lunes, 1 de septiembre de 2014

LOS FITÓNIMOS EN NUESTRAS CALLES


Acuarela de Carmona Almendros

(Continuación)

Después del agua, como elemento inspirador en el callejero, quizás sea el mundo vegetal el que más nos distingue de otro pueblos y ciudades. Es decir, los fitónimos para nombrar a nuestras calles y plazas.

 Una ciudad cuya otrora exuberante vegetación y vasta arboleda se alaba por propios y foráneos, incitando encendidos ditirambos en los escritores arábigos y no menos hiperbólicos elogios en los cristianos, que se muestra hipersensible ante el paisaje que las causa, y protesta (casi siempre inútilmente) las talas seculares que lo deterioran, tenía que rotular su callejero con abundantes fitónimos.



De tal manera, nos encontramos con referencias a árboles y plantas que testifican su presencia como ornamento de paseos y jardines, que sirven de sombra y alivio en los patinillos que centran sus casas, o definen espacios como el huerto-jardín de sus cármenes, o reptan y se alzan por los tapiales encalados, dando carácter a un urbanismo peculiar: Ciprés (hoy Málaga; y su homónima en el Albayzín, hoy Fátima), Granadillo, Almés, Alamillos, Naranjos, Pino, Cambrones, Rosal, Jazmín, Parra...


Foto de Mayte Martínez Caro

 «Tienen sus huertos y jardines con tantos naranjos, cidros, limones, toronjos, laureles... que parecen las casas de encantamento... ay en ellas otros tantos vergeles», y añade Bermúdez de Pedraza: «no ay casa grande, mediana, ni pequeña que no tenga huerto, parra, naranjo, o maceta con flores, o yerbas olorosas».

Y Huerto, Jardines y Vergeles también encuentran su lugar en el nomenclátor.



NITO



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