Ó LA CASA DEL GALLO DE VIENTO
El aspecto tan desolador que todos conocemos de la llamada “Casa de la Lona”, nos lo presentan estas tristes fotografías, que parecen sacadas de una obra de Pier Paolo Pasolini.
Había sido uno de los edificios más característicos de la ciudad, en la plaza de San Miguel el Bajo, en los tiempos de su consentida ruina que acabaría con su lamentable demolición a comienzos de los años 1970.
Esta antigua y notable finca se había levantado sobre un primitivo palacio que los reyes musulmanes ocuparon hasta que hicieron la Alhambra. Podéis imaginaros la riqueza e importancia del edificio. Pero en la más vieja memoria de la ciudad se conservó mucho tiempo el curioso nombre con que fue generalmente conocida aquella residencia real: “La casa del Gallo de Viento”.
¿Os imagináis nombre más bello y tan cargado de resonancias medievales…?
Al parecer, y a modo de veleta, en una de las torrecillas del recinto, había habido un jinete árabe armado para la guerra a lomos de un brioso corcel.
Ibn al Jatib, que conoció el palacio, dijo que “no admitía comparación con ningún otro en tierra de moros ni de infieles”. El mismo observador y testigo directo, se refería a la curiosa veleta con estas palabras: “Es un gallo de cobre con cabeza de caballo, montado por un caballero armado de lanza y adarga. Cuando el viento cambia, cambia también de dirección el caballero”.
Hasta aquí, la simple historia. Que una veleta, con forma de gallo ó jinete en un caballo con cabeza de gallo señalara la dirección del viento, entra dentro de lo lógico, para eso son las veletas. Lo principal no se ha dicho todavía:
“Cuando este autómata con apariencia de fiero jinete cincelado en bronce, se volvía loco girando sobre su eje, emitiendo un grave ulular, Granada temblaba de miedo. Un conjuro (no olvidemos que estamos en Granada) y un misterioso mecanismo de bolas metálicas adosadas hacían que este jinete señalara con su lanza la dirección del enemigo cristiano que acaba de aparecer por cualquier punto cardinal de su horizonte“.
"Torre heptagonal en piedra de Egipto..."
Según cuentan las tradiciones, este mágico talismán, que a modo de veleta centinela, lucía la siguiente inscripción arábiga:
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Calet el Bedici Aben Habuz
Quidat ehahet Lindabuz.
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(Dice el sabio Aben Habuz
Que así se defiende el al-Ándalus).
El Palacio estaba ya bastante transformado cuando los Reyes Católicos conquistaron la ciudad: Poco a poco fueron desapareciendo los últimos rasgos ziríes.
Según una tradición poco contrastada –al decir de Barrios Rozúa- buena parte del edificio se dedicó a fábrica de lonas para las velas de los barcos. Lo que sí es cierto es que en un extremo del solar se construyó en el siglo XVI una casa morisca estructurada en torno a una alberca.
Tras un desgraciado incendio en 1639, se procedió convertirla en una corrala de vecinos en torno a un gran patio rectangular, con un aljibe construido sobre la alberca de la antigua casa morisca.
En el primer tercio del siglo XIX el edificio se convirtió en fábrica de tejidos de cáñamo, llegando a albergar hasta trescientos telares. De ahí derivaría, más que del supuesto anterior, el nombre de la Casa de la Lona.
La fotografía es una cruda denuncia, porque este estado tan degradante de la vieja y noble Casa de la Lona pudo evitarse garantizando al patrimonio ambiental de la ciudad, la supervivencia de una construcción representativa de la arquitectura de una época.
“A pesar de las denuncias de muchos ilusos -nos confiesa Eladio Fernández Nieto- , los primeros años 70 vieron cómo echaron por tierra aquel corral de vecinos, que conservaba aún en sus entrañas muros del siglo XV de metro y medio de anchura y en el que, alguna vez, y en alguna altiva torre heptágonal, giró loca la mágica Veleta del Gallo de Viento.
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NITO
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1 comentario:
Será por deformación profesional pero cuando publicas temas relacionados con la Historia me encantan. Ciertamente la mentalidad de las autoridades granadinas ha sido nefasta para nuestro Patrimonio como podemos ver en la obra de Barrios Rozua "Guia de la Granada desaparecida" como tambien protestaba Ángel Ganivet en sus tiempos de la cantidad de edificios y contrucciones antiguas que se derribaron en aras de la "modernidad". Me ha gustado.
Antonio Montufo
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