Parece que ha causado estupor, y como poco, sorpresa (si atendemos al número de llamadas y correos recibidos), entre los asiduos a este Blog, el triste final de los amantes del Albaicín, pero sobre todo por la práctica del emparedamiento.
Me pedís más datos, y yo no los tengo, pero conviene diferenciar y hacer distingos y para ello tomo algunas notas del historiador Bruno Alcaraz:
“El llamado voto de tinieblas o emparedamiento en vida era un castigo medieval que permaneció como tradición aplicable en España hasta el siglo XVII y no fue privativo de una zona concreta, dado que era una práctica medieval muy extendida en toda Europa y que se daba en Madrid, en Barcelona, en Sevilla, en Valencia y en Granada, entre otras ciudades españolas, así como en Lisboa, en Rennes, en Lyón, en París, en Génova, en Florencia y en los muros de Roma; si bien, como atestigua Escolano, a partir del Sínodo del obispo Ayala, en 1693, se prohibió tal práctica, que de hecho desaparecería definitivamente 74 años más tarde”.
Dos tipos de emparedamiento:
Uno era aquel que, con carácter de castigo, se impuso a determinadas mujeres por sus faltas y delitos cometidos, nada nuevo en la historia si recordamos el caso de las sacerdotisas vestales que en la Antigüedad eran emparedadas, o lapidadas al haber perdido su virginidad.
El otro tipo se daba en el caso de las mujeres que voluntariamente, con autorización de sus familiares y superiores, decidían adoptar este tipo de vida penitente.
"Para hacer viable en su mundo este deseo personal, inventaron la forma de vida beguina, una forma de vida exquisitamente política, que supo situarse más allá de la ley, no en contra de ella. Nunca pidieron al papado que confirmara su manera de vivir y de convivir ni se rebelaron, tampoco, contra la Iglesia".
En Granada hay constancia de que hubo emparedadas en las parroquias de San Gil y de Santa María Magdalena, llamada de "los asturianos", ambas hoy demolidas, así como en las iglesias parroquiales del Perpetuo Socorro (sor Ana Bueso), de San Antón (sor Carmen Gaitán), del Salvador (sor Clara Montalbán), situada en el Albaicín, así como en la antigua ermita de San Antón, demolida hoy, situada en la avenida de Cervantes, donde estuvo sor María Toledano, que permaneció emparedada en oración 27 años, como atestiguan las doblas y aniversarios fundados en cada parroquia para mantener a las emparedadas de Granada; en Guadix fue célebre sor Beatriz, que se recluyó en una cueva 32 años y tenía fama de santa y milagrera.
Así, el uso del término emparedamiento implicaba una reclusión punitiva entre cuatro paredes, como un calabozo o enterramiento en vida; mientras que el término emparedarse hay que entenderlo como reclusión en una celda de penitencia y mortificación de la que tantos ejemplos hay a lo largo de la historia.
NITO
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