jueves, 14 de junio de 2012

LA SILLA DEL SR. ARZOBISPO


“Muy Reverendo en Cristo Padre Don Martín Carrillo y Aldrete, Arzobispo de Granada, de mi Consejo: He entendido que en las procesiones del día del Corpus dos criados vuestros llevan una silla detrás de vuestra persona y me ha parecido advertiros la procuréis excusar o caso que no pueda ser, la hagáis llevar apartada a un lado, de manera que no estorbe al clero de la procesión y habiéndose de sentar sea en la misma forma, dejándole descubierto y a un lado que en ello me haréis mucho placer”
(Cédula expedida por el Rey en 1649  (y ya iban dos avisos)
Con cuatro cohetes, que duraron 45 segundos, se cerró la Feria del Corpus de Granada 2012 pues las cosas, según la Concejala de Fiestas, no están para quemar pólvora del Rey.
Mal trinomio es este: Fiestas, tradición y crisis. Aunque malas rachas siempre las ha habido.
A pesar de lo antiquísimo de la procesión del Corpus granadino (pues data de los Reyes Católicos), ya a principios del s. XIX decayeron tanto las fiestas, que casi se suprimieron. Fueron los comerciantes de la ciudad los que en 1839 pidieron al Municipio que las resucitase, porque así convenía a sus intereses mercantiles.
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Es decir, que llevamos más de cinco siglos celebrándolas, siguiendo un esquema más o menos variado en el que hay muchas cosas que cambian, otras permanecen idéntica desde tiempos inmemoriales y algunas no dejan de sorprendernos por lo anecdótico.
Pensando en esto último, es decir, en la rica anécdota digna de llevar a “La Murga”, recurro a los escritos, siempre frescos y espléndidos, de César Girón y a los del erudito Miguel Garrido Atienza, rebuscando entre sus obras respectivas y preguntándome cuál sería ese detalle intimista o rara perla, que nos ha transmitido la Historia sobre el Corpus.

Me decanto, sin vacilar, por la anécdota de la Silla del Arzobispo, recogida en los libros 'Miscelánea de Granada' y en el inolvidable 'Antiguallas granadinas' de estos autores, a quien debemos un jugoso recuento de sucedidos locales, además de haber fijado los ceremoniales de las fiestas de la Toma y otras festividades municipales desde hace más de un siglo.
Se trata de un largo litigio entre el arzobispado y la Chancillería que se alargó durante todo el siglo XVII y parte del XVIII y que podríamos definir como una de esas típicas polémicas malafollescas granadinas por asuntos totalmente accesorios, dejando lo importante a un lado o sea, que de casta le viene al galgo.


Por lo que nos cuentan los cronistas, estaba prescrito que en la procesión del Corpus detrás del Arzobispo, que iba inmediatamente detrás de la custodia con un numeroso séquito, unos pajes portaran una silla, ricamente tapizada en seda roja, y otros un cojín, con el fin de que el dignatario pudiera descansar cuando el cortejo se detenía, según una costumbre muy extendida. Pero he aquí que a los representantes de la Chancillería no les hacía ninguna gracia permanecer de pie detrás del prelado sentado y rodeado de tanto acompañamiento y boato y recurrieron incontables veces ante las autoridades y hasta a los reyes, que con frecuencia dictaban unas disposiciones que no satisfacían ni a unos ni a otros. Hubo de todo en aquella larga discusión baladí: la silla fue permitida en 1604, se limitó su uso en 1607 y 1649, prohibida en 1670 y 1679; unas veces el arzobispo no asistía a la procesión por tal motivo, otras eran los dignatarios de la Chancillería los que no lo hacían. Cabe imaginarse los comentarios y discusiones que causaban esas ausencias entre los granadinos.
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En aquellos tiempos las polémicas entre las instituciones podían acabar en 'excomuniones y violencias', como dice Garrido Atienza. Fue en 1721 cuando se hizo la paz, mediante los buenos oficios del cardenal Beluga y la intervención del rey Felipe V quien, por un lado les decía al presidente y los Oidores de la cancillería que no protestaran porque sacara el arzobispo una silla en las procesiones y por otra indicaba al arzobispo que fuera discreto y llevara la silla a un lado, que prescindiera del cojín y limitara su séquito a dos capellanes y sólo se sentara en ella en el altar de Bibarrambla, para echar el incienso, eso sí, sin dar la espalda a los de la Chancillería.

Eran otros tiempos, sin duda. No sé si todavía se saca una silla detrás del arzobispo siguiendo la tradición, pero si es así, lo más probable es que nadie se siente en ella.
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NITO

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5 comentarios:

Manuel Espadafor dijo...

A propósito de quintillas
ahí va alguna muy mala
ya que de esto no sé nada
pasaré pues de puntillas
no se enciendan las mejillas

El que tiene ordenador
y no conoce la Murga
la verdad que es cosa absurda
pues se pierde lo mejor
de Granada y su esplendor

Con criados de librea
va el arzobispo en su silla,
con parihuelas y sombrilla.
Lo malo es cuando chorrea,
porque no aguanta y se mea

Nito dijo...

Si ya un comentario, el corazón
alegra, imagina si en verso viene.
Si además son quintillas en sazón,
a mi me nubla de gozo la razón,
y con tan buen lema como tiene.


¡GRACIAS, MANUEL!

Antonio Montufo Gutiérrez dijo...

Muy interesante el artículo y los comentarios que haces en referencia a las polémicas entre poder civil y religioso que en definitiva al pueblo le importamban un pimiento porque ambos se dedicaban a exprimirlo con los impuestos y los diezmos y primicias.
La última fotos de la carroza esta se encuentra en la Iglesia de San Ildefonso.
Antonio Montufo Gutriérrez

Ysthar dijo...

Impecable artículo, si señor!!
¿Con qué nos sorprenderás la próxima ocasión? Felicidades!!

Un beso

Anónimo dijo...

Apreciado Juan, tu documentación nos hace pasar agradables ratillos, nos enriquece y nos damos cuenta de tantas ignorancias que tenemos . Animo y no decaigas. Un abrazo, Felix.-