¡No parece sino que el mar quisiera despedirse de mi con un raro y bonito espectáculo…!
Sí, ese mar que a lo largo de todo este otoño ha mostrado su cara más pacífica, de calma majestuosa, presintiera que yo estaba haciendo las maletas y quiso o protestar de mi marcha o brindarme un espectáculo de despedida nada frecuente en esta latitud.
Nada menos que un surgimiento marino, marea alta o tímido tsunami , (vaya usted a saber) desconocidos aquí, debajo mismo de mi balcón.
Verán: Hacía un poniente moderado y la mañana se presentó lluviosa. Ajeno a todo esto, yo pasaba la aspiradora recogiendo serrín y virutas –rastros del carpintero-, cuando oí que la mar cambiaba de sonido y algunas de sus olas golpeaban la carretera. Me asomé curioso al balcón y vi como algunos coches aparcados eran alcanzados por la espuma patinadora. Rápido tomé la cámara y pude captar algo.
Sin embargo, otra situación llamó mi atención: La flotilla velera del Luis, “el del Windsurfing”, daba grandes voces a sus operarios. Las olas arrastraban mar adentro a las unidades más livianas, entre ellas a la desamparada “ex-Calaissa”. Y los más pesados eran machaconamente removidos y dislocados de sus calzos.
Salí corriendo, desertando de mis tareas domésticas, y fui a echar una mano.
-¿Qué está ocurriendo, Luis…? –Le pregunto.
-¡Qué clase de pregunta es esa, amigo…! –Me contestó algo amostazado.
Recuperada y puesta en seco la flota, asegurada y calzada la “ex-Calaissa”, nos fuimos todos a casa con los zapatos chorreando.
El curioso meteoro acabó tan rapidísimamente como vino ¡Ah! y los nuevos propietarios de nuestro ex-velero sin enterarse…
NITO
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