Eran otros tiempos, pero la poesía y el arrobo que dimana de las cosas bellas, sigue siendo el mismo. En este caso me quiero referir –cómo no- a nuestro barrio universal: El Albaicín.
Hace unos días releía al viejo –y siempre actual- poeta Julio Alfredo Egea y no pude por menos, de sonreír ante sus ocurrencias:
¡Qué bonita –decía- es la plaza de San Miguel el Bajo! (Rahba Babis).
Plaza ideal para escuchar cantes perdidos, en cualquier alta noche con silencios de estrellas. La torre de la iglesia es espectral, por muy cerrada que sea la oscuridad nocturna, se recorta como un milagro de reflejos sobrenaturales. Esta iglesia de San Miguel el Bajo, con cierta dignidad en su abandono, cobija entre sus muros, en la boca de su aljibe tapiado, unas maravillosas columnas romanas como una página de historia remota en el misal de su sillería.
Plaza de tabernas y de tahonas con olor a pan recién cocido. En la puerta de su puesto de vinos de la costa, veréis al Lara con sombrero ancho, filósofo y flamenco. Por las espaldas de la plaza, al final del callejón del Gallo, encontraréis una placetilla recoleta y cortijera con suelo de tierra y frutales –del Gallo o del Huertecillo, se llama-, preciosa y natural. Está próximo el compás de Santa Isabel la Real, con su entrada amplia y conventual hacia la iglesia alzada sobre siglos de historia.
Sevilla 1965.- Poetas del Grupo "Versos al aire libre" : José Guevara, Trina Mercader,
Elena Martín Vivaldi, María de los Reyes, Julio Alfredo Egea y Rafael Guillén.
En esta plaza de San Miguel el Bajo hay un Cristo del siglo XVII, maltratado, erosionado y roto por borrascas y revoluciones, lañado como los lebrillos, que ha cambiado varias veces de lugar (*). Con anterioridad estaba más cercano a las tabernas y bajo su mirada jugaban a la lotería, con cartones y habichuelas, los viejos del barrio. Era corriente oír blasfemias lanzadas por los jugadores desafortunados y de mala lengua, bajo la mirada paciente del Cristo. También llegaban a alzar la pata al pie de la Cruz todos los perros de los contornos y los borrachos que salían con urgencia también encontraban apoyadura en la cruz de piedra y allí meaban. Ahora está más distante de las tabernas y con un cerco de hierro. Queriendo yo saber cómo y cuando se trasladó el Cristo, le pregunté a un vecino, que me dijo: -Una noche se fue él solito, de tanto blasfemear…
Insólito verbo híbrido creado para una situación especial, como es la de mear al tiempo que se blasfema.
NITO
(*) El Cristo de las Lañas o de las Azucenas fue restaurado a finales 2008. -Este Blog publicó una entrada sobre el mismo el Martes, 18 de NOV. de 2008
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2 comentarios:
Que simpática anécdota la de este cristo.Y es que algunas veces no le damos la importancia justa que tienen las cosas.
Muy bonito el artículo, y preciosas las fotografías. Un beso.
Con que ilusión abre uno la Murga los viernes para leer los artículos que en ella se colocan.
Cuando lo he leido he recordado los buenos momentos que hemos compartido en esta plaza de San Miguel
Bajo despues de nuestros paseos albaycineros y compartiendo un buen tapeo y un buen vino.
Es curioso como para algunas gentes del barrio este Cristo era conocido popularmente con el "Empalmao".
JUn abrazo Antonio
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