BAILES POPULARES GRANADINOS
Los bailes más populares entre las diversas
clases sociales de la Granada romántica, despertaron, por lo General, la
admiración y el entusiasmo de los visitantes extranjeros de aquel período. Uno
de los primeros en llegar, el gran escritor francés Renato de Chateaubriand –el
célebre vizconde autor de “el último Abencerraje”- , se interesó vivamente por
la infinita diversidad de danzas que tuvo ocasión de contemplar. El repertorio
era en verdad abundante: la chacona, el jaleo, el avilipinti, el vito, la zambra,
el fandango…
El barón charles Davillier, años más tarde, describió, con acierto el zorongo que vio bailar a una muchacha de precioso cuerpo, apodada “La Perla”, que ejecutó esta típica danza –en el en la que un pandero sustituía a las castañuelas-con una flexibilidad y una gracia admirables. “Sus desnudos pies rozaban el suelo sembrado de guijarros como si estuviera bailando sobre una alfombra”. El mismo ilustre y culto viajero enumeraba entre los bailes de palillos, a las seguidillas, boleros, manchegas, jícaras, el olé y otros menos frecuentes.
Había también -como siempre ha habido en todos los países- bailes de marcada procacidad, por lo común limitados a las capas más bajas de la población. Bailes como la apasionada zarabanda, cuyos movimientos lascivos y gestos desvergonzados, hacían tronar a los predicadores de los púlpitos, si bien no con demasiado éxito en sus acusaciones de liviandad. No digamos de otra danza del título más que significativo, “la jerigonza del fraile”, que las autoridades eclesiásticas conseguían prohibir por temporadas.
El baile fue consustancial con el espíritu
de los granadinos
Esta
ilustración de tema folclórico que mostramos, reproduce una escena de uno de estos bailes granadinos. En el
patio se ha improvisado esta fiesta. La guitarra, el pandero y las castañuelas
como únicos instrumentos musicales. Las palmas de los asistentes pondrían lo
demás. “La música española, compuesta con suspiros, con arranques vivos,
gemidos dolorosos y cánticos entrecortados –escribió Chateaubriand- , ofrece
una mezcla singular de alegría y tristeza”.
A la
sombra de un parral, bien provistos de bebida, el baile empieza a perfilar sus
primeros movimientos. ¿Sería un bolero? ¿Acaso el vito? Ambos fueron, casi con
absoluta seguridad, los bailes más populares en la Granada de los siglos XVIII
y XIX.
Sobre
todo el segundo, un que unía a la gracia de su ritmo y a la expresividad de sus
movimientos, unas letras picarescas y zumbón las la mayoría de las veces. Una
viajera inglesa de 1853, recogería una letra del editor que vio bailar. Merece
la pena reproducirla:
“Las mocitas son de oro
las casadas son de plata
las viudas son de cobre
las viejas son de hojalata
con el Vito, Vito, Vito
con el Vito, Vito.
Va…”
NITO
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