Hoy, cuando el gasto navideño da vértigo, sobre todo si se piensa que la mitad de lo que compramos es superfluo e innecesario, cuando vemos a nuestros niños pequeños pateando costosos juguetes que nada les dicen, salvo la novedad fugaz del momento, me acuerdo de una exposición donde coches y camiones de alambre, pelotas de trapo, espadas hechas con restos de latas… eran los juguetes de los niños refugiados saharauis, que hasta finales de noviembre pudo verse en el Museo del Juguete de Catalunya, en Figueres.
Pero me acuerdo, sobre todo, de mis tiempos de chavea en las duras tierras del Protectorado Marroquí, donde a falta de medios y oportunidad geográfica, nos la teníamos que ingeniar construyendo nuestros propios juguetes.
Quizás me venga de ahí la pasión por las manualidades y saber apreciar las cosas hechas con nuestras manos. Mis maestros fueron los morillos del barrio a los que pronto superé. Mis coches de alambre se cotizaban muy bien y el mercadeo de permutas funcionó a las mil maravillas.
Hoy, rememoro aquella “industria” pensando en mi nieto Manuel con el deseo profundo de que pronto sepa apreciar las cosas hechas por uno mismo como las más bonitas del mundo.
El coche o el camión de alambre tenía unas cualidades que lo hacía único y superior a los que se compraban en la juguetería:
Se guiaba con una larga caña –pues era direccionable- a la que se le acoplaba un volante; circulaba en casi cualquier terreno y era fácilmente reparable. La forma era lo de menos y aquí se imponía tu habilidad y tu imaginación: Tratábamos de copiar los modelos reales que veíamos en nuestro entorno.
Todo el material necesario para esta técnica (que yo creí local), era de alambre. Alambre que no siempre lo teníamos a mano y que había que buscar en vertederos y viejas cercas. Alambre normal para la estructura y alambre fino para los empalmes. Las ruedas eran siempre de latas y botes de conservas.
He visto con sorpresa que esta técnica es universal, por lo menos en África, y que sesenta años después de “aquello”, se sigue practicando hoy día en pueblos deprimidos: La necesidad agudiza el ingenio.
Era digno de admirar el arte y la maña que empleaban los niños rifeños en estos artefactos: Sólo dos piedras (como martillo, yunque y cizalla) les bastaba. Así que cuando aparecí yo con alicates y martillo… ¡el “taller general” estaba siempre en la puerta de mi casa…!
Luego vendrían otros refinamientos a los que los nativos no estaban acostumbrados: El forrado del chasis con cartón, las imitaciones de vehículos del ejército o la conducción nocturna con luz…
¡En qué bazar juguetero se podría adquirir algo parecido…!
Esta experiencia, y como podréis sospechar, la llevé años después al aula: El éxito estaba asegurado –y eso que ya eran otros tiempos, donde la oferta y las posibilidades eran incomparables- y si el alumno tenía habilidad y ese gusto por las cosas hechas por él mismo, no las cambiaba por nada del mundo.
Aquí empleé por primera vez técnicas pedagógicas: Todos partían de planos a escala hechos por ellos mismos. La oportunidad de aplicar y aunar las disciplinas teóricas aprendidas en clase –como el cálculo, el sistema métrico decimal, el dibujo técnico- era enorme.
No os extrañe, pues, si en esta Navidad y en víspera de Reyes, retomo los alicates y el alambre.
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Los pasos. Parte Primera.-
Lo primero es buscar un modelo que te haga tilín y sacarle un plano simplificado con los perfiles. En este caso optamos por el popular Citroën 2 CV.
Alambre maleable y herramientas elementales serán tus aliados.
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Ejercicio de imaginación. Reciclando material: Todo vale, todo es aprovechable, aquí no se tira nada. Si no sirve para éste, se usará en otro modelo.
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Pensando en el parquet de nuestro piso y que, de momento, el modelo no saldrá a la calle, buscaremos unas ruedas “de fortuna” blandas y silenciosas, prescindiendo de las de lata.
Pasito a paso y con grandes dotes de paciencia, iremos conformando el chasis al que luego forraremos con hojalata, chapa de aluminio, plástico o cartón –según disponibilidad- y habilidad.
Lo más bonito y entretenido será el pintado de la maqueta y la decoración con aquellos detalles que nuestra imaginación nos irá dictando.
NITO
3 comentarios:
Me ha encantado lo bien que describes tu experiencia infantil sobre la fiesta de los Reyes Magos y si la comparas con la actualidad existen diferencias.Yo recuerdo la enorme ilusión con que se vivía la noches del cinco al seis de Enero y con el cariño que mis padres nos ponían los regalos y cuando salías a la calle era una fiesta todos los chabales compartiendo y enseñando los juguetes.
Antonio Montufo Gutiérrez
Lo primero que tengo que decir es que eres un verdadero artista y que eso viene de lejos. Lo segundo, es que esto nos recuerda nuestras manualidades infantiles, a un nivel inferior yo hacía cochecitos con tiza, también espadas de madera y avioncicos que no volaban, jaulas para moscas con alfileres y corcho, y no digamos las casitas de papel con recortables, pero lo más dinámico eran las patinetas para tirarnos cuesta abajo por las aceras, hechas con un tablero y los cojinetes usados que pedíamos en los talleres. Entonces no teníamos las “Play Stations” o como leche se llamen.
Buen trabajo, Nito,tal y como nos tienes acostumbrados con tus insospechadas entradas.
Viéndolo así, y tal como nos lo explicas, dan ganas de tomar el alambre y los alicates,salvo que después me pinche un dedo.
Entre líneas observo,sobre todo, una formidable crítica social... ¿Acierto?
ERMITAÑO BEBEDOR
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