La parte más agreste y montaraz de la Herradura, esa parte menos conocida rio Jate arriba, estaba perlada de pequeños núcleos de población y cortijillos, aparentemente desvalidos y aislados, tuvieron una gran tradición popular, rica en costumbres, leyendas y folclore, tan grande como la Axarquía misma. Una de esas manifestaciones eran las bodas.
Cuando llegaba el día de casarse la novia debía tener hecho el ajuar. Este se componía de sujetadores, enaguas, bragas, sábanas, manteles, que desde pequeñas las muchachas se encargaban de hacer a mano. La novia aportaba el ajuar y los muebles y el novio la casa, un mulo y su ropa.
Semanas antes de la ceremonia preparaban el futuro hogar con ayuda de las amigas que planchaban la ropa, blanqueaban la casa y ponían el ajuar en exposición para que lo vieran los conocidos y vecinos.
La noche antes de la boda, cuando la novia no estaba presente, las amigas más íntimas le preparaban la cama y alguna broma para la noche de bodas.,
El gasto de la boda se repartía en tres partes, una pagaba la familia del novio, otra la familia de la novia, y la tercera, los compadres.
La comida para la boda la preparaban las personas mayores tres o cuatro días antes del acontecimiento, en la casa de la novia; consistía en cabritos, matanza, pavos, gallos, pan casero, pestiños, roscos, etc., dependiendo de su situación económica. La ceremonia religiosa se celebraba a las ocho de la mañana. Para la ocasión la novia se hacía dos trajes, uno para ir en el mulo desde su casa a la de la modista, donde se cambiaba y se ponía el de novia.
Los mulos de los que acompañaban a los novios también se adornaban, echando sobre ellos colchas floreadas, trajes con flecos, cascabeles…
En el trayecto hasta la iglesia, los novios iban en el mismo mulo, él delante y ella detrás, seguidos de los compadres y demás acompañantes. Después de “echarse las bendiciones” la novia se colocaba delante y el novio detrás.
Por regla general, la mayor parte de los acompañantes eran solteros y parejas que se disputaban ir detrás de los compadres, ya que esto se consideraba un privilegio. Ninguna mujer soltera quería ser la última, ya que se decía que era “la mosca”. Los niños y las personas mayores no iban en el acompañamiento, se quedaban esperando en el cortijo.
En determinadas ocasiones iba un burro cargado de bebidas y buñuelos para que se los comieran los acompañantes durante el trayecto de la iglesia al cortijo.
Una vez en el cortijo de la novia comenzaba la fiesta. Tocaban, cantaban y bailaban fandangos cortijeros, verdiales, se recitaban los trobos y se comía todo lo que habían preparado; la fiesta solía durar tres o cuatro días, hasta que se acababa la comida.
Una vez finalizada, se acompañaba al matrimonio a su futura casa, donde se ofrecía a los acompañantes una copa con roscos de huevo, vino, anís, etc.
Nota sentimental.-
Un amigo de mi joven vecino, aquí en la playa (cortijero por más señas y peón de albañil cuando puede), estaba contemplado embobado las estampas de un viejo libro fotos que tengo en casa (“Almuñécar: Recuerdos del pasado”). Estaban ambos ilustrándome sobre las costumbres, tradiciones y leyendas de los cortijos en La Herradura.
-¿Cómo tiene Ud. esas fotos? –Exclamó exaltado el cortijero.
-Pues comprando el libro en la librería del pueblo. –Le dije.
-Es que los novios subidos en el mulo son mis padres el día de su boda.
Con los ojos arrasados apuntilló: –¡A mi madre no la conocí nunca. Y esa es la primera foto que veo de ella…!
Resumiendo: Me quedé sin el libro.
NITO
2 comentarios:
Muy buenas Nito si la Murga "granina" es iteresante la versión estival o playera no se queda atrás con lo que nis cuentas de temas nauticos o como este de costumbres costeras y sabiendo como eres ¿como no te ibas a quedar sin el libro?. Un abrazo Antonio
Gracias, Antonio, por tu estímulo.
Me quedé sin el libro -ya repuesto nuevamente en su anaquel-, pero valió la pena y me compensó ver la alegría que le dí al muchacho:
Huelga decir la de veces que "me ha correspondido" -aunque me da un poco de pudor el contarlo- con banastas de higos chumbos, que sabe el bandido que me pirran...
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