La
arquitectura imaginada en Granada
Durante los siglos XVII y XVIII las arquitecturas fingidas, imaginadas o pintadas, así como los trampantojos, ya fueran con motivos geométricos, arquitectónicos, florales o figurativos, o simplemente procurando un resalte de los materiales, fue una solución utilizado en construcciones civiles y religiosas de muchas ciudades y entre ellas, Granada.
Las
decoraciones murales, nos cuenta Juan Bustos Rodríguez, fueron abundantes en las edificaciones granadinas de
tiempos pasados. De manera especial en la próspera etapa de Carlos III, segunda
mitad del siglo XVIII, en que se saneó la Hacienda nacional y se recuperó un
tanto la maltrecha economía del país.
Fue tan señalada la abundancia de medios que tuvieron a su alcance de las gentes de posición de aquellos años, que –en nuestra ciudad concretamente- , no contentas con elevar el grado de comodidad de sus mansiones, idearon el embellecimiento del exterior de las mismas, surgiendo, entre otros, el fenómeno atrayente y culto de las más variadas pinturas en las fachadas, pinturas que solían reproducir elementos ornamentales antiguos o clásicos.
Esta
novedad permaneció durante bastante tiempo. Recuérdese que cuando Teófilo
Gautier, en pleno siglo XIX, visita Granada, se siente sorprendido ante el
curioso aspecto de muchas casas decoradas llamativamente. “Son como
arquitecturas simuladas -escribe el viajero romántico-, con profusión de
adornos y bajorrelieves; todo se vuelven cuadros, rosas, óvalos, amores
tripudos que sostienen utensilios alegóricos...” El
sagaz observador concluye diciendo: “Al pronto cuesta trabajo tomar tales
cromos por habitaciones serias; parece que marcha uno siempre entre
decoraciones de teatro”.
Durante
su primera etapa en la Alcaldía granadina, Gallego y Burín tuvo el acierto, en la plaza de las
Pasiegas, por él mismo también reformada, de evocar en aquellas pinturas que
fueron consustanciales con el aspecto de la ciudad durante muchísimos años. Y a
tenor de su iniciativa se decoraron las fachadas de todas aquellas casas, excepto
el Palacio Arzobispal. “Se ponía en marcha así -escribió Julio Juste- un
programa de recuperación de una tradición granadina que los viajeros del siglo
pasado, y en especial Teófilo Gautier, se habían percatado: el fenómeno de esta
arquitectura imaginada”.
La
decoración de los pintores Carazo y Palomares, de la llamada “Casa de los Canónigos”, es el mejor exponente
de tan afectada escenografía.
1 comentario:
Muy interesante.
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