Al salir de Vivar, tuvieron la corneja diestra,
y entrando en Burgos, tuviéronla siniestra.
El Cid se encogió de hombros y meneó la cabeza.
En estos versos al Campeador iba yo pensando, mientras el autocar se deslizaba a través de las llanuras mesetarias envueltas en la neblina, rotas acaso por serpenteantes hileras de chopos y olmos que festonean el Arlanza. Cualquier altura soporta un nido de cigüeñas y grajos y cornejas picotean por el escarchado campo… De pronto, un seco impacto contra el parabrisas, nos sobresalta a todos: Una corneja tuvo un mal día hoy y casi nos lo da a nosotros. Afortunadamente astilló el cristal por la parte de abajo y no impedía la visión del conductor. -Es decir, que al entrar en Aranda “la corneja tuvimosla siniestra…”
Pero como Dios ayuda a los suyos y no al sarraceno, ya en la plaza mayor la tuvimos diestra, diestrísima: Nos reciben Pepe y Jesús, profesores de Media jubilados y amigos de uno de nuestros viheos turistas. -“No vamos a permitir que os marchéis sin conocer nuestra bodega, así que despedid al guía y dejaos de visitar iglesias...”
Que Aranda tiene en su Plaza del Grano, siete kilómetros de bodegas y silos subterráneos lo saben hasta los gatos.
Que la mayoría estaban hundidas y abandonadas y que la gente las está comprando y recuperando, constituyéndose en peñas y sociedades culturales, ya lo sabemos solo unos pocos.
La de Pepe y Jesús tiene unos 150 metros de longitud, dos niveles (entre 10 y 15 metros de profundidad) y un pozo. Son unos 120 socios y sus juergas allí son proverbiales…
Los viheos golismeandolo tó
NITO
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