sábado, 18 de enero de 2014

EL PINTOR OLVIDADO DEL REALEJO



Bertuchi: La luz norteafricana 

Antes, mucho antes que yo conociera Granada, ya conocía gran parte de la obra pictórica de Mariano Bertuchi. En la Escuela Unitaria de Beni Enzar –Melilla- (¡Ay, aquel inconmensurable Don José…!), o en casa,  copiábamos postales de Bertuchi como temas de dibujo o pintura (mi padre era un gran entusiasta del pintor).
Bertuchi estaba presente en todas partes de aquella sociedad: Revistas ilustradas, carteles de turismo, libros, sellos de correos…

Tánger

La sorpresa fue cuando descubrí, ya viviendo en la Ciudad de los Cármenes, que era granadino y del Realejo. Y otra sorpresa fue descubrir que aquí casi nadie lo conocía (y mucho menos su obra).
Mariano Bertuchi Nieto nació el 6 de febrero de 1884 en el barrio del Realejo, concretamente en la casa número 2 de la calle Escutia, entre las calles Jarrería y Cuesta de los Monteros. En algunas fuentes he encontrado que fue en el número tres. Afortunadamente dicha vivienda está aún en pie, y se afirma que en su fachada hay una placa erigida el 24 de junio de 1956 por iniciativa de la Escuela de Artes y Oficios y el Ayuntamiento de Granada. Dicha placa, compuesta por un medallón de bronce y una lápida de mármol gris de Loja, fue realizada como homenaje al pintor apenas un año después de su fallecimiento en Tetuán, el 20 de junio de 1955.
Yo confieso no haber encontrado rastro alguno ni de esa placa ni trazas del pintor, salvo los pintarrajos grafiteros y la tristeza y decadencia de la calle.

Calle casa natal de Bertuchi
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Bertuchi, niño precoz, a los ocho años de edad recibe el diploma de la Academia Provincial de Bellas Artes de Málaga, donde estudiaba, y a los doce obtuviera el título de Socio de Honor del Liceo Artístico.
Contaba con tan sólo once años cuando debutó en la Exposición del Corpus Christi de 1895, que fue organizada por el Centro Artístico en su antiguo local de la Cuesta de Cuchilleros, concurriendo con algunos cuadros de temas granadinos. También participaron en dicho certamen unos jóvenes pintores desconocidos llamados José María Rodríguez Acosta y José María López Mezquita.




En 1900 expone en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, siendo discípulo en sus inicios del gran paisajista José Larrocha y de la Academia de Bellas Artes de San Felipe. Poco tiempo después, ya confirmado su talento para la pintura, completaría sus estudios en la Escuela Madrileña de Bellas Artes de San Fernando, con Antonio Muñoz Degraín de profesor.



Desembarco del 1º Tabor de Regulares en Cádiz

Por aquellos años se desataba la trágica e impopular Guerra de Marruecos, en la que miles de soldados españoles regaron con su sangre los áridos campos rifeños (Barranco del Lobo, Annual...). Muchos periodistas, fotógrafos, y también pintores, acompañaron a las fuerzas expedicionarias con el fin de informar sobre la carnicería que allí se estaba produciendo. Uno de ellos fue Bertuchi, que ya gozaba de una cierta fama como ilustrador; no olvidemos que las revistas ilustradas estaban en pleno apogeo, en una especie de edad de oro: Blanco y Negro, La Esfera, Nuevo Mundo, se superaban a la hora de mostrar las mejores fotografías y las más bellas estampas.

Proclamación de S.A.I. el Jalifa

El primer viaje de Bertuchi a Marruecos fue a Tánger, acompañando al intérprete oficial del general O'Donnell, Aníbal Rinaldi, a la sazón amigo íntimo de su padre. Después de este primer contacto con África vendrán otros muchos, hasta establecer su residencia permanente en aquel país. Así, poco a poco, casi de manera inadvertida, sus cuadros irán ocupando los despachos de los centros oficiales españoles.
María Pilar Queralt del Hierro, en unos apuntes biográficos del pintor granadino, afirma: "Con ello, iba entronizándose como pintor oficial del Marruecos español del siglo XX". Revistas y publicaciones de las tropas coloniales como África, Mauritania, Marruecos gráfico, Almotamid, Ketama o Marruecos turístico reproducirán en sus portadas carteles del pintor granadino llenos de motivos típicos de la zona: medinas, zocos, callejuelas, paisajes...




Definitivamente, Marruecos se convertirá en el escenario preferido de Mariano Bertuchi, en la fuente de su inspiración, pues es allí donde se aunarán la luz y el color de Málaga y Granada junto con el misterio y la belleza salvaje de los paisajes magrebíes.
En 1928, el pintor es nombrado inspector-jefe de los Servicios de Bellas Artes del Protectorado. Allí va a empezar a compatibilizar la pintura y su enseñanza junto con la dirección de las diversas instituciones creadas e impulsadas por su iniciativa: las Escuelas de Artes Indígenas de Tetuán y Xauen, la Escuela Preparatoria de Bellas Artes de Tetuán, y el Museo Marroquí de esta misma ciudad, población que fuera fundada por el granadino Al-Mandari. La huella que dejó tras su muerte fue tan honda que el Rey de Marruecos, Mohamed V, decidió que esos centros docentes continuasen con su labor después de alcanzada la independencia de su país.




Era tanto el prestigio del que disfrutaba Bertuchi, (ya era académico de la Real de Bellas Artes y de San Fernando), que la Dirección General de Correos, a la hora de buscar motivos para sus emisiones de sellos, se va a fijar en él. Ésta será la faceta más conocida del pintor entre los filatelistas.
En 1.947, como inspector de Bellas Artes del Protectorado Español, interviene en la restauración de palacio del Jalifa de Tetuán y de la fachada exterior del santuario de Sidi Ali bugaleb en Alcazarquivir.




El 29 de Julio de 1.948 se inaugura el Museo Marroquí dirigido por Bertuchi.
Mariano Bertuchi fallece en Tetuán el 20 de Junio de 1.955 a la edad de 71 años. Al día siguiente, y acompañado por un impresionante cortejo formado por su familia y las primeras autoridades civiles y militares del Protectorado, su cadáver es trasladado desde su domicilio en la Calle Generalísimo al cementerio católico de la ciudad.



En 1.956, un año después, Granada -su ciudad natal- le rinde homenaje mediante la realización en el Corral del Carbón de una exposición de su obra, descubriéndose una lápida que decía:
“En esta casa nacía el 6 de febrero de 1.884 el ilustre pintor don Mariano Bertuchi Nieto. Rinde homenaje a su memoria el Ayuntamiento de Granada y la Escuela de Artes y Oficios… Año 1.956”



NITO


NOTAS TOMADAS DE:
1/ Luis Morillo Vilches
“De la Sociedad Filatélica y Numismática Granadina”.
2/ El Faro de Ceuta: Diversos artículos.

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sábado, 4 de enero de 2014

HASTA ROMPER LA CAMPANA



“Granada sobre la Vega,
sobre Granada la Alhambra,
sobre la Alhambra la Torre
y en la Torre, la campana”.
.El Patronato de la Alhambra y el Generalife ha permitido el acceso gratuito a la Alcazaba, como cada 2 de enero, para que ciudadanos y visitantes puedan cumplir la tradición de tocar la campana de la Torre de la Vela.
"La tradición cuenta que las mujeres solteras de la ciudad que hagan sonar la campana el 2 de enero, contraerán matrimonio antes de que termine el año", ha explicado el Patronato, que ha destacado que se trata de una "oportunidad única" de contemplar unas "fantásticas panorámicas" de la ciudad de Granada, La Vega y Sierra Nevada.
La Torre de la Vela, colocada en época cristiana sobre una edificación cuya planta mide 16 metros de lado y con una altura de casi 27 metros, antiguamente servía para regular los riegos de la vega.


Foto Manuel Torres Molina. 1943

-Pero esta tradición de subir a tocar la campana de la Vela con ocasión de la fiesta de la Toma, la hizo quebrar en varias ocasiones.
Una tradición que ritualmente se renueva cada año el 2 de Enero. Es en esta fecha cuando miles de granadinos –y especialmente granadinas-  suben hasta las alturas áulicas de la colina palatina de la Alhambra   para tañer la campana de la Vela. Ello que es normal, hasta bien entrado el XVIII concitaba a los fornidos jóvenes de la ciudad, que con todo vigor la golpeaban para, rompiendo la campana, demostrar la “hombría”. Tanto es así, que la campana fue quebrada en varias ocasiones teniendo que ser sustituida.




“La que toca el dos de enero,
la campana de la vela
se casa dentro de un año…
… si no se queda soltera”

En relatos de cronistas granadinos como  César Girón, Francisco de Paula, o más antiguamente por Francisco Enríquez de la Jorquera, nos cuentan la larga historia de la campana de la Vela y su tradición. La primera campana, que acompañó a las huestes cristianas fue donada a la ciudad por los Reyes Católicos.
Cuando en 1569, año en que la Guerra de los Moriscos alcanzaba sus episodios más trágicos, hubo que sustituir la campana con toda urgencia, por haberse quebrado por tantos y continuos toques de rebato que hubo de soportar. Fue el maestro campanero Juan Vélez quien fundió una nueva campana de bronce, que realmente duró muy poco tiempo, solo 25 años.
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En 1591 hubo de ser sustituida dado su total deterioro, principalmente por los últimos toques reguladores de los tiempos de riego y por la mala costumbre que entre los granadinos  se extendía de golpearla despiadadamente cada dos de enero.
Fue Antón García el fundidor que elaboró otra pieza nueva que debió resultar de pésima calidad, por lo que duró sólo cuatro años, debiendo ser refundida nuevamente en 1525. La de Antón García volvió a sucumbir por el solo hecho de empeñarse Granada en tocarla.

Quebrada nuevamente en apenas tres décadas, en 1624, se decidió buscar, por el Gobernador de la Alhambra, un maestro fundidor lejos de nuestras fronteras, capaz de asegurar la vida de la histórica y fundamental campana. Fue elegido por su fama el campanero francés Ramón Fontán que refundió la anterior y realizó una nueva que se partiría apenas quince años después a causa, no de los toques, sino por el intenso frío que nuestra tierra padeció durante el invierno de 1640. “La francesa” fue reparada nuevamente y prolongó su vida otros quince años más.
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En 1655 tuvo que ser refundida por el maestro campanero Diego de la Sota perdurando hasta 1740.
Rajada otra vez en este último año, se descolgó y en medio de un gran despliegue de medios, fue trasladada a la capital hispalense para su refundición.
Fracturándose de nuevo a los 22 años, fue reparada y colocada de nuevo. Pero once años después, en 1773, debido al ímpetu manifestado por los granadinos, que ese año subieron a tocarla los días  uno y dos de enero y del poco reposo que gozó durante el día, terminó maltrecha, cascada y quebrada.
Un toque final, cuando ya se había marchado la gente,  dijo a toda Granada con un sonido lastimero, que la campana de la Vela, había sucumbido de nuevo al ímpetu de los jóvenes granadinos que la partieron por el cumplimiento de esta tradición de gran arraigo ciudadano.

La campana actual
La campana que vemos actualmente fue fundida por José Lorenzo Corona en 1773, y debió ser la mejor, pues ahí sigue contemplando la ciudad, con sus 234 años de existencia.
-Ha soportado  toques de riego,  de horas,  de cambio de guardia,  de arrebato  y  –sobre todo-  a la intensidad que la tradición de la Toma de Granada hace que suene  ininterrumpídamente durante los días enteros, cada 2 de enero, en la que los mozos y muchachas de siempre, se emplearon a fondo en hacerla tañer.

Enmudecida
La campana permaneció muda desde 1808 hasta 1840 por distintas razones; espacio temporal en que sólo sonó en contadas ocasiones.
Tuvo que trasladarse de lugar la espadaña que soporta la campana, por encontrarse medio derruida por algún temblor de tierra y que resquebrajó su fábrica.
Desde 1787 había sido levantada en lado noroeste, siendo ubicada en el centro del lado de poniente.
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La campana de la Vela soy
y cien arrobas peso sin badajo.
el que no me lo quiera creer,
atrévase a ponerse debajo.


“En agosto de 1840 se trasladó esta campana desde el ángulo derecho que ocupaba al sitio donde se halla, y se reedificó  la torre que amenazaba ruina, siendo Gobernador de la fortaleza el teniente coronel Don Juan Parejo”.

Sin embargo, años más tarde, la caída de un rayo durante una fuerte tormenta, hubo de reconstruirse nuevamente la edificación de la espadaña, siendo sustituida la anterior lápida, por otra que relata ambos acontecimientos y que aún puede verse junto a campana de la Vela; en ella dice:
“En 1840 se trasladó la campana desde el ángulo norte de la Torre al sitio que hoy ocupa, y en 1881 fue destruida la espadaña por un rayo y reedificada en esta misma fecha”.





Desde 1998 la campana ha renovado su histórica trayectoria con la instalación de un dispositivo electrónico que la hace sonar regularmente y que fue costeado por la asociación Granada Histórica que la donó a la Alhambra,  y esto fue necesario por la desaparición de los oficios de campanero y del gremio de guardeses y torreros que en ella vivían y la hacían tañer.
Los sonidos de la Vela siempre formaron parte de Granada y su historia de modo que, como dice la profecía, “Granada dejará de existir cuando la Campana de la Vela deje de oírse”.


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“En lo alto de la Vela;
hay una campana de plata;
cuando suenan sus metales
dice que, ¡viva Granada!”



NITO