Más amargo que las tueras, más amargo que las naranjas de mi sopa, es el devenir en el tiempo del pequeño comercio granadino.
Andaba yo mirando unos lustrosos naranjos de jardín en una conocida plaza, con la pretensión de tomar un par de frutos para experimentar cierto elixir que, al filo de mi sopa cachorreña, me indicó nuestro buen amigo Manuel (que si bien no es el elixir de la vida, te revitaliza elevándote a la cuarta dimensión del espíritu), cuando quiso la casualidad que me fijara en un cartel fijado a un escaparate.
Quizás me llamara la atención primero su muy cuidada caligrafía. Después su dramático contenido. Allí, su dueña Mª Gracia, se despedía con desgarro de su clientela, después de toda una vida dedicada a ellos y a su pequeño negocio con un tono mucho más amargo que cien mil naranjas moras de las que adornaban su escaparate.
No quise ni imaginarme otras razones, pero, ¿por qué se despedía…? Automáticamente pensé en la crisis, esta crisis canalla que azota sin piedad y a diario al modesto comercio granadino que, impotente, se ve obligado echar el cierre después de toda una honrada vida laboral.
Si este problema crítico tuviera arreglo con este elixir…
NITO
1 comentario:
Muy emotiva la carta de esta señora Mª Gracia y oportuna la Murga en darla a conocer, por los años que ha estado la tienda abierta sin duda hace pensar que su dueña es mayor y no le compensa afrontar los numerosos gastos de tener un establecimiento abierto prefiriendo cobrar su posible jubilación. ¿Sabéis que una pequeña tienda, entre otros gastos, tiene que pagar en los recibos del agua basura industrial como si se tratara de unos grandes almacenes? Inaudito.
Y aprovechando la referencia a las naranjas amargas, estas se pelan a ser posible de un tirón, de modo que el espiral obtenido de su piel se cuelgue al aire sujetada por una pinza de las de la ropa para que se oree y seque bien, así no cría moho ni se putrefacta.
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