lunes, 4 de agosto de 2025

AQUELLA GRANADA DE NUESTROS ABUELOS (3)



 


AMBIENTE CIUDADANO

En 1902, casarse en Granada costaba 23 pesetas, en concepto de derechos de expediente matrimonial, incluida la toma de dichos, y se pagaban en la Curia. Como los pobres no tenían ni 23 pesetas, se les casaba sin pagar nada, siempre que acreditasen la falta de medios. Se decía que se casaban “de oficio”. Los bautizos costaban cinco pesetas en las parroquias de primera: el Sagrario, la Magdalena, San Justo y Pastor, y San Matías. Costaban cuatro pesetas en las restantes, excepto en el Salvador y el Sacromonte, de tercera categoría, que costaban tres pesetas.

Morirse ya era más complicado. No el hecho de la defunción, sino el del entierro. Una simple fosa en el suelo costaba 100 pesetas con 10 más en concepto de depósito..


La ciudad estaba entonces bastante  sucia por la negligencia e incivismo de sus vecinos y escasez de recursos económicos en el Ayuntamiento para retirar tanta basura. El entonces llamado pomposamente “Servicio de Limpieza Pública y Riegos” municipal – el “INAGRA” de hace un siglo – sólo disponía de ocho carros de mulas, seis cubas de riego, cuarenta carretillas y las correspondientes palas y regaderas.

El capítulo de atención a siniestros era más grave porque los bomberos - que tenían su Parque en la calle Escudo del Carmen, al lado del Ayuntamiento -, únicamente disponían de cinco bombas, cinco bombines, unas pocas camillas y una escalera. En 1902, además, el cuerpo de bomberos estaba de lo más desacreditado, desde su ineficaz intervención, en septiembre de 1890, en la extinción de un peligroso incendio ocurrido en la Alhambra. Allí se habían presentado en lastimosas condiciones: con gran retraso, sin una sola bomba que funcionara debidamente, con mangas rotas e inútiles y hasta sin hachas. Sólo de milagro –que no por la acción de los bomberos– se evitó un verdadero desastre en el monumento.

Pero no eran sólo los bomberos los únicos profesionales desacreditados por entonces. También lo estaban los médicos. Los granadinos no habían olvidado la trágica epidemia de cólera de 1885, que causó varios miles de víctimas entre la población, una de ellas el arzobispo Bienvenido Monzón, que había sido arzobispo de Granada bastantes años y ahora lo era de Sevilla, y que veraneando en La Zubia aquel 1885 había muerto a causa del cólera. Durante aquella terrible epidemia, nuevo azote de la ciudad apenas un año después de la gran tragedia del terremoto de 1884, se habían dado numerosos casos de médicos que se habían negado a asistir a los enfermos pobres. Una verdadera mancha de descrédito para el buen nombre de la profesión médica granadina.



A PIE O EN BURRO

Faltaban dos años para que, en 1904, empezaran a circular los primeros tranvías eléctricos. Y uno para que, en 1903, apareciera en las calles granadinas el primer automóvil, que sería un Renault de 18 caballos propiedad del duque de San Pedro, que lo había adquirido en París. Así que, sin tranvías ni automóviles, la gente iba a pie a todas partes, y sólo en ocasiones se utilizaban coches de caballos, cuya parada estaba frente a la Acera del Casino, con tarifa de una peseta el trayecto por el interior urbano. Para subir al Albaicín o al Sacromonte, las personas de edad alquilaban, también por una peseta, las dóciles burras de una mujer a la que toda Granada conocía por el apodo de “Pepica, la de las burras”, que se ponía a diario con sus animales por los alrededores de la iglesia de Santa Ana. Los usuarios de las burras hacían el trayecto acompañados por algún chiquillo que, luego, a  cambio de unos céntimos, devolvían los rucios a su dueña. ¡Y había que ver cómo bajaban los chiquillos por las cuestas, emulando a los caballeros que aún se desplazaban por la ciudad jinetes de sus caballos propios…!


Así era, a grandes rasgos, aquella Granada de 1902, año en el que nacía el Observatorio Astronómico-Geofísico de Cartuja, la mayoría de cuyos aparatos fue construida por PP. Y Hermanos de la Compañía de Jesús en Granada. Era una Granada en la que –como ocurre en la de hoy – todo iba muy mal para la gran mayoría y todo bien para unos pocos, muy contados privilegiados. Hoy, los cien años de vida del Observatorio dedicados a la investigación científica, representan un argumento de continuidad que nadie puede rebatir. Afianzado en su tradición y fiel a su destino, el Observatorio granadino asegura las virtudes que en éste su primer siglo ha sabido poner, con fidelidad, constancia y modestia al servicio de la Ciencia.



NITO

 

 

 

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