Primer Concurso de Cante Jondo de la Alhambra.- Todo aquel que se preciara de ser álguien en Granada, debía "salir" y estar a tiro del lápiz de López Sancho. Son fácilmente reconocibles: Diego Bermúdez "El tío tenazas" (Cantaor); Ramón Montoya (Guitarrista); Pastora Pavón (Niña de los Peines); Andrés Segovia; José Ruiz Almodóvar; Ignacio Zuloaga; Manuel de Falla; Federico García Lorca; Hermenegildo Lanz; Santiago Rusiñol; Fernando de los Ríos; Ramón Carazo...
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Fue un dibujante formidable y un artista cuya recia personalidad se prodigó en ricas y variadas manifestaciones. Más, por encima de todo, fue un granadino tan visceral y apasionado que rehuyó considerables mejoras en su vida profesional, con tal de no salir de la ciudad donde había nacido y donde quiso morir.
Se llamaba Antonio López Sancho. Eduardo Molina Fajardo lo definió como maestro del humorismo, “de un humorismo fino, sin concesiones a lo populachero, un humanismo perfecto, creador de sonrisas y no de carcajadas”.
La terraza del Campillo
Había nacido el 13 de noviembre de 1891 y con trece años recién cumplidos entró en las clases de la Escuela Superior de Bellas Artes y Artes Industriales de Granada –antecedente de la de Artes y Oficios-, donde aprendería de notables maestros como Larrocha, Sánchez Sola, Gómez Moreno o Isidro Marín.
Refiriéndose a los primeros dibujos de López Sancho en aquel periodo de aprendizaje, Marino Antequera dice que “de haber seguido por los caminos del arte puro hubiere sido uno de los más grandes dibujantes de todos los tiempos”. Pero López Sancho apostó decididamente por el campo del humor y de la ilustración, como se pudo observar orientando sus primeros pasos a colaborar en las revistas de la época.
Las viejas fiestas gremiales a orillas del Darro
En 1915, el joven artista se sintió lo suficientemente maduro, como para probar fortuna en Madrid, pero a poco se arrepiente de la aventura. Menos mal que, cuando ya estaba dispuesto a emprender el regreso, hambriento y derrotado, en la misma estación, a punto de tomar el tren, tiene un encuentro providencial: Alguien a quien recuerda vagamente y que -esto es lo importante- tiene relación familiar con el poderoso editor de cuentos Saturnino Calleja. “¡Precisamente está buscando un dibujante como tú! ¡Así que rompe ese billete y ven ahora mismo conmigo!”
El "Acuarium", uno de los últimos kioscos de agua en la Carrera del Genil
Así, de repente, López Sancho, se ve convertido en ilustrador de los cuentos y charadas de la célebre Editorial Calleja, lo que le convierte en un artista si no rico, por lo menos con ingresos regulares abundantes. Pero la añoranza de Granada acaba por hacerse irresistible y a ella regresa López Sancho, reduciendo un magnífico porvenir pero a gusto para siempre en la ciudad que amaba con un cariño sobrehumano.
A partir de entonces, desde la revista “Reflejos”, desde los salones del Centro Artístico, desde las Carocas del Corpus, los dibujos de Antonio López Sancho fueron las imágenes risueñas de una Granada amable y despreocupada, desahogada y vivaz.
“Llevaba siempre un lápiz dispuesto –dijo Molina Fajardo, su ya mentado biógrafo-, y más que hablar, con su charla parsimoniosa y sin prisa, dibujaba”.
La Granada que López Sancho amó siempre, una Granada de ferias y romerías, campanarios y tabernas, fuentes y crepúsculos increíbles, fue la que nos dejó este dibujante que acertó a captar con su lápiz el alma popular de la ciudad, con sus personajes y su ambiente. En línea de un Opisso o en un Sancha, nuestro Antonio López Sancho, quien en sus últimos años se dedicó preferentemente a su negocio de tejidos artísticos y alfombras alpujarreñas, fue uno de los artistas más representativos de la Granada de la primera mitad del siglo XX.
Así se veía él mismo
Extraido de un artículo de la revista "Calle Elvira (Pregón granadino)"
NITO
3 comentarios:
Cada uno en su estilo, el siglo XX granadino lo reflejan muy bien en su dibujos López Sancho y Miranda
Era mi tio ....
Yo soy su biznieto
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