sábado, 6 de mayo de 2017

LEYENDA DE LA BRUJA DEL CHARCÓN Y EL TRANVÍA DE LA SIERRA

Acuarela del autor (copia de un original de Valenzuela)  

El tranvía de Sierra Nevada fue un formidable procedimiento romántico de penetración en la Sierra y en sus vagones llevaron y trajeron sus ilusiones los montañeros granadinos durante casi cincuenta años. En 1973, sin embargo, la compañía explotadora elevó al Gobierno la propuesta de cierre; como era inminente la construcción del embalse de Canales, que inundaría más de cinco kilómetros de trazado, el Consejo de Ministros del 7 de diciembre de 1983 acordó el cierre de la línea. El último viaje se realizó el 19 de enero de 1974.

Parte del material fue vendido como chatarra y otra parte permaneció durante años en las viejas cocheras del Paseo de la Bomba; las vías y el tendido eléctrico fueron desmantelados; las estaciones, aún en pie, fueron abandonadas. La plataforma por donde discurrían las vías sirvió para ensanchar algún tramo de la carretera de la Sierra y, desde Maitena, para construir un estrecho camino que aún hoy permite llegar en coche hasta el Barranco de San Juan.

Obsérvese el atrevido trazado del tranvía sobre el pantano

El tranvía de Sierra Nevada, ese fascinante objeto de nostalgia.

No es la primera vez que “La Murga” trae a sus páginas el tema del Tranvía de la Sierra y espero que  no sea la última vez (véase 8 ABR 2012 y 14 ABR 2014).
 El 19 de enero de 1974, el tranvía entre Granada y Sierra Nevada dejó de existir y ese mismo día, ya se le empezó a echar de menos. No es una forma de hablar. El reportaje que al día siguiente publicaba IDEAL relataba que "Granada ha sentido muy hondo la desaparición de los deleites naturalísticos que el tranvía nos ofrecía" y que "a lo largo del último trayecto hubo aplausos. No hubo nada extraordinario, solo ese acudir en masa del público granadino para decirle adiós al vehículo que tantas ocasiones de felicidad le había proporcionado".


Algo más de 41 años después, el tranvía se ha convertido en una leyenda que las generaciones mayores les cuentan a los jóvenes cuando hacen senderismo por Güéjar y se acercan a los restos de aquella infraestructura.

Pero, ¿qué es lo que provoca que la mención a esta línea de transporte genere tanta fascinación? Para los que se montaron en el tranvía, probablemente sea la asociación de emociones con los fines de semana que se pasaban en Maitena o el Charcón con solo subirse al tren. Para los que nunca lo cogieron, quizá sea la visión romántica de un tipo de transporte que atravesaba increíbles paisajes y enclaves espectaculares, como el mismo pantano de Canales, cuya crecida fue la causa oficial del cierre del tranvía. En cualquier caso, no deja de sorprender la falta de visión que se tuvo en aquel momento para no dejar parte de su trayecto intacto pensando en lo que podía servir para el turismo o, simplemente, para las familias que lo quisieran coger algún fin de semana. Ahora, solo nos queda la nostalgia. Nuestro deber es propagarlas, incluso soñarlas…

El Púlpito de Canales. Acuarela de Villar Yebra


 Así, referiremos hoy las que nos cuenta J. Manuel Fernández en “Leyendas de nuestros pueblos”:

“Antes de que se cometiera la torpeza enorme de destruir la vía ferroviaria del Tranvía de la Sierra y dejar morir una visión del futuro, el tranvía subía sueños, anhelos y alegrías y cuando bajaba iba lleno de emociones, recuerdos y satisfacciones conseguidas con un recorrido de ensueño  asombroso, punto de encuentro de historias románticas, aventureras o mágicas.
Fue en la parada del Charcón donde se fraguó el destino de Felipe un hombre joven y poco atractivo que por culpa de un accidente laboral quedo con la cara marcada por una terrible quemadura que trataba de ocultar con su gorra roja de maquinista del tranvía de la Sierra Y no por ello dejaba de tener siempre una frase amable y una sonrisa para con sus viajeros, buscando siempre el estar entretenido limpiando su único amor en esta vida terrenal.

Maqueta de papel del tranvía por Maestro-ciruelo

Después de aquel fatídico accidente que le dejó marcado para siempre, había sido difícil encontrar pareja y Felipe a pesar de su Juventud permanecía soltero. Una mañana de abril llegó a la parada del charcón una preciosa muchacha de piel blanca como la nieve, cabello negro como la pizarra y ojos verdes como la serpentina de las canteras de mármol .Su cuerpo esbelto y garboso lo cubría con un vestido ceñido a  la cintura de color marrón y de una capa con capucha azul cielo sujeta al cuello con un broche en forma de abeja y colgado del brazo llevaba una cesta con varios tarros de miel de los cerros de Güejar Sierra.
-Seguramente acaba de vender en el hotel del Duque”, - pensó Felipe, ya que era ese un lugar donde la gente de poderío se hospedaba durante largas estancias al abrigo de los aires saludables la sierra. La muchacha saludo a Felipe con una sonrisa que le dejó atravesado el corazón y ardiendo su alma, pero Felipe sabía perfectamente que la bella joven sólo pretendía ser cortés con él, así que le respondió de igual manera a su saludo.

Otra genial maqueta de la unidad Nº 2

Partió el tranvía hacia Granada y en la estación de Maitena subieron al vagón procedente del hotel tres muchachos “de bien”, vestidos con ropas que indicaban sus acaudalados orígenes deseosos de continuar la juerga en Granada. Al poco tiempo las cosas se complicaron en cuanto los jóvenes vieron a la bella muchacha sola y así empezaron a hacerle bromas pesadas, intentando propasarse con ella. Felipe como responsable del tranvía tuvo que intervenir en más de una ocasión para que los jóvenes mantuvieran la compostura… Hasta que uno de ellos se enfrentó directamente a él y le amenazó con echarlo de la compañía ferroviaria ya que su padre era un potente inversor de la misma. Felipe intentó dialogar con él y lo tranquilizó pues no quería problemas, pero al pasar por el Tajo de la Paloma los muchachos retomaron sus actos y quisieron besar a la muchacha que, huyendo de tanto desaprensivo, se refugió junto a Felipe.

Estación del Charcón

Harto ya de los muchachos, Felipe se enfrentó a ellos, dándole un puñetazo al que le había amenazado que a consecuencia del impacto, cayó al suelo como un saco de patatas. Los otros dos viendo la fuerza física de su contrincante decidieron replegarse al fondo del vagón sin rechistar hasta que llegaron a la estación de Pinos Genil donde se les apeó, pero el que recibió el puñetazo amenazó diciendo:
-Mañana tendrás noticias mías, cara quemada. –Y se fue con el ojo hinchado y el orgullo roto.

Una vez que el tranvía llegó a Granada, Felipe reflexionó pues seguramente después de aquello le despedirían. Toda su vida había sido el tranvía y sin poderlo remediar se echó a llorar pensando qué sería de él sin su tranvía…
La muchacha se acercó a Felipe y secando sus lágrimas con un pañuelo de fino lino, le sorprendió al darle un beso en la mejilla quemada y le dijo: -Eres valiente y honrado, Felipe, y tú corazón es en limpio como el agua del Genil que baja de la Sierra, no te preocupes pues lo que hoy has hecho por mí, mañana lo haré yo por ti.
Y cuando la muchacha se iba Felipe le preguntó su nombre. –Estrella, mi nombre es Estrella.

Maqueta del interior

Cruzó por el puente Verde y desapareció de su vista hacia el paseo del Salón.
A la mañana siguiente, cuando había hecho ya tres viajes desde Granada al Charcón, al pasar por el túnel de la Cueva del Diablo, una ráfaga de viento de la sierra le hizo estremecer y sintió como si una mano le acariciara la cara, notando una sensación de bienestar y tranquilidad difícil  de describir.
Cuando llegó a la estación de Maitena un numeroso grupo de hombres muy bien vestidos le estaba esperando y junto ellos los muchachos con los que había  tenido el tropiezo, a uno de los cuales lo conoció al momento por tener el ojo morado.
-Este es mi fin… -Pensó Felipe.

Un vagón reconstruido

En cuanto paró la máquina todos se subieron al vagón, primero el del ojo morado que lo miró y sin dirigirle la palabra empezó a buscar y registrar compartimentos del tranvía, después otro con semblante serio y largo bigote le dijo a Felipe que eran directivos de la compañía ferroviaria, que buscaban al conductor de la cara quemada. Felipe se quedó de piedra… ¡Pero sí lo tenían delante suya…!

Y así, al volver a pasar el ofendido delante de Felipe, le dijo al del bigote largo: –Este no es, no tiene la cara quemada, seguro que se ha despedido después de lo que me hizo ayer.
Se fueron todos de allí dejando a Felipe tieso como una estatua. Cuando reaccionó se miró al espejo retrovisor y comprobó que su cara estaba perfecta sin el menor rasguño de quemaduras. ¡Había sido un milagro!
Felipe se mantuvo de maquinista del Tranvía hasta que se jubiló, manteniéndose soltero hasta su muerte y siempre llevó atado al cuello el pañuelo de lino con que Estrella le secó las lágrimas.

El Nº 2 a su paso por Cenes

Dicen, los que vivieron en aquel tiempo, que a los pocos días se presentó una anciana en el hotel del Duque vestida con una capa azul y un broche con forma de abeja llevando una cesta con rica miel de tomillo y dirigiéndose al empresario del bigote le ofreció la miel para hacer más dulce la maldición y le dijo: -Fue el tranvía una bonita ilusión de un hombre que supo soñar, más… los mediocres no la supisteis aprovechar y hoy te digo que a la cincuentena no ha de llegar.

Efectivamente, el 19 de Enero de 1974 se cerró para siempre la vía del tranvía de la Sierra, no llegando a cumplir los 50 años de funcionamiento. Quizás algo tuvo que ver Estrella… ¡Para eso están las leyendas…!  Y de lo que no hay ninguna duda es que los mediocres siguen existiendo”.

En la estación-apeadero de Canales


NITO