La bonita localidad de Colliure
Visitar la tumba de Antonio
Machado cualquier tarde, bajo la luz gris mineral de Colliure y el frio y
húmedo viento de la tramontana zumbando, es algo que da la medida de las cosas.
Las pasadas, las que vendrán, las que no habría que olvidar. La suya es una
tumba pequeña, insignificante para la grandeza de quien la ocupa, casi anónima,
tapizada de cartas y flores de quienes la visitan en peregrinación. Ellos
recuerdan, estos días, que el 22 de febrero de 1939, hace hoy 75 años, el poeta
Antonio Machado moría en esa tierra, donde había recalado sólo 26 días antes
huyendo de las tropas franquistas.
El 28 de enero de 1939, hacia
las 5.30 de la tarde, el joven ferroviario Jacques Baills miraba cómo en la
estación de Colliure, bajo la lluvia, bajaban del tren, vacilantes, cinco
personas con aspecto de refugiados españoles. Ante su desorientación Baills les
indicó la dirección del hotel Bougnol-Quintana. Más tarde sabrá que bajo el
nombre de Profesor Antonio Machado se han inscrito tres personas más: José
Machado, su esposa Matea Monedero y la madre del poeta. Los dos primeros ocupan
una habitación inferior, los dos últimos comparten otra en el primer piso. En
cuanto Baills descubre que aquel hombre derrotado es el poeta que leía en su
infancia se le regala dos libros de Pío Baroja y uno de Gorki. Los últimos que
el poeta leerá.
Antonio Machado camino del
exilio en la casa Santa María, en Raset, aldea próxima a Cervià de Ter
(Gerona), entre el 23 y 26 de enero de 1939, con José Machado (de pie, a la
derecha), el doctor José María Sacristán, el catedrático de ciencias naturales
Enrique Rioja y el filósofo Juan Roura Parella.
"La madre, Ana Ruiz de
Machado, de 84 años, no se tenía en pie. La cogió en brazos como una pluma el
periodista Corpus Barga, mientras ella le musitaba al oído: “¿Llegamos pronto a
Sevilla?", explica el periodista Xavier Febrés en Els últims dies de Machado (La Mansarda), libro en el que detalla
las vicisitudes del último tramo de vida del poeta. Febrés, como corresponsal
del periódico de Perpinyà L'Indépendent tuvo acceso en 1979 a valiosas fuentes.
"Recuperé testimonios con la ocasión del 40º aniversario del éxodo de
medio millón de republicanos en la demarcación fronteriza francocatalana. La
opción cívica del poeta, voluntariamente inmerso en aquella avalancha humana
tan mal acogida por las autoridades francesas, sigue viva entre las nuevas
generaciones", explica el periodista, que jamás, en las últimas décadas,
ha visto sin visitantes la tumba de Machado.
El ataúd, cubierto por la bandera Republicana, fue porteado por los soldados.
¿Por qué bajaron en Colliure? Quince minutos más y, en
Perpiñán, podrían haber sido atendidos en un hospital, el poeta de su
bronquitis crónica y sus problemas de corazón y su madre de ese desgaste
brutal. Pero no pueden con su alma. Llevan tres o cuatro noches sin dormir, son
incapaces de continuar. Además, Machado se resiste hasta el último momento a
abandonar España. Así lo dejó escrito: "Cuando pienso en un posible
destierro, en otra tierra, que no sea esta atormentada de España, mi corazón se
turba y conturba de pesadumbre. Tengo la certeza de que el extranjero sería
para mí la muerte". Dos años antes decía "soy viejo y estoy enfermo
porque paso de los 60, que son muchos años para un español".
El dia del entierro en el domicilio del poeta: Casa Quintana
Tampoco quiso Antonio
Machado -aunque tuvo oportunidad según
Corpus Barga de aceptar un ofrecimiento de José Bergamín- irse a París. Le evocaba un mal recuerdo:
allí contrajo su amada Leonor la tuberculosis que la llevaría a la tumba. Se
había casado con ella cuando apenas tenía 15 años y él 34 y su muerte le sumió
en una absoluta depresión. Es entonces cuando Machado solicita su traslado a
Baeza (Jaén), donde vivirá con su madre dedicado a la enseñanza. Con el
estallido de la guerra civil se traslada a Valencia.
Allí estaba la Murga
En abril de 1938 Machado llega
con sus familiares a Barcelona y se instalan un mes, bajo la protección del
subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública, Wenceslao Roces, en el
hotel Majestic de Paseo de Gracia. De ahí van a la Torre Castanyer, en el
número 21 de Paseo Sant Gervasi.
Poco antes -el 27 de marzo de
1938- el poeta había iniciado su colaboración con La Vanguardia, un conjunto de
24 artículos (14 de ellos bajo el lema "Desde el mirador de la
guerra"). El gran maestro -absurdamente será expulsado post mórtem del
cuerpo de catedráticos de Instituto-
publica allí el último artículo de su vida el 6 de enero de 1939.
A principios de 1939 se
inician, desde Barcelona, los preparativos para la expedición hacia la frontera
y el 22 de enero, a las tres de la madrugada, forman la comitiva con coches y
ambulancias militares facilitadas por el doctor José Puche, director general de
Sanidad. Además de la familia Machado están los hermanos Joaquim y Josep Xirau
Palau. Se alojan primero en la señorial masía Can Santamaría, a diez kilómetros
de Girona, donde el poeta llega en tan malas condiciones que se desmaya. Royo
Gómez le fotografía en el jardín de la casa, abatido, demacrado. Cae Barcelona.
El día 26 prosiguen.
La comitiva del entierro
Llegan a Mas Faixat, donde se
les une un tercer grupo de intelectuales entre los que figuran Josep Pous i
Pagès, presidente de la Institució de les Lletres Catalanes, el poeta Carles
Riba -le regala un poema a Machado- y Corpus Barga. El camino tortuoso
-Armentera, Sant Pere Pescador, El Port de la Selva, Llançà, etcétera...-
resulta extenuante para todos. A medio kilómetro del límite con la frontera les
advierten de que ese tramo sólo puede hacerse a pie y así es como lo recorren,
bajo la lluvia, Machado y su madre.
Varias veces tuvo que pedir
ayuda Corpus Barga. En una ocasión presenta al poeta "como lo que sería
Paul Valéry para un francés" y logra, a cambio, una estufa de leña; en
Cervera les dejan un vagón vacío en vía muerta donde madre e hijo pasarán la
noche a oscuras y sin calefacción. Machado llega a preguntarle a Carles Riba si
sabe dónde puede empeñar un reloj para conseguir algo de moneda francesa.
Soldados republicanos porteando al poeta a su última morada
Una vez en el hotel de Colliure
el ánimo no mejora y él sigue por prensa y radio las noticias de la guerra. En
el comedor prefiere comer en una mesa apartada para que no le molesten. José
Machado recordaría cómo, días antes de su muerte, salen a pasear. Antonio,
entre rachas de viento, le dice señalando las humildes casitas de pescadores:
"Quien pudiera vivir ahí, tras una de esas ventanas, libre ya...".
"Los últimos cuatro días
de Machado fueron agitados con momentos de conciencia y otros de delirio, en
los que repetía: 'Adiós, madre; adiós, madre'", explica Febrés. A su lado,
en otra cama, separados por una delgada tela, su madre en estado semicomatoso,
agonizaba como él. El médico confirma que, a causa de su neumonía, nada pueden
hacer.
La última casa del poeta: Casa Quintana
Finalmente, el día 22 de
febrero, miércoles de ceniza, cerca de las cuatro de la tarde, fallece Antonio
Machado en el hotel Bougnol-Quintana. Tiene 64 años. A la familia les ofrecen
una habitación contigua para que puedan velarle sin que la madre se dé cuenta
pero ella, entre delirios, abre los ojos y pregunta por Antonio. Le cuentan que
se lo han llevado a un sanatorio para curarlo. Su madre llora y cierra los
ojos. Tres días más tarde -el 25 de febrero, a las 8 de la noche- morirá en esa
misma cama; su cuerpo será inhumado en un lugar reservado a los pobres del
mismo cementerio, a una calle del hotel.
Su tumba: Siempre muy visitada en todo el año
Amortajan su cuerpo sólo con
una sábana, luego fotografían su cadáver cubierto con la bandera republicana
que, aquella misma noche, ha cosido Julieta Figueres. El entierro, civil,
cuenta con representación de refugiados y autoridades republicanas y el féretro
es llevado a hombros por seis soldados republicanos uniformados. Llegan tres
coronas de flores: una del Gobierno, otra de la embajada en París y otra del
Centre Español de Perpinyà. El elogio fúnebre corre a cargo de Zugazagoitia,
compañero de Machado en La Vanguardia durante la guerra que será fusilado al
año siguiente en otra tapia de cementerio, en Madrid.
Un día después del entierro
llega a Colliure una carta a nombre de Antonio Machado ofreciéndole un lugar de
lector en la universidad de Cambridge. Su hermano José les responde
amablemente: "Lo enterramos ayer en este sencillo pueblecito de pescadores
en un sencillo cementerio cerca del mar. Allí esperará hasta que una humanidad
menos bárbara y cruel le permita volver a sus tierras castellanas que tanto
amó". En un bolsillo del abrigo de Antonio, su hermano encuentra un papel
arrugado con tres anotaciones: "Ser o no ser...", una cuarteta a
Guiomar y un verso alejandrino, el último de su vida: "Estos días azules y
este sol de la infancia...".
Aguantando la gélida y húmeda tramontana en Colliure
Nota.- Este relato está basado en distintos artículos de prensa nacional con motivo del 75º anniversaario de la muerte del poeta.
NITO
4 comentarios:
Juan, muy bonita y lamentable la crónica. Son existencias ejemplarizantes. enhorabuena.
Mi bisabuelo Joan Corominola, también exiliado, primo de Julieta Figueres, estuvo presente en esos últimos días de Antonio Machado. En paz descansen
Estimado Jaume: Agradezco tu enriquecedor comentario en todo su valor. Muchas gracias.
NITO
Gracias. Algún día visitaré la tumba del poeta.
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