La poesía y la música en la Granada de ayer (1.940 / 1.960)
Sonaban las campanas en las iglesias repartidas por la ciudad. Era la hora de los maitines (llamada al rezo antes del amanecer). Volvian a sonar, eran las ocho, primera misa de la mañana.
“¡Aquí, Radio Granada! Noticias”. Eran los primeros sonidos del día de aquella Granada que se despertaba lentamente. Luego, el trasiego del día a día. El ir y venir de los carros que entraban en la ciudad por la Avd. Calvo Sotelo, recorriendo parte de San Juan de Dios, Santísimo y Santa Paula para llegar al mercado de San Agustín (casi todas las calles tenían -siguen teniendo- nombre de santo o santa).
Este hecho siempre me llamó la atención. Quizás las mercancías eran protegidas de malhechores, así, pasando por estas calles, pues la verdad es que no había demasiado que llevar al hogar. Comenzamos a ver, por otra parte, cada vez más coches que con su mala combustión casi te ahogaban.
Los domingos era otra cosa, el silencio duraba, al menos, hasta las nueve. Todo el mundo se aseaba y se bañaba como podía. Había que prepararse para la misa dominical, temida por muchos, por los insufribles sermones y deseada por otros, aunque ambos tenían, creo yo, la misma intención, después del “podemos ir en paz”: Todo el mundo iba en busca del vermut. Eso sí, con gran parsimonia, sin bullas. Alguno que otro más desahogado económicamente aprovechaba para pararse en mitad de la calle donde requería al limpiabotas.
La Granada intelectual pisaba otros lugares y se despertaba más tarde (se había trasnochado en la tertulia, arreglando el país mientras se agotaba el liquido espirituoso poco a poco) El Centro Artístico era el santuario y la Cafetería Granada una de sus sucursales: Federico por aquí, Federico por allá. Era el poeta, el escritor y era “granaino”. Se podría decir que no importaba realmente el final que este alma de Dios había tenido, todo lo contrario, su fama fue en aumento día a día y esto para nuestra intelectualidad era el “no va más”.
Pero la vida seguía, la juventud (o sea, nosotros) continuábamos haciendo lo que se nos permitía a la vista y lo que no se nos permitía también pero sin que nos vieran. Teníamos a la “radio” de nuestro lado asistiendo al paso de Concha Piquer al Dúo Dinámico, sin apenas darnos cuenta. Nuestros padres asistieron entre atónitos y aterrados al ver la forma en que nos movíamos con los recién llegados bailes, el Twist, la Yenka, el Rock.
Sí, la vida seguía, en otros ambientes, en los barrios, en los pueblos, seguía habiendo verbenas. Allí estaba Paquito Rodríguez. En la capital Gelu o Miquel Ríos hacían estragos.
Eran otros tiempos, simplemente eso, otros tiempos. Hoy, en este encuentro, vamos a dar algunas pinceladas a ese cuadro que representó el paso de la niñez a la pubertad.
Ahora nos toca a nosotros pintar otro cuadro, el de los “mayores”; para mí es el de la edad activa porque no hay quien nos pare.
Casi todos los que en estos momentos nos encontramos esbozando ese cuadro, estamos sin saberlo, en la certeza de que éste puede ser si no el definitivo, sí el más interesante.
JUAN GÓMEZ
1 comentario:
La música evoca nuestros más bellos recuerdos, gracias Juan
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