llama reductora sería la responsable, y la pieza, en vez de aparecer
pintada, al final de la cocción con el verde de rigor, surgiría recubierta de
tonalidades doradas, brillando entre los humos negruzcos adheridos al vedrío.
Acababa de nacer la
loza dorada de reflejos metálicos.
Pero, además, con la ventaja
de ser “ortodoxa ”, ya que, al carecer de oro, no infringía los cánones
coránicos que rechazaban el lujo.
Aunque no conocemos
ninguna receta antigua de esta fabricación y las variantes son numerosas a lo
largo de los siglos y a lo ancho del mundo islámico, en principio el vedrío
dorado se obtiene mediante una mezcla, previamente triturada y luego diluida el
vinagre, integrada, en lo esencial, por sulfuro metálicos de cobre y de plata,
almagra –peróxido de Hierro- y cinabrio
–bisulfuro de mercurio-.
Esta decoración se
aplica sobre la superficie de la pieza, previamente juagueteada y luego
recubierta de vidriado stannífero, lo que supone dos cochuras previas, pasando
a continuación nuevamente al horno, donde, para conseguir la tonalidad dorada,
es imprescindible la cocción con llama reductora.
En el viejo tratado
cerámico de a Abú-l-Qasim deKashan (1301) esta técnica recibe el nombre de “color
dos fuegos”.
Los comienzos
Cuando los alfares del
Al-Andalus empiezan a fabricar loza dorada –presumiblemente a comienzos de la
segunda mitad del siglo XII-, la producción goza de una venerable antigüedad de
300 años. Era el siglo IX. Los omeyas de damasco habían sido vencidos para
mediados de la centuria anterior por la nueva dinastía de los abbasíes, quienes
trasladaron la capital a Bagdad.
En el Al-Andalus
empiezan a conocer la loza dorada en el siglo X, reservada como en el resto del
mundo islámico, a los califas, emires y cortesanos de alto rango.
Así, la fabricación del vedrío dorado, guardado
tan celosamente al principio, se difundió
a lo largo de los siglos XI y XII a otros países del Islam. Egipto, Irán
y Al-Andalus. Señalemos que, aunque la técnica básicamente es la misma, las
diferencias pronto se harán notar, destacando de una manera especial la
granadina (motivos ornamentales y formato de las piezas).
(Basado en un
artículo de Balbina Matínez Caviró en: “El arte nazarí y el problema de la loza
dorada”).
Aliceres dorados granadinos
Veamos con
detenimiento el proceso empleado en los alfares de Granada y Málaga: La técnica
para su fabricación es de gran dificultad, pues para llegar a la obtención del
reflejo dorado, la pieza debe ser sometida a una cochura múltiple y diversos
procesos. Una vez torneada y seca la pieza se cuece por primera vez. La
cerámica azul y dorada se realiza con engobe, óxido de cobalto y óxido de
plomo, que dan el fondo blanco al transformarse con la cocción, el dibujo azul
y una capa vidriada que lo recubre todo. En una segunda cocción se aplica el
dorado con vinagre de sulfuros de plata y cobre pero al fijarse sobre el
vidriado de la primera cocción se degrada; por este motivo, el fondo de
ataurique o motivo vegetal se pierde en gran parte con el tiempo. Para esta
cocción final se emplea leña de plantas aromáticas, como el romero, que produce
mucho más humo por lo que las piezas salían ennegrecidas, lográndose el dorado
por frotación con esparto u otro material similar.
"En todas las paredes de la Alhambra
ondula el mar de al-zullaýý".
(Al-Jatib)
Unas obras estaban
decoradas exclusivamente en color dorado, mientras otras lo asociaban con el
azul de cobalto y el manganeso, que les prestaba mayor variedad cromática. La
tipología es variada, desde ataifores a jarras, pasando por escudillas, tarros,
copas, tazas, tapaderas y demás piezas cerámicas, pero sobre todo destacan – y
de una manera especial- los llamados "Jarrones de la Alhambra".
NITO
2 comentarios:
Como siempre, un trabajo bien hecho, lo que convierte a este blog en referencia cultural imprescindible.
.Asombro.
.Escozor.
.Decepción.
-¿Cómo puede haber tantos temas granadinos y que yo desconozca...?
-Luego viene la obligación de ilustrarme.
- Al final nos dejas con la miel en los labios y no profundizas...
¿Cuándo nos narrarás lo de la llegada al puerto de Porsmouth (Inglaterra) en 1289 de un cargamento nazarí de "extraños reflejos" destinado a Leonor de Castilla, perdido entre el mismo puerto y su residencia...?
Un abrazo
ERMITAÑO BEBEDOR
Publicar un comentario