viernes, 11 de febrero de 2011

CÓDIGO DE SEÑALES

Siempre, siempre. Desde la noche de los tiempos. Desde que el hombre y la mujer se supieron condenados a entenderse, siempre existió un código de señales secreto y prefijado para comunicarse discretamente al abrigo de curiosos, carabinas, celosos consortes o enfurecidos padres… por no hablar de la enfermiza e hipócrita sociedad que les tocó vivir.
De esos códigos secretos para amantes quiero hablaros. Eran vitales, imprescindibles; ridículos a nuestros ojos hoy día, que los hace innecesarios, pero entonces… cuando no existía el móvil, ni la libertad que ahora nos rodea…




EL ABANICO
Nuestras abuelas, debido a las férreas normas sociales de su época, tuvieron que inventar este lenguaje de signos que les permitiese llevar a cabo sus contactos amorosos: El lenguaje del abanico.
El diccionario abanico/español, es muy extenso. Jugó un importantísimo papel en la relaciones humanas y más concretamente en el flirteo entre las mujeres y los hombres, donde se expresaban deseos, sentimientos o rechazos por medio de este complemento. El abanico era por excelencia un auténtico código de señales entre las damas y los caballeros de la época.



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LAS FLORES
Más antiguo y completo que el del abanico, es el lenguaje de las flores, a veces llamada floriografía. Fue perfeccionado en la época victoriana, en donde variadas flores y arreglos florales se usaban para enviar mensajes codificados, sirviendo a los sujetos para expresar sentimientos que de otro modo nunca se podrían hablar. El rey Carlos II de Inglaterra trajo dicho arte recopilando fuentes desde Suecia a Persia, en el s. XVII. El lenguaje floral de Japón se llama Hanakotoba.
Los significados de tal lenguaje se han olvidado actualmente, pero rosas rojas aún implican apasionamiento, amor romántico; rosas rosadas una afectación menor; rosas blancas sugieren virtud y castidad; rosas amarillas es amistad o devoción. Mientras ya no existe la exacta traducción de los sentimientos victorianos, las flores aún transmiten y llevan significados.
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Moza recogiendo el sobre con la clave del código
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LAS TARJETAS DE VISITA
¿Y qué decir de las tarjetas de visita? que tienen un determinado significado en función de unos dobleces que se realizan sobre ellas.
Cualquier método era bueno: Solo que no bastaba con el tipo “estándar” y que todos conocían: Había que inventarse un código cambiante y recoger, en algún descuido o encuentro forzado, el sobre con la clave.
¿Y en nuestra Alhambra? ¿Y en nuestros barrios…? ¡También, también…! ¡No íbamos a ser menos!
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HELIÓGRAFO  DESDE EL ALBAICÍN
Podría parecer una leyenda granadino-albaycinera, digna de figurar en nuestra Antología de Cuentos, pero me lo contó mi amigo Juan, el de Dúrcal, y cuyo protagonista fue un tío suyo, sacerdote por aquel entonces: Enamoró y convenció a huir a una novicia de un convento del Albaicín, a través del Alfabeto Morse, practicados con un espejo ella y una linterna  de señales él. (Este código lo aprendieron ambos en unas vacaciones de verano). La historia es tan rocambolesca que yo, conociendo la imaginación portentosa y la fantasía de mi amigo, tengo mis reservas, pero fue más o menos así:
Tras el toque de oración de algún campanario cercano (no recuerdo cual), aprovechando el rápido crepúsculo de invierno cuando ya las sombras invadían los bosques de la Alhambra, la novicia le contaba al amigo sus cuitas con señales heliógrafas o luminosas a través de un espejo desde su celda.
Desde la Alhambra, separados por el estrecho cauce del Darro, su amante esperaba a que cerrara más la oscuridad y transmitía con ayuda de un farol de aceite con cortinilla para señales.
Cuando los amores estuvieron maduros, una desapacible noche, al dar las doce campanadas (como siempre ocurre en estas historias), fue ella la que saltó la tapia sobre el estrecho callejón, donde el anhelante enamorado esperaba con dos fuertes mulos de montaña, ropas y dineros.
Forzando el paso, y siempre por caminos poco transitados, a la alborada ya estaban refugiados en un cortijo cerca de Purullena. Viajando siempre en compañía de cuadrillas de jornaleros, llegaron a Almería, donde un carguero de uva los llevó a Orán, y desde allí saltaron a La Habana, donde permanecieron más de 20 años. Regresaron al pueblo cuando murieron los padres de ella, verdaderos culpables de esta historia.
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PRECIOSO CUENTO ALHAMBREÑO
¿Y qué me dicen de este precioso testimonio de lenguaje floral, donde se cuenta cómo las gastaban nuestras “sultanas”…?
“Incomprensible fue para Don Fadrique el ramo que Zulema dejó junto a la fuente. Era el caballero tan diestro en descifrar aquella especie de escritos que ni el árabe más galán pudiera aventajarle. Pero en aquella ocasión se molestaba en vano dando vueltas a aquel conjunto de flores sin poder entender el arcano que en ellas se encerraba. Unos cuantos botones de siempreviva le indicaban la constancia de Zulema. Y luego una zarza rosa venía a recordarle su mala ventura. El colchico le decía claramente: pasó el tiempo de la felicidad, pero puesta a su lado una retama, le infundía alguna esperanza. Quería luego con más ahínco penetrar en el sentido y entre mil insignificantes flores sólo un crisócomo significaba algo: no hacerse esperar. Conoció, pues, que Zulema, obligada a hacer aquel ramo en presencia del hayib, había puesto en él mil cosas insignificantes, sólo por condescender con su molesto acompañante; pero con todo un heliotropo que descollaba en medio, le gritaba con muda voz, yo te amo, y esto le consolaba”.


.La odalisca de Mariano Fortuny
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NITO
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1 comentario:

amontufogutierrez@gmail.com dijo...

Desde luego Nito¡Que bien nos compenetramos! entre mis intervenciones sobre el patrimonio granadino y las tuyas con las leyendas, las tradiciones y el costumbrismo creo que divulgamos de manera amena, interesante y sencilla todo lo "granaino".
Antonio Montufo Gutiérrez.