sábado, 1 de diciembre de 2012

LA VERDAD DE UNAS CUENTAS


Hace ahora cuatro años (miércoles 3 de Diciembre de 2008), narrábamos algo sobre la figura del Gran Capitán y sus famosas cuentas.
Hoy, que su nombre vuelve a sonar gracias a la exitosa serie de TVE, nos gustaría añadir algo poco conocido sobre el recio carácter del Capitán y sus dichosas cuentas.
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Tratamiento literario
El tratamiento literario del hecho se debe a una recomposición que comienza rimada y que habrá de considerarse popular, puesto que más que del original o de otro autor conocido provendría de sucesivos añadidos:
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Por picos, palas y azadones, cien millones de ducados; por limosnas para que frailes y monjas rezasen por los españoles, ciento cincuenta mil ducados; por guantes perfumados para que los soldados no oliesen el hedor de la batalla, doscientos millones de ducados; por reponer las campanas averiadas a causa del continuo repicar a victoria, ciento setenta mil ducados; y, finalmente, por la paciencia de tener que descender a estas pequeñeces del rey a quien he regalado un reino, cien millones de ducados.
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Más de un siglo más tarde, parte de la divulgación del tópico se debe a una obra de teatro homónima, de Lope de Vega.

Libro de cuentas de don Gonzalo con su firma en la página izquierda

Los hechos y su significado
Una interpretación del hecho supone que, tras la muerte de Isabel la Católica en 1504, viendo su viudo Fernando el Católico que la Guerra de Italia estaba siendo enormemente costosa, pidió a Gonzalo Fernández de Córdoba que le presentara cuentas justificadas de tales gastos. Parece ser que los enemigos políticos del Gran Capitán querían aprovechar la muerte de la reina, hasta entonces valedora del militar castellano.
Una narración clásica, que se no se priva de aplaudir el desplante castizo del Gran Capitán, se encuentra en la biografía del Gran Capitán obra de Luis María de Lojendio:
En la tarea de revisión administrativa a que se aplicaba don Fernando llegó su turno al obligado descargo de la gestión económica. El Rey, que vivía en constante forcejeo con la penuria de medios que le ahogaba, concedía a este capítulo una gran importancia. Entre sus contadores figuraba Juan Bautista Spinelli, que había cultivado en el ánimo del Monarca los grandes recelos sobre el despilfarro del Gran Capitán, «así como aquel que sagacísimamente buscaba las cuentas de los gastado y de todo lo recibido, y mostró cómo no había dejado cosa alguna en el fisco, a fin que dando desordenadamente viniese a ganar nombre de liberalísimo» (Paulo Jovio, pg. 540).

El Duque de Nemours vencido

Al decir de la crónica manuscrita, este Spinelli se mostraba ahora arrogante con Gonzalo. Se había crecido, confiando en la protección de don Fernando. Llegó a comportarse en público con notoria falta de respeto. Y en cierta ocasión en que se manifestó así ante don Gonzalo y su acompañamiento, «aunque el Gran Capitán era el hombre más sufrido del mundo y que de mejor voluntad perdonaba las injurias, visto que todos aquellos caballeros habían mirado en ello y a él díjo: Venid acá un momento, Juan Baptista. Solíades vos pasar por delante de mi con tanto desacato. Y antes que respondiese, le tomó por los cabellos y le dio dos bofetadas, de manera que le hinchó la boca de sangre» (Crónica manuscrita pg. 445).
Este pudo ser, muy bien, el estado de ánimo en que Gonzalo de Córdoba fue llamado a rendir cuentas de su administración. De todos es conocida la leyenda famosa. Casi con las mismas palabras consignan el incidente de la crónica general (pg. 224 y 225), la manuscrita (pg. 443) y Paulo Jovio (542 y 543):
«Había Gonzalo Fernández en aquellos días burlado la diligencia y curiosidad de los tesoreros envidiosos, y a él enojados y al Rey poco honrosos, que siendo llamado como a juicio para que diese cuenta de lo gastado en la guerra y del recibo asentado en la tesorería y mostrando ser muy mayor la entrada que no era lo gastado, respondió muy severamente que él traería otra escritura muy más auténtica que ninguna de aquéllas, por lo cual mostraría, clara y patentemente que, había mucho más gastado que recibido y que quería que le pagasen todo el alcance de aquella cuenta como deuda que le debía la Cámara Real.
El día siguiente presentó un librillo y con un título muy arrogante con que puso silencio a los tesoreros y al Rey y todos mucha risa. En el primer capítulo asentó que había gastado en frailes y sacerdotes, religiosos, en pobres y monjas, los cuales continuamente estaban en oración rogando a Nuestro Señor Jesucristo, y a todos los santos y santas que le diesen victoria, doscientos mil y setecientos treinta y seis ducados y nueve reales.
La segunda partida asentó setecientos mil y cuatrocientos y noventa y cuatro ducados a las espías de los cuales había entendido los designios de los enemigos y ganado muchas victorias, y finalmente, la libre posesión de tan gran reino.



Entendida del Rey la argucia mandó poner silencio, porque quien sería aquél si no fue algún ingrato o verdaderamente de baja y vil condición que buscase los deudores y quisiese saber el número de los dineros dados secretamente de un tan excelente capitán» (Crónica general, pgs. 244 y 245).
Esta es una de las anécdotas de que más ha gustado la fantasía española, porque el gesto de Gonzalo, con cuanto tiene de arrogancia y desplante, de fino humor y amarga ironía, encaja plenamente en la psicología de su pueblo. Y como ocurre en España con todos los relatos ingeniosos, la fantasía, cuando se apoderó de él, lo fue completando. Las partidas de esa cuenta famosa se ampliaron. Ya no se trataba tan sólo de esos dos asientos iniciales que consignan las crónicas. Surgieron los diez mil ducados de guantes perfumados, los ciento setenta mil por reponer campanas gastadas a fuerza de repicar victorias, los cien millones por la paciencia en escuchar al Rey que pedía cuentas al que le regaló un Reino...


La anécdota pasaba a ser tema de leyenda. ¿Qué pudo haber de realidad en el gesto inicial? Don Antonio Rodríguez Villa, que con su investigación fecunda y competente tanta luz proyectó sobre la figura del Gran Capitán, ha dejado bien centrado el alcance de este problema:
«Puede a este propósito decirse -escribe en informe dirigido a la Real Academia de la Historia- que si el hecho no fue cierto y oficial, mereció serlo, y lo fue, en nuestra opinión, de una manera oficiosa. Porque, enojado y resentido aquel invicto caudillo de que los codiciosos tesoreros de S. A., acaso incitados por ella, le apremiasen continuamente a dar cuenta de los gastos hechos en la segunda conquista de Nápoles, les presentó o refirió de palabra aquellas irónicas, y graciosas partidas de descargo, que tanto se celebraron entonces y perduran todavía ahora en nuestra memoria».
No hay razones que obliguen a dudar: de la certeza de este incidente en su alcance concreto, tal como lo refieren las crónicas. Gonzalo, por su temperamento, por su noble desinterés y generosidad, no podía admitir una mezquina discusión de cuentas con gentes de la traza de un Spinelli. Se sentía ofendido, no sólo por, el desconsiderado acoso de los tesoreros, sino también por la actitud del Monarca, que, cuando menos, lo toleraba. Desahogó su amargura envolviéndola en ingenio e ironía. Cuando se enteró el Rey Católico de las partidas fantásticas de aquella rendición de cuentas, apreció en su justa medida cuán ruin y ridículo resultaba este forcejeo.

Espada del Gran Capitán

NITO

4 comentarios:

Antonio Montufo Gutiérrez dijo...

He de decirte que este artículo está puesto en el momento oportuno ya que la serie de Isabel está teniendo un éxito que nadie esperaba y estamos deseando la segunda parte en la que Granada será la gran protagonista. pero volviendo al artículo me ha parecido muy bueno, bien documentado y mejor expuesto

Manuel Espadafor Caba dijo...

Cualquiera que no conozca “La Murga” pensará que es una especie de chirigota, vamos, algo de broma y poco serio. ¡Qué equivocados están! ¡Pero si es una verdadera enciclopedia que pronto llegará a las doscientas mil páginas! Y si no, a esta entrada me remito, bien hecha y documentada. Enhorabuena y que siga.

Anónimo dijo...

Magnifico y sorprendente relato, Nito.
Debieras contarnos más cosas sobre Gonzalo Fernández de Córdoba "que no vengan en los libros de texto".

El Gran Capitán e Isabel La Católica siempre serán una de las más bellas parejas de la Historia de España.

SANDIRA

Nito dijo...

-Gracias a todos por vuestro aliento: Veo que os ha gustado el tema.
-Por aquel entonces, con aquellos méritos y con aquellos personajes, se pudieron hacer tales cuentas.
-Hoy el Gran Capitán, por mucha motivación altiva que pusiese para justificar los gastos seria carne de comisión parlamentaria... ¿Me equivoco…?

NITO