La Biblioteca de las
Escuelas Pías de Granada, hoy una de las más importantes de la ciudad, que se encuentra
situada en el antiguo Convento de San Basilio Magno, cedido junto con su huerta
a los Padres Escolapios por los Duques de Gor en 1860 para el establecimiento
en él de su Colegio, guarda entre sus muchos tesoros no menos dignos de
mención, un precioso alcorán morisco que había sido hasta ahora ignorado por los arabistas de
esta ciudad.
No es un hecho aislado, lógicamente. Hallazgos
similares, ya en nuestros días, al restaurar la Aljafería de Zaragoza, ocultos
en el artesonado, aparecieron dos Coranes, uno en pergamino y otro en papel. En
Calanda (Teruel), en Aitona (Lérida, 1961), en Ocaña (Toledo, 1969) o en Morata
del Jalón (Zaragoza, 1993), o el encontrado en Cútar (Málaga). Y esto sólo por
mencionar algunos.
NOTICIA DE SU HALLAZGO Y POSIBLE ORIGEN
El manuscrito pertenece a la Biblioteca del colegio de
los Padres Escolapios de Granada, cuyo antiguo sello ostenta en sus folios en los que puede leerse:
“AD
MAJUS PIETATIS INCREMENTUM
*JLLIBERIS*
MPӨ ”
y consta su existencia en ella al menos desde
el año 1911 según noticia de la Guía de
Granada que se publicó en ocasión del III Congreso de la Asociación Española
para el progreso de las ciencias.
Durante mucho tiempo
se trató de ampliar estos escuetos datos consultando otras guías de Granada
como la de Don Manuel Gómez Moreno, que se publicó en el año 1892, o
la de Don Luis Seco de
Lucena Escalada, que lo fue en el 1909 en la que para nada se habla de este alcorán.
Sí se le cita sin embargo, es la guía de Don Antonio Gallego y Burín, cuya primera
edición se publicó entre los años 1936 y 1944, aunque sus datos, que parecen
proceder de la guía de 1911, no aportan
nada nuevo. Dice así:
“Así como un interesante Korán encontrado en unas
excavaciones”
Esta breve noticia resulta tan vaga que da la sensación
de que en realidad el autor no tenía información precisa de su origen. En
principio llama la atención que el techo se sitúe en el Albaicín, sin dar
ninguna otra precisión, pero lo que sin duda resulta más inverosímil es que el manuscrito
se encontrase en una excavación que, en el justo sentido de la palabra, ha de
hacerse bajo tierra, donde el papel no se conserva.
Es por esto por lo que
adjuntamos la posibilidad, que nos parece mucho más creíble, de que se
encontrara en un derribo, escondido en la alacena tapiada de un muro de
cualquiera de los muchos edificios que en esta época se destruyeron en la
ciudad, y que en su mayor parte afectaron a la apertura de la Gran Vía. Esta
forma de hallazgo ha sido siempre bastante corriente, y aún en nuestros días no
resulta rara, aunque el hallazgo suele ser múltiple, presentándose varios
libros y documentos, que en este caso pudieron destruirse o dispersarse.
DESCRIPCIÓN DEL MANUSCRITO
Trascribimos de Ángel C.
López (“El alcorán morisco de la Biblioteca de las Escuelas Pías de Granada”)
de la Revista del Centro de Estudios
Históricos de Granada y su Reino:
<< La encuadernación es
original, en cartera de cuero marrón, con adornos repujados y refuerzo interior
en arpillera. Consta el volumen de XI cuadernillos de cinco pliegos cada uno,
el último de ellos completo, que hacen un total de 108 folios sin numerar de
papel grueso y de buena calidad.
La conservación del cosido
original y de las tapas es bastante deplorable, pero la del papel es excelente,
excepción hecha del folio primero y de los dos últimos, que están sueltos y
algo mareados, así como de algunas manchas de humedad en los bordes.
Sus dimensiones son 200 x 190
mm., las de papel, y de 170x120 mm., las de la caja de escritura, con hasta
trece líneas por página. La escritura, en tinta negra, es magrebí, de traza
andalusí y de tipo mabsūt, grande,
muy clara y cuidada en la puntuación y con vocalización en rojo, siguiendo los
títulos en letra cursiva, simple e irregular, de color ocre, sin puntuar ni
vocalizar. Todo está escrito de una misma mano, excepto alguna que otra nota
marginal que aparece accidentalmente.
Dos notas repetidas dicen:
“ Así exterminará
Dios a los infieles”
“ No hay obstáculo
para el ciego, ni tropiezo para el cojo, ni para el enfermo herida”
Tiene al comienzo (folio
primero) una sencilla orla que envuelve al primer título, y una viñeta en
círculo al margen derecho, decorada con motivos geométricos, la cual se repite periódicamente
con diferente decoración a lo largo de todo el texto para indicar la división
de este con los 60 hizb, todo ello en
colores verde, rojo, ocre y negros. Hay además otra división menor que se indica
con una serie de mojoncitos de color ocre intercalados en el texto.
IDENTIFICACIÓN DE LA OBRA
Se trata, pues, de un alcorán morisco que debió constar
originalmente de tres volúmenes y del
que sólo se conserva el tercero de ellos, que es el que aquí analizamos, y que
comprende desde la azora XXXVIII hasta la CXIV y última, ambas inclusive, completas
y sin lagunas. El texto carece de
cualquier tipo de indicación que pudiera hacer referencia al lugar, fecha un
hombre del copista, datos que quizás se encontraban consignados en el primer
volumen de la obra o en alguna de las hojas del último cuadernillo que faltan
en nuestro códice. Con todo y basándonos en sus características formales,
parece razonable ficharlo al menos en el siglo IX de la hégira/XV de la era
cristiana, es decir en los años inmediatamente anteriores o posteriores a la
toma de Granada.
Como suele ser habitual los
títulos de las azoras coránicas difieren en algunos casos de los que hoy se dan
en las ediciones más autorizadas. Vg. Es de notar que la azora XXXVIII, la
primera del manuscrito, es llamada en éste “Azora de David”, cuando en las
ediciones actuales se le suele llamar “Sād.
Hay también diferencias
importantes que afectan a los usos ortográficos, que en general tienden en el
manuscrito a restablecer algunas vocales largas, con la particularidad de que
utiliza la damma tanwin y la kasra tanwin a principio y mitad de
palabra, lo que puede ser indicio de una pronunciación dialectal.
Igualmente hemos observado
diferencias que afectan al recuento de las aleyas
de cada azora.
Sí bien es verdad que la
importancia de cualquier códice reside ante todo en la obra que en él se
contienen, no lo es menos el que existen otra serie de hechos que contribuyen a
acrecer o a mermar el valor del mismo, y que en ocasiones son los que más nos
interesan.
Hay en primer lugar un indudable valor paleográfico al que se añade el filológico y el exegético, pero en este caso queremos que priva sobre todos el valor histórico y sentimental, pues nos hallamos ante un alcorán morisco granadino de cierta calidad, lo cual no suele ser muy frecuente. Recordemos que la gran mayoría de los libros religiosos, de la ciudad fueron dados a las llamas en la plaza Bibarrambla por orden del Cardenal Cisneros. Ante esto hemos de lamentar que la obra no esté completa y que no se nos hayan conservado los dos volúmenes anteriores>>.
NITO
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