domingo, 16 de agosto de 2009

FABRICANDO NUESTRA PROPIA TINTA

“¡Qué maravillosa labor la del Cálamo:
Bebe oscuridad y vierte luz…!”

Entendido queda que esa oscuridad, además de al tintero, se refiere a la ignorancia y a la incultura, pero es de la tinta de lo que quisiera hablar en este momento.

Ya tenemos nuestro cálamo recién tallado. ¡Bien, pero no basta! No creamos que ya hemos acabado: ¿Y la tinta…? No valen las Waterman, Pelikan ni Mont Blanc; éstas estaban bien para nuestras estilográficas, pero son demasiado fluidas para nuestra caña calamera y no ganaríamos para borrones.

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Barras de buena tinta china. Ahora a frotar

¿Tendremos que hacer nuestra propia tinta? -¡Qué pesadez!, -me diréis.

–Y habría que contestar: -¡Pues no, queridos!: ¿Y el placer, como el de nuestros antepasados orientales, de practicar la técnica del frotado de la barra de la tinta contra el cuenco de piedra áspera, para hacer la cantidad justa que necesitas para el consumo de hoy y tomárselo como parte de una meditación y de una introspección antes de comenzar el trabajo…?

¡Narices putas y atrancadas! -¡Tal parece como si habláramos de planetas distintos ! Y la verdad, es esa la diferencia entre nuestra realidad de hoy y el mundo de los orientales mandarines con sus barras de tinta china…

¡Oigan!: Tengo fórmulas para el que quiera fabricar su propia tinta. Je, je...

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El origen de la tinta

El uso de las tintas es milenario y sigue estando en discusión el verdadero origen de las mismas; se sabe que data tanto de China como del Antiguo Egipto. Lo cierto es que sí existen manuscritos tanto chinos, como egipcios que muestran la existencia de una sustancia liviana, ideal para escribir. Las tintas que usaban los ecribas medievales provenían de dos recetas usualmente preparadas en aquellos tiempos. Una era la mezcla del negro de humo con goma y agua que era realmente eficaz y duradera, y la otra era la mezcla de sulfato ferroso con una poción realizada de las agallas de roble. La venta comercial de tintas preparadas se popularizó en el siglo XVIII.

Pero eso sí, tres cosas le pedimos a una buena tinta: Fluidez, persistencia y belleza

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NITO

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1 comentario:

Antonio Montufo Gutierrez dijo...

Muy pero que muy interesante.La pluma de cristal es preciosa la mia es celeste. Un abrazo